Muere Tarek Aziz, la imagen exterior del régimen de Sadam
El ex vice primer ministro estaba condenado a la horca por crímenes contra islamistas chiíes
Tarek Aziz, quien fuera el encargado de las relaciones exteriores del régimen Saddam Husein, ha fallecido este viernes de un ataque al corazón, según ha informado el vicegobernador de la provincia de Dhi Qar, en cuya prisión estaba encarcelado. Aziz, de 79 años, había sido trasladado poco antes a un hospital de Naseriya, la capital provincial. Primero como jefe de la diplomacia y luego como vice primer ministro, este cristiano caldeo estuvo considerado la cara amable de la dictadura.
Tal vez eso le animó a rendirse a los ocupantes apenas un mes después de que las tropas de EE. UU. entraran en Irak en 2003. Sin embargo, los estadounidenses terminaron entregándolo a las nuevas autoridades de su país. Fue condenado a morir en la horca en octubre de 2010 acusado de crímenes contra la humanidad por la persecución de miembros de partidos islamistas chiíes; dos juicios previos también le encontraron cómplice de otras matanzas. No obstante, el entonces presidente iraquí Jalal Talabani se negó como era su costumbre a firmar su ejecución.
Aziz había sido compañero de viaje de Sadam desde su juventud en los años cincuenta del siglo pasado, cuando ambos militaban en el entonces clandestino partido Baaz que luchaba contra la monarquía y contra los comunistas. Nacido en una modesta familia cristiana caldea de las cercanías de Mosul (norte de Irak) como Mikhail Yuhanna, cambió su destino cuando decidió estudiar literatura inglesa en la Universidad de Bagdad. Luego también se cambiaría el nombre para arabizarlo.
Fue su dominio del inglés lo que le permitió consolidarse como la cara del régimen para el exterior. Sin embargo, siempre recordaba a sus entrevistadores que había empezado como periodista. Hubiera sido más preciso decir publicista, ya que se encargó de la propaganda del Baaz y, a partir del golpe de Estado de 1968, Sadam le encomendó la dirección del periódico del partido, Al Zaura (Revolución, en árabe). De ahí pasó a ministro de Información y, en 1979, a vice primer ministro, cargo que compaginó con el de ministro de Exteriores entre 1983 y 1991. En esa etapa sufrió un atentado que atribuyó al partido Dawa (islamista chií apoyado por Irán).
Como tal trabajó para ganarse el apoyo de Occidente durante la guerra que Sadam lanzó contra Irán en 1980 y bajo la que logró el restablecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU en 1984. Pero no sería hasta la invasión de Kuwait cuando su imagen se haría conocida del gran público. Fue tal vez la prueba más difícil de su lealtad, ya que según algunos diplomáticos occidentales que le trataron en aquella época, tuvo dudas sobre la oportunidad de aquella operación, en un régimen en que nadie osaba cuestionar al presidente.
El hecho de que fuera cristiano en un país mayoritariamente musulmán no solo daba una adecuada imagen de diversidad, sino que descartaba cualquier posibilidad de que intentara sustituir al líder. Tras su condena a muerte, su abogado y su familia insistieron en que él sólo cumplía órdenes y no tuvo por lo tanto responsabilidad en los crímenes cometidos por Sadam. Aunque es cierto que no fue un actor central, se mantuvo fiel al dictador hasta el final.
Poco antes de la caída de Bagdad, envió a su familia a Jordania, donde todavía viven su esposa, Violet Yusef Nobud, y al menos el mayor de sus cuatro hijos, Ziad. Además, deja otro hijo, bautizado Sadam, y dos hijas, Maysa y Zainab. También le sobreviven dos hermanas que no abandonaron Irak.
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