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Dar la batalla por la paz

La zona es un vivero de iniciativas de trabajo solidario y de esfuerzo por la no violencia

Rocío Montes
Juanes, Miguel Bosé y Alejandro Sanz en el festival 'Paz sin fronteras'.
Juanes, Miguel Bosé y Alejandro Sanz en el festival 'Paz sin fronteras'.Fernando Vergara

En América Latina vive apenas el 8% de la población de la humanidad y, sin embargo, se producen cerca del 42% de los asesinatos que ocurren en el mundo. Aunque entre los países de la región existen diferencias inmensas, porque no es posible comparar la violencia en Chile y la que sufre Honduras, con una media de 100 homicidios por cada 100.000 habitantes, 12 veces más que el promedio de los países desarrollados. Los habitantes de esta zona del globo se han acostumbrado a convivir con la violencia y el peligro, ante la resignación de sus gobernantes, como también con la desigualdad. Porque aunque América Latina no es la región más pobre, es la que tiene mayores niveles de inequidad del planeta.

Pese a la radiografía poco esperanzadora, los nuevos habitantes de América Latina parecen no conformarse. Desde México, por el Norte, hasta Chile y Argentina, por el Sur, existen pequeñas y grandes iniciativas juveniles de trabajo solidario y a favor de la paz y la no violencia. Hombres y mujeres jóvenes implicados con la realidad latinoamericana que, desde la sociedad civil, trabajan diariamente para combatir los principales problemas de la región. “El cambio de la sociedad se hará desde los jóvenes, particularmente desde aquellos que han estado en el territorio trabajando junto a quienes han sido vulnerados, codo con codo y con un objetivo común”, opina Valentina Latorre, profesora chilena, de 25 años, directora social de TECHO.

Esta organización nació en Chile, pero actualmente tiene presencia en 19 países de Latinoamérica y El Caribe. A través de la acción conjunta de los pobladores y los jóvenes voluntarios, busca superar la situación de pobreza en la que viven miles de personas en asentamientos precarios y darles una solución habitacional. Anualmente, cerca de 80.000 jóvenes latinoamericanos trabajan anualmente en la construcción de viviendas dignas en cerca de 670 comunidades. Aunque también se enfocan en áreas como la educación y el desarrollo económico de los grupos vulnerables. Han logrado levantar 105.956 viviendas de emergencia y, solo en Chile, Argentina y Uruguay, 5.859 definitivas. “Pero en Chile, por ejemplo, todavía existen más de 32.000 familias viviendo en asentamientos. No pararemos de trabajar hasta devolverles sus derechos”, señala Latorre.

80.000 jóvenes trabajan con TECHO, ONG con la que han construido más de 100.000 casas

Juan Pablo Romero es un joven guatemalteco y, hace ocho años, convenció a su familia para que abrieran las puertas de su casa para realizar un experimento social y pedagógico con un grupo de niños vulnerables. Fue el inicio de la Fundación Los Patojos, como se les llama coloquialmente a los pequeños que todavía no alcanzan la adolescencia en este país donde se produce una media de 13 muertes violentas diarias. Debido a la alta demanda y gracias a la ayuda internacional y de los empresarios locales, el centro comenzó a crecer y cuenta con nuevas instalaciones, donde se ofrece comida, cuidados y formación académica a cerca de 170 niños. Mediante la educación y actividades como el teatro danza, artes visuales y música, la fundación busca mejorar las herramientas de desarrollo y ofrecer mayores posibilidades para desenvolverse en el futuro. “Trabajamos para entregarles ayuda no solo a nivel espiritual, de salud, sino también para que puedan generar fondos económicos que les ayuden a pagar una renta, a comprar la comida en casa, a pagar la medicina de la mamá, a comprarse sus zapatos”, señala Romero, su fundador y director. Los Patojos, aunque es una iniciativa pequeña y local, ha tenido éxitos sorprendentes, que han contribuido a sacar a jóvenes del círculo de la violencia. Melissa Miranda, que fue educada en el centro, luego estudió para ser profesora y actualmente imparte clases a las nuevas generaciones que cobija la fundación.

Voluntariado

La sociedad civil tiene cada vez mayor importancia en la solución de los problemas esenciales de la región y lo explica el chileno Benito Baranda, presidente ejecutivo de América Solidaria, una organización que se fundó hace cerca de 10 años en Chile y actualmente tiene presencia en 13 países de la zona. “La tradición en América Latina es que problemas como la superación de la pobreza y la violencia siempre estuvieron en manos del Estado. Posteriormente, un nuevo modelo de desarrollo nos intentó convencer de que los conflictos los resolvía el mercado y las inversiones privadas. Actualmente, sin embargo, sabemos que tanto el Estado como el mercado son importantes, pero que existe un tercer actor que es la sociedad civil, que tiene que contribuir de manera responsable y seria”, señala Baranda.

Concierto 'Paz sin fronteras' en el puente internacional Simón Bolívar (entre Colombia y Venezuela)
Concierto 'Paz sin fronteras' en el puente internacional Simón Bolívar (entre Colombia y Venezuela)José Miguel Gómez

América Solidaria no lleva adelante iniciativas propias sino que su modelo es, precisamente, sumarse a proyectos existentes a nivel local y colaborar para fortalecerlos y hacerlos sostenibles. Uno de sus mecanismos clave es el voluntariado de jóvenes profesionales, de 27 años de media, que se trasladan de país durante un año para poner a disposición su trabajo y conocimiento, sobre todo en áreas como educación, salud y desarrollo productivo en zonas agrícolas. La ingeniera María Fernanda Ramírez, de 28 años, acaba de regresar a Chile desde Haití, donde trabajó durante un año y medio como directora ejecutiva de la organización. Sobre su motivación para involucrarse en este proyecto y dejar su país, donde podría haber trabajado cómodamente, explica: “He tenido mucha suerte por haber podido estudiar lo que quería y trabajar en ello. Pero me di cuenta de que no todo el mundo la tiene y que Latinoamérica es una región sumamente desigual donde a muchos niños y jóvenes se les niega esa posibilidad”.

La universidad de la integración

De acuerdo a los datos de la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ), en Latinoamérica existen cerca de 149 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años. Su tercer informe Invertir para transformar, realizado con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), investigó la inversión social que los Estados destinan a este grupo de la población: de cada 10 dólares, solo uno se dedica a los menores de 30 años, un claro desajuste, considerando que representan entre el 25% y el 28% de la población. De acuerdo al estudio Juventud y bono demográfico, de la OIJ, nunca hubo en la región un contingente tan grande de jóvenes, una oportunidad que los países deben aprovechar.

En la última década, iniciativas de éxito se han ocupado la formación de los jóvenes desde una perspectiva de la integración regional, como la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA). La institución pública de educación superior brasileña nació de una propuesta del presidente Luiz Inácio Lula da Silva de 2007 y se fundó en enero de 2010. Ubicada en una zona estratégica, la frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, UNILA pretende promover el intercambio de conocimientos mediante la integración regional y un proyecto conjunto de América Latina capaz de afrontar los retos actuales. "La UNILA es una universidad diferente a las demás. Posee alumnos de más de 10 países de Latinoamérica, con una mezcla cultural impresionante. Esta experiencia brinda herramientas para transformar nuestro futuro en algo más equitativo, más democrático y con menos dolor", relata Viviana Porto da Silva, uruguaya de 22 años, que en diciembre de 2014 terminó la carrera de Relaciones Internacionales e Integración.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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