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“Me dijo: ‘vete a casa, solo he venido a matar turistas”

Un testigo del atentado en Túnez dice que el terrorista se fue caminando tras la matanza El atacante perdonó la vida a los tunecinos que le increpaban

Francisco Peregil
Ibrahim El Ghoul, testigo del atentado de Susa, este sábado ante el hotel Imperial Marhaba.
Ibrahim El Ghoul, testigo del atentado de Susa, este sábado ante el hotel Imperial Marhaba.Francisco Peregil

En la playa de Susa chocaron el viernes dos visiones de Túnez. El estudiante de Ingeniería Eléctrica Saif Rezgui, de 23 años, que llevaba su Kaláshnikov escondido en la sombrilla, representa al mismo Túnez que se ha convertido en el país con más guerrilleros extranjeros (3.000) en las filas del Estado Islámico (EI). Y el joven Ibrahim el Ghoul, de 18 años, que se encontraba en la playa cuando comenzó la matanza, que protegió a los turistas y se enfrentó a Saif Rezgui, podría identificarse con la inmensa mayoría de los tunecinos que apoyan el prodigio de una transición pacífica única en el mundo musulmán.

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En medio de ambos quedó un mar de víctimas, en su mayoría turistas extranjeros. Quedó también el vacío de los miles de visitantes que se marcharon de la costa al día siguiente horrorizados por las 38 vidas perdidas, y todos los que no vendrán en los próximos meses.

Ibrahim el Ghoul oyó los tiros. Trabaja al lado del hotel Imperial Marhaba, donde acababa de entrar Rezgui. Eran las once y media de la mañana del viernes. “En la arena había muchos muertos y otros heridos. Y en el agua vi a una familia de cuatro británicos gritando, muy nerviosos. El terrorista entró hacia la piscina del hotel, muy tranquilo, y yo me puse a sacar a los británicos del agua. Los subí a una lancha que saqué no sé de dónde. Al rato salió el asesino del hotel y nos apuntó. Y yo cubrí a los extranjeros con mis brazos y le dije en árabe que no disparara. Al escucharme hablar en árabe bajó el fusil y se fue caminando tranquilamente”.

Disparos de la policía

Ibrahim cuenta a EL PAÍS en inglés que en ningún momento el integrista parecía apurado: “En la playa había muchos tunecinos, por lo menos 30. Lo insultaban, le decían que les disparase a ellos. Y él se quedó mirándolos un rato y sonriendo, con el Kalashnikov en una mano. La gente empezó a perseguirlo y a tirarle piedras y otros objetos. Pero ninguna le alcanzó”.

El Ghoul trabaja en una empresa que se dedica a pasear a los turistas en paracaídas a lo largo de la costa. “Cuando vi que se alejaba por la arena, cogí una moto acuática y llegué hasta donde estaba él. Me daban ganas de golpearlo. Para mí, matar a toda esta gente es como si mataran a mis huéspedes. Pero cuando estaba a solo tres metros de él me dijo: ‘Vete a casa. No he venido aquí para matarte a ti, sino a los turistas’. Se volvió, caminó un poco y en ese momento la policía le disparó y lo mató”.

En la noche del sábado aún no se había identificado a todas las víctimas y no estaba claro si finalmente murió algún tunecino. Al caer la noche, el ministerio tunecino de Sanidad solo tenía la certeza de que entre las 38 víctimas había 15 británicos, un alemán, un belga y un irlandés. Varios diplomáticos del Reino Unido indicaban que esperaban más bajas.

El atentado fue reivindicado el viernes a última hora por el Estado Islámico, que difundió en las redes sociales una imagen de Saif Rezgui en medio de dos Kalashnikov. De momento, la demagogia de apuntar con las balas solo a los extranjeros mientras se pretende matar de hambre a los tunecinos no parece engañar a mucha gente. En Susa fue convocada una manifestación de repulsa anoche. Y en la capital, los dirigentes del partido islamista Ennahda, que integran el Gobierno de coalición, también convocaron protestas en las calles.

“Susa va a tardar por lo menos cinco años en recuperarse económicamente de este atentado”, comentaba Ibrahim el Ghoul. “Destruyendo la economía destruyen nuestro futuro”, explicaba Saif Mazroui, un comercial de productos médicos, de 30 años. “Pero esto no nos va a detener, vamos a seguir luchando por la democracia. Seguro que el Gobierno aprende ahora a reforzar las medidas de seguridad”, añadía.

Otro tunecino, Mahmoud, de 37 años, achacaba el atentado al efecto de algunas mezquitas sobre ciertos jóvenes. “El carácter del tunecino es pacífico, siempre lo ha sido. Son unos cuantos imanes integristas los que lavan el cerebro”. El primer ministro de Túnez, Habib Essid, anunció tras el ataque de Susa que cerrará unas 80 mezquitas que están bajo la órbita de imanes salafistas.

El Gobierno del presidente Beyi Caid Essebsi, de 88 años de edad, ha sufrido muchas presiones en sus seis meses. Las huelgas y las campañas mediáticas de Internet lo han desgastado. Pero en la lucha contra el terrorismo tiene a la mayor parte del país de su lado.

El supuesto autor del atentado

El Estado Islámico ha distribuido una fotografía del presunto autor de la matanza del viernes, que fue identificado a última hora de ayer como Seifeddine Rezgui. Se trata de un tunecino nacido en 1992 y estudiante de ingeniería eléctrica en la Universidad de Kairouan, en el centro del país. El secretario de Estado para asuntos de seguridad, Rafik Chelly, informó de que el joven no tenía antecedentes policiales.

“Llegó a la playa vestido como alguien que se disponía a darse un baño”, explicó Chelly. “Luego utilizó el arma, que tenía escondida en la sombrilla”. Un testigo tunecino del ataque aseguró a la agencia France Presse que Rezgui tenía previsto matar solamente a turistas. “El terrorista nos dijo que nos alejáramos, que no venía a por nosotros”, contó. “No nos disparó, sólo fue directamente contra los turistas”.

Durante la mañana del sábado empezó a circular en las redes sociales esta fotografía, en las cuentas de Twitter de varios yihadistas y en foros de conversación sobre islamismo. El Estado Islámico, que ha asumido la autoría del atentado, ha publicado la imagen con el nombre de guerra del terrorista, Abu Yahya al-Qayrawani.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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