La guerra en Yemen golpea el patrimonio histórico de Saná
La Unesco condena el daño al casco antiguo provocado por un bombardeo Seis personas murieron en el ataque
Varios edificios del casco antiguo de Saná, la capital de Yemen, resultaron destruidos este viernes por un cohete y seis de sus habitantes murieron en el derrumbe, según el recuento de la agencia estatal de noticias Saba. Esa fuente atribuye el proyectil, que no llegó a estallar, a un bombardeo de la coalición que dirige Arabia Saudí. Pero un portavoz militar de esa campaña negó que su aviación hubiera atacado esa zona histórica, declarada patrimonio de la humanidad. El incidente se produce en vísperas de las conversaciones de paz que la ONU ha convocado en Ginebra el próximo lunes.
Entre los edificios destruidos se encuentra, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), un complejo de casas tradicionales en el barrio de Al Qasimi, junto al jardín urbano de Miqshama. Las imágenes del antes y el después que de inmediato difundieron algunos vecinos en las redes sociales muestran el daño irreparable causado a esos rascacielos de adobe de varios siglos de antigüedad característicos de Yemen. Sus fachadas ocre con dibujos blancos que parecen puntillas enmarcando puertas y ventanas, constituyen la postal de un país que ahora se está desmoronando como sus viviendas.
“Me causa un profundo dolor la pérdida de vidas humanas así como el daño infligido a una de las joyas del paisaje urbano islámico más antiguas del mundo”, declaró Irina Bokova, la directora general de la Unesco en un comunicado. “Esta destrucción sólo va a exacerbar la situación humanitaria y reitero mi llamamiento a todas las partes para que respeten y protejan el patrimonio cultural de Yemen”, añadió.
Rascacielos de adobe
A pie de calle, estos edificios de adobe y troncos de palmeras se muestran robustos. Muros de un metro de espesor garantizan el apoyo de los pisos superiores, cuya superficie se va reduciendo a medida que se gana en altura. Los sucesivos niveles marcan la transición de lo público a lo privado. El primer piso acoge el diván, o salón de recibir, un ámbito esencialmente masculino. En el siguiente, se halla la sala de reunión familiar, que en ocasiones dobla como dormitorio, y por encima las habitaciones privadas, incluida la cocina, el dominio tradicional de las mujeres. El último piso, o mafrach, se reserva para las reuniones con familiares o amigos muy cercanos a los que por la tarde se invita a mascar qat, leer poesía o escuchar música tradicional.
Desde el amanecer, la aviación aliada estuvo bombardeando posiciones y depósitos de armas de los rebeldes, la milicia Huthi y la facción del Ejército fiel al expresidente Ali Abdalá Saleh. Sin embargo, no está claro cuál era el objetivo en la ciudad vieja, tras cuyas murallas están censados 6.500 edificios, 103 mezquitas y 14 casas de baños. Al parecer, según testigos citados por France Presse, el misil ni siquiera estalló, lo que no impidió que cinco edificios de tres pisos se derrumbaran bajo el impacto aplastando a varios de sus inquilinos.
“No hemos llevado a cabo operaciones en la ciudad”, declaró el portavoz de la coalición árabe, el general Ahmed Asiri, al ser preguntado por France Presse.
“Según las fuentes yemeníes, fue un ataque aéreo y el problema es que los ataques aéreos han dañado ya muchos lugares [históricos]. Muchos. Por todo el país”, recalca por correo electrónico el consultor de la Unesco Marco Livadiotti, especialista en Yemen.
Saná es uno de los asentamientos urbanos más antiguos continuamente habitados. Las raíces de su casco antiguo se remontan a 2.500 años y algunas de sus construcciones han permanecido en pie desde hace diez siglos. Aunque es la primera vez que un proyectil cae directamente sobre esa zona, los vecinos ya se habían quejado con anterioridad de daños en algunas casas como consecuencia de los bombardeos contra el cercano Ministerio de Defensa.
Desde el inicio de la campaña militar, se han producido sin embargo otros perjuicios al patrimonio sea por bombardeos aéreos o por combates terrestres entre las distintas facciones, según ha denunciado la Unesco. El pasado martes resultó gravemente dañado el recinto otomano de Al Owrdhi, en el exterior del casco histórico. Fuera de Saná también han sido alcanzados lugares arqueológicos como la ciudad amurallada preislámica de Baraquish, el castillo medieval de Al Cairo en Taiz, la presa de Mareb, el museo de Dhamar o la mezquta del Imam al Hadi en Saada, una aljama de 1.200 años de antigüedad que al parecer ha quedado completamente destruida.
“Están creando odio y animosidad para un largo tiempo”, se lamenta un ex embajador yemení en declaraciones a EL PAÍS. “No hay cobertura [informativa]… ni denuncia”, se queja dolido por la escasa atención internacional. Este diplomático, como la mayoría de los observadores, tiene “pocas esperanzas” en las conversaciones de paz que la ONU ha organizado a partir del lunes en Ginebra.
Se trata del primer intento de desbloquear el conflicto entre del presidente internacionalmente reconocido, Abdrabbo Mansur Hadi, y los rebeldes Huthi respaldados por las fuerzas leales a Saleh. Arabia Saudí y sus aliados decidieron intervenir en marzo para frenar el ascenso de los Huthi que desde septiembre del año pasado habían puesto en jaque al Gobierno de Hadi. Riad ve la mano de Irán detrás de ese grupo.
“La delegación que viaja desde Riad representa al Gobierno en el exilio, pero sirve más a los intereses saudíes que a los nacionales y no tiene influencia sobre las acciones militares; en cuanto a quienes van desde Saná están bajo mucha presión, pero no van a aceptar las resoluciones de la ONU a no ser que consigan una recompensa como que la salida de Hadi y una nueva fórmula de reparto de poder”, explica el diplomático. En su opinión, “la única esperanza para la población es que se consiga una tregua humanitaria, algo a lo que Riad no parece favorable”.
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