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Guennadi Moskal | Gobernador de Lugansk

“Putin ha destrozado la UE, que ha sido impotente”

El presidente ruso ha hecho "una pausa", pero "necesita más", opina Moskal

Pilar Bonet
Guennadi Moskal, el lunes en una visita al frente, en una foto suministrada por el Gobierno de Lugansk.
Guennadi Moskal, el lunes en una visita al frente, en una foto suministrada por el Gobierno de Lugansk.

Ucrania debe invertir en sus regiones del Este si quiere recuperar el control del territorio hoy dominado por los insurgentes separatistas, dice Guennadi Moskal, jefe de la administración civil y militar (gobernador) de la provincia de Lugansk. "Necesitamos dinero. Si no lo hay, estaremos mucho tiempo en guerra", afirma el funcionario de 64 años en una entrevista realizada por EL PAÍS en un recorrido por el frente, entre la zona gobernada por Kiev y la controlada por los separatistas apoyados por Moscú. General de la policía y veterano político, Moskal fue responsable de Interior en Crimea en dos ocasiones. En septiembre, regresó a Lugansk, donde ya fue gobernador de 2005 a 2006. Se instaló en la localidad de Severodonetsk, pues Lugansk, la capital de la provincia, está en el territorio "ocupado".

Moskal apunta hacia la franja de vegetación tras la cual están los insurgentes. "Los de ahí enfrente vendrán cuando vean que aquí se vive mucho mejor y dejarán a Igor Plotnitski [el líder de la autodenominada República Popular de Lugansk o RPL] y un par de idiotas como él, hasta que los servicios secretos rusos los exterminen". El 23 de mayo, en la RPL pereció asesinado Alexéi Mozgovói, guerrillero díscolo y jefe del batallón Prízrak.

Disparos en el frente

Pilar Bonet / Ródina

Moskal, vestido de traje y corbata, va al frente en un auto corriente, sin escolta y sin avisar. Resulta más seguro. "Si supieran que voy, podría ser peor. Estoy en las listas negras", explica.

En varios puestos de vanguardia en torno al pueblo de Rodino, visitamos a los combatientes ucranios. Sus responsables pertenecen a distintos cuerpos (policiales, de seguridad y militares), incluido el batallón Aidar, formado por voluntarios y sometido hoy al Ministerio de Defensa. Frente a ellos, a centenares de metros de distancia, están los insurgentes de la República Popular de Lugansk, y en la retaguardia separatista, la ciudad de Pervomaisk.

Los puestos llevan todos ellos el nombre de Zolotoe (en recuerdo de la mina de carbón cerrada que fue centro de la comarca) y se identifican con un número. Media hora antes de nuestra llegada, Zolotoe 4, el puesto más avanzado, custodiado por el batallón Aidar, ha sido tiroteado y cuatro personas han resultado heridas, informan los soldados, y muestran los impactos de la metralla. En el único puesto abierto al tránsito entre las dos zonas enfrentadas, se escucha el ruido de un lanzagranadas, y los soldados nos obligan a marcharnos de inmediato. Al día siguiente, martes, en Zolotoe 4 un miembro de Aidar pereció a consecuencia de un disparo.

El objetivo del viaje, inspeccionar los daños causados por el tiroteo a un depósito de agua, no se cumple, pero Moskal habla con civiles y militares. Del otro lado del frente llega un camión de ayuda humanitaria noruega. En Rodina hay tres camiones abandonados después de que sus conductores huyeran al ser acusados de contrabando. El alcohol está prohibido, y en el colmado el tendero asegura que no tiene ni vodka ni cerveza. Moskal se asoma al frigorífico: "¿De cuándo es este pollo?", inquiere. "De la época soviética", contesta con sorna una parroquiana. "¿Cómo va la vida?", pregunta a unas mujeres. "Regular. Disparan", dicen ellas. "¿Quién dispara?". "No sabemos".

Las mujeres están preocupadas por el suministro de carbón para calentarse en invierno, pues la mina en la cual lo obtenían quedó tras la línea de frente. La tendera se queja de que en el puesto fronterizo no le dejan transportar mercancías porque no tiene aún el pase para el coche. "Prometa que la guerra se acabará pronto", le pide una anciana de rostro fatigado. "Llamen a Putin, mándenle un telegrama y díganle 'Vladímir Vladimirovich, acabe con esto", contesta el gobernador.

"Mozgovói no quería someterse a la vertical de poder que construye la denominada RPL", dice, y continúa: "La época de gente como él ha pasado. Rusia quiere mostrar que los dirigentes de las autodenominadas repúblicas populares [la RPL y la República Popular de Donetsk] son personas con las que se puede negociar y se liberará de quienes han hecho ya su trabajo sucio", afirma.

Opina Moskal que "si no fuera por la ayuda rusa, de los insurgentes no quedarían ni las alpargatas". "La región se ha convertido en un polígono para deshacerse del equipo bélico y explosivos obsoletos". "A Rusia le resulta hoy más barato mandarlos que desguazarlos y desactivarlos. El equipo, los instructores y las tropas procedentes de Rusia son la base de poder de los separatistas. Todas las operaciones militares importantes se prepararon en la filial del Estado Mayor situada en Rostov del Don (Rusia)", dice. "Yo creería en los acuerdos de Minsk, si los rusos se llevaran a sus instructores y abandonaran a los insurgentes, pero nadie se va y las tropas rusas se relevan de forma regular. Rusia ha escondido las armas de más de 100 milímetros en escuelas, hangares, depósitos ", afirma.

Según el gobernador, "Putin ha hecho una pausa", pero "necesita más". "Creo que aún hay bocados sabrosos que [Putin] quisiera arrebatarle a Donbás", dice. "Todos estamos a la espera a ver qué decide el zar Putin. Todo está a punto para el combate y si mañana [Putin] se levanta y dice adelante, [los rusos] avanzarán", añade.

"Putin ha destrozado la UE, que ha resultado ser impotente", opina Moskal. "Países vecinos como Hungría o Eslovaquia comienzan a pensar igual que Putin, y otros se inclinan hacia Rusia por razones económicas", afirma. "Con los lobbistas que Rusia tiene en la UE no creo que llegue a ver en mi vida el ingreso de Ucrania en esta organización", exclama.

A la zona controlada por Kiev en Lugansk han llegado 200.000 desplazados, a los que el Estado paga 443 grivnias (19,4 euros) al mes. Moskal no acepta que se culpe a Ucrania de desamparar a los civiles más débiles, como ancianos e inválidos, en la zona separatista. Para él, los residentes en los "territorios ocupados" son responsables de su propia suerte. "Los dirigentes separatistas no hubieran podido tomar el poder sin el apoyo de la población local", dice el gobernador. Moskal reconoce el "estado de ánimo prorruso" en la región.

"La población local tiene fuerza para pegar a nuestros presos por la calle, pero no para oponerse a las autoridades. ¿Acaso debo llevarles galletas y chocolate, yo que puedo verme también en la situación de esos presos?", dice refiriéndose a los soldados ucranios obligados a dar un humillante paseo por Donetsk. "Si la población quiere vivir con esos dirigentes, que sean ellos los que la vistan, la alimenten, le den la pensión para que puedan ir a mítines, referendos y desfiles. Pero, si [a la población] no le gustan, puede rebelarse y, si se rebela, la ayudaremos. Quienes tomaron el poder son responsables ante la sociedad que creyó en ellos y, si no son capaces, que se rindan, que echen a los rusos y que entreguen las armas. ¿Acaso la Unión Soviética mantenía a la población de los territorios ocupados por Hitler? Moldavia no alimenta al Transdniéster y Georgia tampoco alimenta a Abjazia y Osetia del Sur".

"Donbás fue el feudo del partido de las Regiones, que indispuso a la gente contra la llamada 'junta de Kiev" y luego no pudo contenerla. "Les dijeron que la OTAN tomaría Lugansk y que serían esclavos de los europeos y, por desgracia, esta primitiva ideología caló en la sociedad". Moskal quiere trabajar en la provincia hasta "estar seguro de que entraremos en la ciudad de Lugansk". "Si pierdo esta esperanza, me iré de inmediato", afirma, y aclara que su fin es "entrar en el edificio" donde trabajó. "Quiero ser uno de los primeros en llegar. Me compraré una alfombra roja, sobre ella entraré en el despacho donde trabajé y echaré a Plotnitski por la ventana".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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