Exiliados rusos de élite ante la intolerancia de Putin
Los profesionales cualificados que dejan Rusia por presiones políticas se han duplicado
Políticos, activistas de organizaciones no gubernamentales, economistas, periodistas y otros profesionales cualificados de Rusia emigran para buscar en el extranjero las oportunidades que no ven en su país, cuyas autoridades se muestran cada vez más intolerantes con los sectores críticos.
Europa es el destino favorito de estos emigrantes de élite con motivaciones individuales diversas: unos se van porque son perseguidos o se arriesgan a ser procesados; otros, porque encuentran trabajos más atractivos o porque se sienten en peligro y temen por sus familiares. En este conjunto heterogéneo hay también empresarios de éxito que tuvieron que vender sus negocios en Rusia. Svetlana Gánushkina, de la ONG Colaboración Ciudadana, especializada en emigración, afirma que el número de rusos que pidieron asilo en Europa se duplicó entre 2012 y 2013 y pasó de 21.000 a 41.000.
En teoría no hay persecución política, pues la fiscalía o el comité de investigación de Rusia alegan sospechas delictivas contra los indeseables, como Iliá Ponomariov, el único diputado de la Duma Estatal de Rusia (la Cámara baja) que votó contra la anexión de Crimea en 2014.
Ponomariov, un político de izquierdas y uno de los líderes de las protestas contra las irregularidades en los comicios parlamentarios de 2011 y presidenciales de 2012, ha sido privado de la inmunidad para poder ser procesado por supuesta participación en un despilfarro en el centro tecnológico de Skólkovo (el proyecto estrella de la época en que Dmitri Medvédev sustituyó a Putin al frente del Estado). Ponomariov, especialista en alta tecnología, reside hoy en California.
María Gaidar, la hija de Yegor Gaidar, el artífice de la reforma económica liberal rusa, ha aceptado este mes el cargo de vicegobernadora de Odessa, que le propuso Mijaíl Saakashvili, actual gobernador de aquella provincia ucrania y ex presidente de Georgia. Gaidar, que estudió administración pública en Harvard, fue vicegobernadora de la región rusa de Kírov, asesora del Ayuntamiento de Moscú y estuvo involucrada en múltiples proyectos de oposición. Ahora, ha sido acusada incluso de traición a la patria por políticos establecidos de Rusia y Ella Pamfílova, jefa de la comisión del reparto de becas presidenciales, ha anulado la que Gaidar había recibido como jefa de la ONG Demanda Social.
Los periodistas son otro de los contingentes que emigran. En Letonia está la redacción de Meduza, una web fundada por Galina Tímchenko en octubre de 2014. Tímchenko fue cesada como directora del servicio informativo ruso lenta.ru tras publicar una entrevista con un nacionalista radical ucranio. La comunidad de periodistas rusoparlantes es muy numerosa en Kiev, pero estos emigrantes de la pluma tampoco son un grupo homogéneo. Algunos, como Yevgueni Kisiliov, fueron estrellas en canales de televisión rusos (NTV del oligarca Vladímir Gusinski) que recibieron atractivas ofertas en Ucrania al quedarse sin trabajo en su país en los primeros años del mandato de Putin.
Pero hay periodistas emigrantes de nueva hornada, como Aidar Muzhdabáiev, que se ha trasladado a Kiev para participar en la codirección de ATR, el canal tártaro que las autoridades rusas han sofocado este año en Crimea, al no renovarle la licencia. El canal es ahora gestionado desde Kiev, ya que los periodistas de ATR en Crimea “no tienen acceso a ningún órgano oficial”, dice Muzhdabáiev por teléfono. “Todavía no sé si voy a tener problemas para volver a Rusia”, afirma este profesional que hasta hace poco era vicedirector de Moskovski Komsomolets, el diario de mayor tirada de Moscú.
Este mes, el escritor ruso Dmitri Bykov daba una conferencia en una sala a rebosar en Londres. “Éramos el mismo público que en Moscú”, afirma Román Borísovich, que asistió al acto y que en 2012 abandonó Rusia, donde era vicepresidente de la mayor compañía de seguros del Estado. Se fue para evitar problemas a su jefe, dice, al que presionaban los servicios de Seguridad para que lo despidiese por haber apoyado públicamente la campaña anticorrupción del político Alexéi Navalni. En Londres, donde reside, Borísovich hace campaña para que el Parlamento británico legisle para que sean públicas las transacciones inmobiliarias de los oligarcas rusos en el Reino Unido. “La amplia diáspora rusa existente en Londres se ha reforzado en los últimos tiempos con emigrantes políticos”, dice por teléfono.
En 2012, Alexéi Navalni publicó la lista de 16 personas que declararon apoyar con dinero de su propio bolsillo el fondo anticorrupción que él había creado. En la “lista de los valientes”, además de Borísovich, estaba Serguéi Guríev, el rector de la Escuela de Economía de Rusia, y su esposa la economista Yekaterina Zhuravskaya, ambos residentes hoy en Francia. Guríev, ahora profesor en SciencePo de Paris, fue uno de los autores de un informe sobre el segundo proceso contra la petrolera Yukos, en virtud del cual se prolongó el encarcelamiento de Mijaíl Jodorkovski. Este magnate, indultado en 2013, reside en Suiza.
La emigración ha diezmado el equipo de Navalni. Vladimir Ashurkov, exbanquero, pidió asilo en el Reino Unido, alegando persecución política. Ashurkov fue jefe del fondo anticorrupción y responsable financiero de Navalni en la campaña por la alcaldía de Moscú y es acusado de robo en Rusia.
En el extranjero reside el campeón de ajedrez Gari Kasparov, detenido en múltiples ocasiones por participar en actos contra Putin. La biografía del ilustre ajedrecista ha sido censurada en un libro conmemorativo del Club Deportivo Spartak.
Uno de los líderes de las protestas de 2011 y 2012 fue Borís Nemtsov, asesinado en Moscú en febrero. Su hija mayor, Zhana, se ha trasladado por seguridad a Alemania, donde trabaja como periodista. En Estonia vive hoy Yevgueni Tchirikova, la líder del movimiento para preservar el bosque de Jimki (en las afueras de Moscú) de la construcción de una autopista. Tchirikova afirma que abandonó Rusia temporalmente preocupada por la seguridad de sus hijas.
En el extranjero, tras vender su empresa, está Pavel Dúrov, el experto informático galardonado y fundador de VKontakt (el Facebook ruso), que se negó a facilitar información a los órganos de seguridad sobre los participantes del Euromaidán en Kiev.
Entre los últimos en marcharse está Dmitri Zimin, un ingeniero de 82 años, fundador de la compañía de móviles Vimpelcom y poseedor de un premio estatal. Zimín ha decidido cerrar su fundación, Dinastía, que apoyaba a científicos rusos jóvenes, después de que ésta fuera declarada “agente extranjero”. En Londres, regentando un comercio de vinos, reside desde 2009 Yevgueni Chichvarkin, fundador de la red de venta de móviles Evroset, que tras ser acusado de contrabando y evasión de impuestos, acabó vendiendo su empresa.
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