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Nepal teme la época de lluvias un mes después del desastre

Tres millones de personas permanecen aún sin un techo fijo donde refugiarse

Un niño come arroz en un campo de refugiados nepalíes.
Un niño come arroz en un campo de refugiados nepalíes.AFP

Un mes después del potente terremoto que asoló Nepal, las autoridades y las organizaciones que trabajan sobre el terreno para atender a las víctimas observan con inquietud la llegada de la época de lluvias. En menos de tres semanas, se iniciarán las tormentas del monzón, que, además de dificultar las comunicaciones, bloquear los puntos de suministro de agua y complicar la asistencia humanitaria, podrían traer consigo graves brotes de enfermedades, entre ellas el cólera.

El Gobierno y las ONG se movilizan ahora para buscar refugio a las 600.000 familias (unos tres millones de personas) que se han quedado sin vivienda. Las autoridades contabilizan ya 8.500 muertos y unos 16.808 heridos en la catástrofe. Además, puede haber unos ocho millones de damnificados, porque además de ese primer terremoto y un segundo dos semanas después —que causaron los mayores destrozos—, se han producido unas 200 réplicas — algunas de ellas hasta de seis grados— en Nepal desde el 25 de abril.

Ayer, un corrimiento de tierra provocado por esos continuos temblores bloqueó el cauce del río Kali Gandagi a su paso por un pueblo a unos 140 kilómetros al noroeste de Katmandú, y obligó a desalojar varias viviendas por miedo a inundaciones. “A un mes del terremoto el desastre está muy lejos de acabar”, asegura la directora regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Poonam Khetrapal.

Algunas zonas en las montañas están aún incomunicadas porque los pasos quedaron cerrados por las avalanchas y por las grietas que crearon los temblores. “Nuestra casa en las montañas se desmoronó con el primer temblor. Por eso llegamos a Katmandú. Aquí rentamos un piso, pero el segundo temblor lo dañó tanto que quedó inhabitable”, cuenta Sita Adhikari. Esta mujer originaria del distrito de Gorkha, donde fue el epicentro del primer seismo, ahora acampa con su esposo y tres hijos en un campo de golf cercano al aeropuerto de la capital.

Las operaciones de rescate y ayuda han sido muy difíciles por las características geográficas del país, donde se encuentran ocho de los 14 picos más altos del mundo. “Las operaciones contra el ébola en África Occidental fueron complicadas, pero distribuir la ayuda en Nepal ha sido diez veces más difícil”, asegura Richard Ragan, coordinador de Emergencias del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés). Este organismo de la ONU, que además coordina toda la logística de la operación humanitaria, ha repartido alimentos a 1.9 millones de personas.

La segunda fase atenderá a un millón de personas, los más afectados. A algunos se les dará alimentos, pero a otros, donde los mercados ya están funcionando, se les hará transferencias de dinero con el fin de rehabilitar la economía y ayudar a la normalización de la vida cotidiana, explica Ragan. “Daremos 80 dólares por familia y ellos, a cambio, tendrán que hacer algún trabajo menor: reconstruir sus casas o limpiar los campos de cosecha. Este trabajo lo harían de cualquier forma, pero el gobierno no quiere crear dependencia”.

Faltan meses, según los especialistas, para que se pueda hacer una contabilidad más o menos fiable de todos los daños materiales de los temblores. También hay otros daños todavía más difíciles de contabilizar. UNICEF han alertado que los niños sufren crisis emocionales.

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