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El exministro chino de Seguridad, condenado a cadena perpetua

Zhou, culpable de soborno, entre otros delitos, es el mayor cargo sentenciado en décadas

Foto: AGENCIA_DESCONOCIDA | Vídeo: REUTERS LIVE
Macarena Vidal Liy

La mayor caída en desgracia en la política china en décadas se ha consumado en medio de una opacidad absoluta. Pese a que el régimen chino había prometido transparencia, el otrora todopoderoso ministro de la Seguridad Pública Zhou Yongkang, el mayor de los “tigres” que ha cazado la campaña anticorrupción del Gobierno (contra grandes "tigres" y pequeñas "moscas" va dirigida la campaña), ha sido condenado a cadena perpetua por aceptar sobornos, abusar de su poder y filtrar intencionadamente secretos de Estado, en un juicio celebrado sin ningún tipo de anuncio ni presencia del público. Zhou se declaró culpable y no apelará, según ha informado la agencia oficial, Xinhua.

El juicio, según ha informado Xinhua, se celebró el 22 de mayo en la ciudad de Tianjin, al este de Pekín. Este jueves el tribunal Intermedio Número 1 de la localidad ha emitido una sentencia de cadena perpetua. Zhou, de 72 años, también verá sus bienes personales confiscados y se le anularán sus derechos políticos.

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Según el veredicto citado por Xinhua, Zhou fue encontrado culpable de aceptar sobornos por valor de unos 130 millones de yuanes, unos 20 millones de euros. También abusó de su poder para beneficiar a cinco de sus colaboradores, entre ellos unos de sus protegidos, Jiang Jiemin, quien llegó a estar al frente del organismo supervisor de las empresas estatales chinas antes de caer él mismo en desgracia en la investigación abierta contra el ex jefe de los servicios de seguridad chinos. En concreto, Zhou aceptó personalmente dinero y propiedades por valor de más de 700.000 yuanes (unos 110.000 euros) procedentes de Jiang. Fue informado de que su esposa, Jia Xiaoye, y su hijo, Zhou Bin, habían aceptado los restantes 129 millones de yuanes de sobornos, en efectivo y en especie.

Fotografías difundidas por la agencia Xinhua muestran la imagen de un Zhou Yongkang muy envejecido. Su pelo completamente blanco, contrasta con el teñido negro azabache generalizado entre los altos cargos chinos, aunque sí conserva el mismo gesto altivo característico de sus años en la cúspide del poder en China, cuando él y quienes lo rodeaban lo consideraban absolutamente intocable.

Zhou, que con la llegada de Xi Jinping al poder abandonó el Ministerio de Seguridad Pública y su puesto en el Comité Permanente del Partido Comunista, el órgano más alto de poder en el régimen chino, es el cargo de mayor nivel juzgado en el gigante asiático desde hace décadas.

En su declaración final ante los magistrados, Zhou aceptó las acusaciones, según la versión oficial difundida por Xinhua. “Los hechos fundamentales están claros. Me declaro culpable y me arrepiento de mis errores”, indica esa declaración. “Los implicados, que sobornaron a mi familia, buscaban en realidad el poder que yo detentaba, y yo debo asumir la mayor responsabilidad”.

Confesión

“Violé la ley y las normas del Partido sin cesar, y objetivamente mis delitos han dado como resultado graves pérdidas para el Partido y para la nación”, declaró el exministro

Originario de la provincia de Jiangxi, en el este del país, Zhou comenzó su carrera en el sector petrolero, donde llegaría a dirigir la principal empresa estatal del sector, CNPC. Allí comenzó a tender sus primeras redes de contactos políticos y de protegidos que lo apoyarían a lo largo de su carrera.

De allí saltó a la próspera provincia de Sichuan, donde continuó extendiendo su red de contactos como secretario general del partido en la zona. En 2007 llegó al Comité Permanente y se puso al frente de los servicios de seguridad, que bajo su mando adquirieron un presupuesto mayor que el del propio Ejército Popular de Liberación.

Por el camino había forjado estrechos lazos con una estrella en ascenso del partido, Bo Xilai. Bo, otro de los protegidos de Zhou, estaba destinado a ser su sustituto en el Comité Permanente, algo que hubiera prolongado la influencia de Zhou tras su jubilación. Cuando Bo cayó en desgracia en 2012, pocos meses antes de la llegada de Xi Jinping al poder, fue Zhou el único que intentó salvarlo. En ese momento selló su destino.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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