Los eurófobos alemanes se acercan al modelo del Frente Nacional
La guerra interna de AfD acaba con la victoria de los ultras y la marcha de los moderados
Cuando Bernd Lucke creó Alternativa para Alemania (AfD) hace poco más de dos años, le gustaba presentar la nueva formación como “un partido de profesores”, formado por gente culta y especializada en economía que ofrecía al votante conservador una salida al euro y a los rescates multimillonarios de los países del sur. Ahora, el propio Lucke define a la criatura que él creó como una mezcolanza de movimientos “antioccidentales, xenófobos e islamóbos”. “No quiero ser instrumentalizado como su fachada burguesa”, dijo esta semana al anunciar su marcha del partido. Pocos días antes había sufrido la humillación de ver cómo le arrebataban el liderazgo.
La responsable del golpe de mano fue Frauke Petry. Esta antigua empresaria casada con un pastor protestante y madre de cuatro hijos es la encargada de llevar a cabo el giro a la derecha de un partido que ya en su nacimiento estaba a la derecha de los democristianos de Angela Merkel. AfD aspira ahora a captar no solo a los votantes euroescépticos, sino a todos los alemanes descontentos con la política migratoria (sobre todo si los recién llegados son musulmanes), las teorías de género o que simplemente estén furiosos con el stablishment del país. Como ejemplo de los nuevos vientos que soplan en AfD, la nueva dirección mostró públicamente sus simpatías con el movimiento islamófobo de Pegida nacido en Dresde.
Petry, que en sus habituales apariciones televisivas responde siempre a sus oponentes con una amplia sonrisa, se empeña en desmentir que quiera convertirse en una especie de Marine Le Pen alemana, pero uno de sus máximos valedores en el partido, Alexander Gauland, reconocía a este periódico hace pocos meses su cercanía al modelo del Frente Nacional. Gauland solo rechazaba algunos excesos antisemitas del partido francés.
“AfD se ha convertido ya en un partido populista de derechas como los que abundan en el resto de Europa. Pero la historia alemana le obliga a ser algo más contenido”, asegura Carsten Koschmieder, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. El congreso que el partido celebró el pasado fin de semana fue bastante revelador para entender la ideología dominante entre los militantes: los aplausos más sonoros fueron para los oradores que comparaban el Corán con Mi lucha de Adolf Hitler o los que alertaban de la suplantación político-cultural a la que se enfrentaba el país por culpa de la inmigración musulmana.
Es difícil saber qué consecuencias tendrá el giro a la derecha impuesto por Petry y los suyos. En las elecciones de 2013, AfD se quedó fuera del Bundestag por un puñado de votos. Desde entonces, han logrado entrar en la Eurocámara y en cinco Parlamentos regionales. Pero las peleas internas han hecho que su intención de voto cayera del 9% que alcanzaron a finales del año pasado al 5% actual, justo el mínimo necesario para obtener representación parlamentaria en el Parlamento nacional.
En la semana que lleva Petry al mando han abandonado el partido centenares de militantes, entre ellos cinco de sus siete eurodiputados. La nueva líder les ha exigido que entreguen sus actas acusándolos de sabotaje. Algunos observadores creen que la división va a acabar con las posibilidades de un partido que soñó con instalarse en el panorama político alemán. Pero el malestar ciudadano ante el aumento de refugiados y, sobre todo, las ayudas millonarias a Grecia –sobre todo si finalmente se consuma el tercer rescate que este fin de semana negocian en Bruselas los líderes europeos- pueden insuflar aire a este partido que amenaza con romper algunos de los tabúes que reinaron en la Alemania nacida de las cenizas de la II Guerra Mundial.
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