La ‘perestroika’ nada contracorriente
Los valores del reformismo de Gorbachov mantienen su vigencia en la Rusia actual
La perestroika, el rumbo reformista que Mijaíl Gorbachov lideró en la Unión Soviética hace 30 años, no es una etapa archivada, sino una tarea inconclusa, uno de los varios intentos fallidos a lo largo de la historia de superar el modelo político autoritario. Antes o después, Rusia se verá “obligada a examinar la experiencia de la perestroika, sus ideas y valores” en nombre de su propia modernización y desarrollo.
Esta es una de las tesis del informe que un grupo de expertos rusos ha elaborado bajo la dirección de Mijaíl Gorbachov, exlíder de la URSS (1985-1991), y Alexéi Kudrin, exministro de Finanzas de Rusia (2000-2011). El documento, 1985-2015: Los valores de la perestroika en el contexto de la Rusia actual, se presentó el 28 de mayo en la fundación Gorbachov. Asistieron sus autores y el mismo Kudrin, pero no Gorbachov, que se mantuvo al corriente del debate desde la clínica moscovita donde está internado por sus achaques de salud. El artífice de la perestroika tiene 84 años.
El término perestroika fue acuñado en mayo de 1985 en Leningrado (hoy San Petersburgo), destino del primer viaje de Gorbachov como secretario general del PCUS (el Partido Comunista de la Unión Soviética), según recordó Olga Zdravomyslova, directora ejecutiva de la fundación. El nuevo líder sorprendió a sus conciudadanos charlando con ellos en plena calle. Todos, les dijo, él incluido, debían “transformarse”, es decir, hacerse la perestroika.
En plazas y fábricas Gorbachov habló de “acelerar el desarrollo económico”, abogó por introducir tecnologías modernas en la producción y dijo que los políticos debían representar a la sociedad.
El exlíder soviético se considera un socialista. Kudrin, en cambio, es un liberal que dejó el Gobierno por sus roces con el actual primer ministro, Dmitri Medvédev. La redacción del informe bajo el patrocinio común de la Fundación Gorbachov y el Comité de Iniciativas Ciudadanas que dirige Kudrin indica que ambas entidades, al margen de sus discrepancias ideológicas, encontraron un terreno común en la búsqueda de “una estrategia moderna para Rusia y su futuro”. En los dos últimos siglos hubo muchos intentos, desde Alejandro II hasta Gorbachov, pasando por Nikita Jruschov.
La perestroika nada hoy a contracorriente. En 1985 comenzaban a caer los tabúes y aparecían los brotes de lo que sería la glasnost (transparencia informativa). Hoy, el proceso es inverso. El jueves, mientras los expertos debatían sobre la perestroika, las webs informaban del decreto del presidente, Vladímir Putin, que convierte en secreto de Estado los datos sobre el número de bajas militares en tiempo de paz, lo que se interpreta como un intento de silenciar las cifras de muertos rusos en Ucrania. También se silenciaban en la URSS las cifras de muertos del contingente militar soviético en Afganistán (1979-1989), pero con Gorbachov los medios pudieron hablar de los sufrimientos y las tumbas de los soldados enviados a cumplir una “misión internacionalista”.
La perestroika no fue importada, sino que “maduró” en la sociedad soviética, afirma el documento. “Los reformadores cometieron errores y se equivocaron”, reconoce, “pero lucharon por la renovación de la vida política y social mediante la transparencia y la democratización, por la construcción de un Estado de derecho, la superación de la herencia del totalitarismo estalinista, la confrontación con el mundo exterior y el fin de la guerra fría”. Los reformadores no habían previsto que la URSS se desintegrara, admiten.
Frente a los valores geoestratégicos tradicionales, el llamado “nuevo pensamiento” daba prioridad a los “valores humanos universales”. Desde el punto de vista de la “lucha geopolítica por el liderazgo mundial”, la aceptación de la unificación de Alemania, la retirada de tropas de los países del Pacto de Varsovia y la renuncia a la injerencia en los asuntos de Afganistán se veían como un abandono de posiciones. Pero “desde el punto de vista de la prioridad de los valores humanos universales”, resultaba una “política absolutamente nueva, moderna, realista y racional”.
Pervivencia de los problemas
La perestroika redujo “radicalmente” el peligro de un conflicto nuclear global, lo que “liberó enormes recursos que pudieron haberse utilizado para el desarrollo económico, social y cultural del país”. Aquel enfoque “contrasta con lo que se ve hoy”, cuando “el actual déficit de nuevo pensamiento comporta una nueva amenaza para la humanidad y multiplica los riesgos políticos y económicos”.
Según el informe, Rusia tiene “un régimen político personalista con instituciones inestables” en función de las necesidades de la clase en el poder. El modelo “paternalista autoritario” basado en las rentas del petróleo está en crisis y la élite dirigente es “incapaz de proponer una nueva estrategia de desarrollo del país”, aunque pretende ejercer su “monopolio del poder y la propiedad por todos los medios, incluidos los represivos”. De seguir así, Rusia va hacia el “aislamiento que, en la época de la globalización, se transformará en un retraso crónico”.
“Rusia ha llegado al siglo XXI con los mismos problemas con los que inició el ciclo de transformaciones a mediados de los ochenta. Esto supone que es inevitable una nueva etapa de profundas reformas democráticas”. Estas reformas serán estimuladas por los mismos problemas que espolearon la perestroika, a saber, “ineficacia y retraso del modelo político, retraso económico y tecnológico, relaciones arcaicas entre Estado y sociedad e incremento a niveles peligrosos del enfrentamiento internacional”.
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