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Hollande navegó entre la solidaridad con Tsipras y la lealtad a Merkel

La crucial relación franco-alemana ha resultado lastimada por las diferencias ante Grecia

Carlos Yárnoz
Francois Hollande y el ministro de Finanzas francés, Michel Sapin, en Bruselas.
Francois Hollande y el ministro de Finanzas francés, Michel Sapin, en Bruselas.Jasper Juinen (Bloomberg)

Francia se declara moderadamente satisfecha por el acuerdo alcanzado con Grecia porque se aleja la amenaza de la salida del euro, pero también asume que las drásticas condiciones impuestas a Atenas han ido más lejos que lo deseado por París y que la grave crisis de estos días ha erosionado al eje franco-alemán. El presidente francés, François Hollande, ha sido el líder europeo que estos días se ha mantenido más próximo al griego, Alexis Tsipras, pero también ha estado en permanente contacto con la canciller Angela Merkel. Su labor de intermediación en busca de un “compromiso”, como lo ha definido Hollande, le ha situado en un difícil equilibrio entre la solidaridad con Atenas y la necesidad de preservar su relación con Berlín, que ha pesado más, como admiten colaboradores del presidente francés.

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“El papel de Francia ha sido acercar posiciones, respetar al pueblo griego, pero también a las otras naciones que integran la zona euro”, señaló Hollande nada más cerrar el acuerdo. Alemania ocupa el primer lugar entre esas “otras naciones” y, para Hollande, es básico salvar “los fundamentos” de Europa, como dicen sus colaboradores, es decir, el entendimiento franco-alemán. El presidente francés lo ha dejado muy claro este lunes: “Había que preservar la relación franco-alemana, esa relación entre Merkel y yo mismo, que es necesaria si se quiere lograr un compromiso. Si no hay esa solidez, que no impide a veces diferencias, si no hay esa relación para buscar un compromiso, no hay acuerdo”.

Esas “diferencias” han sido notables en el desigual pulso entre Berlín y París. La más importante se destapó cuando el sábado se difundió que Berlín planteaba una salida temporal de Grecia de la zona euro, una opción jamás planteada hasta ahora en Europa. “Eso no existe; o se sale o se permanece, pero la salida temporal no existe”, respondió de inmediato Hollande. Para él y su Gobierno, era una línea roja infranqueable. El objetivo último de todas sus gestiones era precisamente impedir la salida de Atenas, “por el bien de Grecia, de Francia y de Europa”, porque entendía que esa opción ponía en riesgo todo el proyecto de construcción europea.

La primera divergencia, y en público también, se produjo cuando Tsipras ya había convocado el referéndum. Hollande señaló entonces que aún había margen para un acuerdo in extremis. Su ministro de Economía, Emmanuel Macron, se propuso para viajar a Atenas. Pero Merkel cortó por lo sano: no habría negociación alguna hasta después de la consulta. Tras el triunfo del no, Merkel avisó a Hollande durante su encuentro en París que no descartaba la salida griega del euro y que solo podía evitarse si Tsipras aceptaba unas durísimas condiciones en la UE.

El momento más complejo para Hollande fue cuando Berlín planteó la opción de la salida temporal de Grecia de la zona euro

Fue entonces cuando Hollande propuso a Tsipras que varios altos funcionarios franceses le asesoraran para presentar una propuesta “seria y creíble”. “Estoy dispuesto a ayudarte, pero ayúdame a ayudarte”, le había dicho la misma noche del triunfo del no, después avisado días antes de que el referéndum incrementaba "el riesgo" de salir del euro. El viernes 10, Grecia puso la propuesta sobre la mesa. Hollande la calificó exactamente de “seria y creíble”. Solo unas horas después comprobó que para Merkel era totalmente insuficiente.

Los asesores franceses entraron nuevamente en acción con los griegos. Su objetivo: lograr con nuevas concesiones que Berlín retirara la opción de la salida de Grecia del euro. Fueron las horas más complejas en esa intermediación de Hollande para no humillar a Atenas y tampoco desairar a la canciller.

Mientras, en Francia, la negociación y la actitud de Hollande eran seguidas con lupa. El líder de la oposición, el expresidente Nicolas Sarkozy, le afeó no estar más unido a Merkel frente a Atenas. Los críticos del Partido Socialista le empujaban a defender con más fuerza a Tsipras y a vetar las propuestas alemanas, pruebas de los “egoísmos nacionales”, en palabras del dirigente Christian Paul.

“Francia ha jugado su papel hasta el final”, ha sentenciado el primer ministro, Manuel Valls. Los dos grandes partidos, PS y Los Republicanos, recibieron con alivio el pacto, solo criticado con dureza en la izquierda radical, que destaca "la brutalidad" de Alemania, y en la extrema derecha, que cree "Europa está bajo hegemonía alemana" y que Grecia debiera haber sido de la moneda única en lugar de dejarse "llevar al matadero", en palabras de Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional.

El acuerdo será sometido al voto de la Asamblea Nacional el miércoles. No es vinculante, pero el resultado y el debate previo reflejarán el doble juicio que merece a las fuerzas políticas francesas la actuación de su presidente y la nueva era abierta en una Europa que, por vez primera, ha amenazado a un socio con expulsarle de la zona euro. No se ha concretado la amenaza y eso ha permitido a Hollande presentar el arreglo con dignidad: "Francia buscaba este acuerdo, lo quería y ahí está". Pero también asume que Tsipras ha necesitado mucho "coraje" para aceptar unas medidas tan draconianas: "Sabía que era la condición para obtener una nueva financiación".

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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