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Jeb Bush ofrece un conservadurismo pragmático y compasivo

El exgobernador de Florida promete en su primer mitin como candidato republicano que el próximo presidente reformará la inmigración

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE
Marc Bassets

Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes, es un republicano atípico. El exgobernador de Florida se presenta a las elecciones presidenciales de noviembre de 2016 como un conservador pragmático y compasivo, alejado del tono bronco de la derecha estadounidense.

Después de medio año viajando por el país y recaudando dinero, Bush formalizó este lunes en su feudo de Miami la candidatura para suceder al demócrata Barack Obama. Su nombre se suma a más de diez competidores en el proceso de nominación. Las bases conservadoras recelan de Bush, asociado a la fallida presidencia del hermano y a las élites del partido.

Si se hiciese caso de los carteles, pegatinas y merchandising que adornaban el mitin de Jeb Bush en Miami, el candidato sería un hombre sin apellido. ¿Bush? Sólo Jeb. Ni su padre, el presidente George H.W. Bush, ni su hermano, George W. Bush, asistieron. Sólo Barbara, la patriarca de la familia, que hace unos años clamaba contra la posibilidad de que otro Bush fuera presidente.

Las bases conservadoras recelan de Bush, asociado a la fallida presidencia del hermano y a las élites del partido

Jeb intentó deshacer la idea de que es un heredero, de que de alguna manera el trono le espera. "Ninguno de nosotros [los candidatos republicanos] merece el trabajo por derecho de trayectoria, partido, veteranía, familia o relato familia. No es el turno de nadie. Es una prueba para todos", dijo.

"Soy candidato a presidente de Estados Unidos", anunció en un pabellón deportivo de la universidad Miami Dade College, con una presencia nutrida de ciudadanos de origen cubano, la comunidad más influyente del sur de Florida. Los teloneros y el propio Bush hablaron en español, lengua ya de uso corriente en la política de Estados Unidos.

A nadie sorprendió el anuncio, una formalidad. Tampoco el estilo: sin gancho, todo milimetrado. Bush no es un mitinero. Improvisó una vez, cuando un grupo de activistas por la reforma migratoria le interrumpieron y prometió que el próximo presidente de EE UU aprobaría una reforma de inmigración "significativa", es decir, no parcial y por decreto como la de Obama.

El interés radicaba en escuchar el mensaje. Y Bush se presenta con dos ideas: él es un conservador sin tacha, pero sosegado; y su historial de logros tangibles como gobernador de Florida, entre 1999 y 2007, contrasta con la palabrería y el ruido de Washington.

“Sé que puedo arreglar esto”, dijo en alusión a la parálisis en Washington. “Porque ya lo he hecho”. Los sondeos reflejan hoy una carrera igualada entre Bush, el senador por Florida Marco Rubio, que es amigo de Jeb, y el gobernador de Wisconsin Scott Walker.

Sé que puedo arreglar esto”, dice Bush en alusión a la parálisis en Washington. “Porque ya lo he hecho”

En otro momento, avisó: “No arreglaremos el lío de Washington eligiendo a quienes lo han creado o han sido incapaces de resolverlo”.

El mensaje apunta a algunos de sus rivales en la nominación republicana, como Marco Rubio, Rand Paul o Ted Cruz.

Los tres son senadores y, por tanto, corresponsables del bloqueo legislativo de Washington. Los tres han contribuido a transformar al Partido Republicano en el partido del no. El partido capaz de bloquear cualquier propuesta de Obama pero incapaz de construir alternativas. El partido de la pureza ideológica en el que la mínima desviación era denunciada como una herejía. El partido del libre mercado y el economicismo más frío, que a veces parecía insensible a las preocupaciones de los más desfavorecidos.

Algo ha cambiado en los últimos meses. Existe una corriente cada vez más peso en la derecha que cuestiona la ortodoxia del Tea Party, el movimiento populista que impulsó a los republicanos en sus momentos más bajos, tras la victoria de Obama en 2008.

El peligro es repetir el error de Romney en 2012, que durante las primarias viró tanto a la derecha que dejó vacío el centro

En un vídeo de campaña, que se proyectó durante el mitin, aparecen una chica que no lograba avanzar en sus estudios, una víctima de la violencia machista, la madre de una mujer autista, un inmigrante que recogía basura para venderla y alimentar a su familia. Todos, sostienen en el vídeo, superaron la adversidad gracias a las políticas del gobernador Bush, que concluye diciendo: “Los más vulnerables de nuestra sociedad deben estar en la línea de frente, no detrás”.

Hay ecos del conservadurismo compasivo que su hermano George Walker proponía en la campaña del año 2000, que le llevó a la Casa Blanca.

Todo esto quedó enterrado con el 11-S, la guerra de Irak, la polarización con los demócratas y la derechización del Partido Republicano, pero regresa con el nuevo Bush, el que aspira a llevar por tercera vez el apellido a la Casa Blanca.

John Ellis Bush, de 62 años, tendrá que hacer equilibrios. Entre la voluntad de aparecer como un conservador compasivo y la necesidad de convencer a los votantes derechistas en los caucus (asambleas electivas) y primarias a partir de febrero de 2016.

El peligro es repetir el error de Mitt Romney, el candidato republicano en 2012. Romney, como Bush, era un pragmático, pero durante las primarias viró tanto a la derecha que dejó vacío el centro. Obama lo ocupó y le derrotó.

La diferencia de Bush con otros candidatos no es tanto de contenido como de tono: el rechazo a la retórica del resentimiento y a los discursos apocalípticos de sus correligionarios en Washington. Más Reagan que Nixon, más Bush padre —el presidente que ganó la Guerra Fría y expulsó a Sadam Husein de Kuwait— que Tea Party.

“Cuando miro hacia el futuro”, dice en otro vídeo, “veo una gran nación a punto de comenzar su mejor siglo”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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