Valls asume el error de haber viajado con sus hijos a ver al Barça
El primer ministro aportará a las arcas públicas 2.500 euros de los 20.000 que costó el trayecto en un avión oficial
El viaje en avión oficial de Manuel Valls y dos de sus hijos para ver la final de la Champions del sábado en Berlín se ha convertido en un gran tropiezo político del jefe del Gobierno. Valls y sus colaboradores han modificado y ampliado la versión de lo ocurrido a medida que se conocían más detalles hasta que este jueves el primer ministro anunció que devolverá al Estado 2.500 euros que corresponderían a billetes normales pagados por sus hijos. “No lo volvería a hacer”, entonó Valls a modo de tardío mea culpa.
El dirigente socialista, que habitualmente presume de un comportamiento riguroso en su función, ha afrontado estos días una avalancha de críticas desde todo el arco parlamentario y desde los medios de comunicación. Incluso de su propio partido, que no ha salido como tal públicamente en su defensa pese a los ácidos comentarios anónimos de algunos de sus diputados.
El partido de Nicolas Sarkozy, Los Republicanos, exigió desde el primer momento que Valls restituyera el coste del viaje, valorado en unos 20.000 euros. El primer ministro, por el contrario, sostiene que se trató de “un viaje oficial” y que no hubo “nada anormal” en la utilización del dinero público porque la incorporación de sus hijos no supuso ningún coste complementario.
No obstante, y “para que no quede lugar a dudas”, anunció, ingresará esos 2.500 euros, cantidad equivalente a dos billetes en líneas regulares de los trayectos París-Poitiers, Poitiers-Berlín y Berlín-Poitiers. “Quiero poner punto final a esta polémica para centrarme en lo esencial”, declaró al inicio de su visita a la isla de Reunión.
Además de acusarle de mezclar lo público y lo privado, la oposición ha destacado incluso su origen español para afearle su conducta. “El primer ministro de Francia [fue] a Berlín para apoyar a España a costa del contribuyente, con sus hijos, con el pretexto de una reunión… familiar?”, escribió en Twitter Nadine Morano, dirigente de Los Rebublicanos, que considera “indefendible” la posición de Valls.
Nacido en Barcelona y seguidor de su equipo de fútbol, Valls no resistió la tentación de acudir el domingo a Berlín pese a que la fecha coincidía con el Congreso de Partido Socialista en Poitiers. El mismo sábado comentó a algunos periodistas que se desplazaría a Berlín porque le había invitado el presidente de la UEFA, el francés Michel Platini, quien confirmó esa invitación. “Tendremos un encuentro, porque dentro de un año acogereremos la Eurocopa. Me reuniré con los dirigentes de la UEFA y asistiré a un buen partido de fútbol”.
Regresó tras el partido a Poitiers y el domingo por la tarde asistió a la final de Roland Garros en París. Ya habían surgido algunas críticas por usar un avión oficial y porque se ponía en duda esa reunión con dirigentes de la UEFA. “Trabajo mucho. Y de cuando en cuando también hay un momento de relajo”, comentó a la cadena BFM en Roland Garros tras reiterar que había hablado con Plantini en Berlín sobre la Eurocopa.
El 77% de los franceses censura el comportamiento del jefe del Gobierno
El lunes, salió en su defensa el propio presidente François Hollande. “Tenía una reunión con la UEFA”, dijo, para añadir que los escándalos surgidos en la FIFA y la Eurocopa 2016 justificaban ese desplazamiento.
La polémica subió muchos decibelios el martes, cuando portavoces de Valls tuvieron que confirmar una noticia de BFM según la cual dos de sus hijos habían viajado a Berlín en el avión oficial, un Falcon de diez asientos. “Había plazas libres y no costó ni un euro más a los contribuyentes”, argumentaron.
Interpelado ese martes en el Parlamento, el primer ministro no hizo referencia a ese detalle: “El deporte es un tema muy importante y el papel del jefe del Gobierno consiste en apoyar esos grandes eventos que vamos a acoger. Seguiré haciéndo lo porque es importante para la imagen del país, la capacidad de atracción, la competividad y el empleo”. “Nada de polémicas y centrémonos en lo esencial”, reclamó.
El miércoles, un sondeo del Instituto Elabe entre más de mil personas indicaba que el 77% de los franceses desaprobaban el comportamiento de Valls. Este jueves, el primer ministro dijo ser “sensible a la reacción de los franceses” y prometió “un comportamiento perfectamente riguroso”. El borrón del viaje le perseguirá mucho tiempo.
Un tropiezo en un momento pésimo
El error de Manuel Valls ha coincidido con tres hechos sensibles que le sitúan en el ojo del huracán. En primer lugar, el Congreso del PS, donde Valls pronunció el discurso principal entre aisladas protestas de sus diputados rebeldes. En segundo, la llegada al Parlamento esta semana de la polémica Ley Macron para liberalizar la economía. Los rebeldes la rechazan y Valls no descarta aprobarla definitivamente por decreto, como hizo al inicio de su trámite. Y en tercer lugar, el martes presentó un plan para abaratar el coste de los despidos entre la general protesta sindical.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.