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“Los judíos somos nuestra historia”

El ensayista publica su obra más personal: el recuento de las visicitudes de su pueblo a través de los siglos

Pablo Guimón
David Levenson (Getty Images)

Simon Schama (Londres, 1945) se disculpa: está preso de la inspiración. Aporrea sin piedad durante diez minutos más las teclas de su Mac portátil, produciendo un tintineo con sus múltiples pulseras de oro y plata. Al fin levanta la vista. Sonríe y estrecha amigablemente la mano del interlocutor al que ha citado en el animado café de un hotel del Soho londinense. La imaginación de este historiador británico, catedrático de Columbia, está ahora al servicio del retrato, disciplina a la que va a dedicar su siguiente proyecto. “Tiene que ver con lo que usted y yo estamos haciendo ahora: mirar”, explica. Antes ha estudiado el paisaje, la Revolución Francesa y la historia británica, entre otros temas. Pero quizá su proyecto más personal sea La historia de los judíos, monumental libro de dos tomos (el segundo está aún por ver la luz) y una serie de televisión de cinco capítulos para la BBC. La primera parte del libro, que abarca desde 1000 antes de Cristo hasta 1492, se publica ahora en España (Debate). Con su particular estilo, más narrativo que académico, traza un apasionado relato de su cultura dirigido principalmente, explica, a los no judíos. Lo cuenta después de pedir al camarero otra copa de pinot noir neozelandés.

Pregunta. La imaginación judía, dice una mujer en su documental, es paranoia confirmada por la historia.

Respuesta. Es cierto. Somos una cultura con la maleta preparada. Asumimos que nos vamos a mover. Pero si encontramos un lugar donde quedarnos durante generaciones, empezamos a tener una relación muy fructífera con el mundo no judío. En España fue cierto durante cientos de años. Cuando estuve en Córdoba rompí a llorar. La España cristiana e islámica era parte del ADN de cada judío. No eran buscadores de asilo que fueron rechazados y expulsados.

P. Ni el color, ni la cultura, ni el lenguaje… ¿Qué tienen en común los judíos?

R. Hay dos cosas especiales. Que han durado más de 3.000 años y que tienen una historia muy dramática que contar. Esas dos cosas se unieron en cómo cuentan su historia para sobrevivir. Los judíos somos nuestra historia. La identidad se construye alrededor de una historia común y una ética, más allá de la destrucción de sucesivas entidades políticas. La destrucción no es única de los judíos, lo que sí es único es sobrevivir a la catástrofe una y otra vez.

P. ¿Esa expansión por épocas, razas y países convierte al judaísmo en una narrativa para contar la historia de la humanidad?

R. Es el prisma de la experiencia judía. Cómo vives en un mundo cosmopolita, cómo vives cuando no estás en una nación Estado. Estados Unidos es único porque no se construyó sobre una identidad tribal, por eso ha sido bueno para los judíos. Se construyó sobre una idea intelectual y sobre la inmigración.

P. ¿La historia de los judíos es la de preservar su identidad en un mundo no judío?

R. Sí. Y eso es un cálculo delicado. Si eres un inquilino fantástico, puedes desaparecer absorbido. Los chinos judíos estaban tan bien integrados en la China clásica que de alguna manera desaparecieron.

P. ¿Un dios sin imagen pero con voz ha ayudado a la supervivencia?

R. Lo que se va siempre son las instituciones de poder. Pero la cultura judía es portátil.

P. Usted nació después de una guerra que arrasó sus dos culturas.

R. Nací en 1945. Sabía ya a los nueve o diez años que dos historias habían resultado muy dañadas por la guerra. Una es la británica. En la casa en la que nací en Londres, los edificios a cada lado fueron arrasados por cohetes V2. Lo cual me dio una idea de la buena suerte y de la contingencia de la condición humana. Creo que la buena historia, y no digo que yo la escriba, tiene un fuerte sentido de la suerte. La locura aleatoria detrás de todo. Crecí en un Londres en ruinas aún humeantes. Y en la historia judía, claro, había humos de otro tipo. Las dos han sobrevivido. Nunca he sido un historiador escapista. Cuando era estudiante, nos decían que no debes unir tu presente a la historia de la que estás escribiendo. Yo nunca lo creí del todo. Me gusta la idea de que somos parte de una historia que nunca muere, un pulso, un latido. No me gusta la historia que viene en un lenguaje formal. Para mí, la historia es importante y peligrosa.

P. ¿Qué tipo de judío es? ¿Es usted creyente?

R. No soy de los que van por ahí con la barba larga diciendo a todo el mundo lo que debe hacer. No soy ese tipo de creyente. Aunque, como Spinoza, tampoco soy un ateo. Y voy a la sinagoga a menudo. Creo en algún tipo de causa primera. Creo en la integridad de la ética que fue entregada a los judíos, al margen de la mitología alrededor de esa entrega. Y me gusta el lado religioso de las cosas, sin creer cada palabra.

P. Se define como sionista y defensor de la solución de dos Estados.

R. Soy sionista, y odio que se haya convertido en sinónimo de un neofascismo censurable. Soy un sionista apasionado partidario de dos Estados. Ahora se habla de que esa vía está muerta y enterrada. Pero solo lo está si no luchamos por ella. Busco sin remordimientos un Estado palestino y un Estado judío. Soy desvergonzado en mi claridad.

P. Usted ha sido muy crítico con Netanyahu.

R. Siempre lo he sido. Preferiría tener al viejo Ariel Sharon, un monstruo en muchos sentidos, pero que tenía el coraje de sus convicciones. Netanyahu es un pragmático cortoplacista y un irresponsable estratega al largo. ¡Es tan maquiavélico! Otros que están a la derecha más extrema, como Sharon, tuvieron visión a largo plazo. Querían una democracia judía que sobreviviera, y no va a sobrevivir como Estado imperial anexionando una enorme población palestina. Si no le hubiera dado un infarto cerebral, y créame que no soy un fan de Sharon, podríamos tener un acuerdo de paz ahora.

P. ¿Cuál es el mayor obstáculo para lograrlo?

R. Benjamín Netanyahu, de entrada. Hay dos fanatismos, uno islámico y uno judío. Este ha sido un debate desde principios del siglo XX. O tienes una visión de que toda el área de Palestina y Tierra Santa es la tierra de dos pueblos que debe ser compartida, o crees que es la tierra de un pueblo y una religión. Los judíos más locos creen que ha sido entregada por Dios, y los más locos de Hamás creen que Israel es una anomalía monstruosa, porque no saben nada de historia judía. Esas dos actitudes son catastróficas. Lo que me angustia es que el caso por la coexistencia no se defiende con claridad y fuerza.

P. ¿Qué se puede hacer?

R. La historia de la lucha por lugares de creencias compartidas debe ser enseñada a los niños. Debe hacerse tan cautivadora como la historia que dice lo contrario. Los niños deben crecer excitados por la posibilidad de tener vecinos que no se parecen a ellos, que no van a los mismos centros de culto, que no tienen el mismo color de piel. Sucede por ejemplo en Londres.

P. Sin embargo, hay niñas londinenses que van a la yihad a combatir esa sociedad tan integradora.

R. Es insurrección y sumisión al mismo tiempo. Es sobre la emoción de la desobediencia. La idea de que una decapitación con un cuchillo de cocina pueda encender a alguien es aterradora. Para las chicas hay un feminismo desafiante y perverso en decir que quieren ser esclavas yihadistas.

P. ¿Una historia escrita de los judíos puede ayudar a los no judíos a comprenderlos?

R. Esa era mi intención. La historia de los judíos para el resto del mundo esta dominada por el Holocausto y el conflicto palestino-israelí. Pero hay otra historia muy rica por la que me gustaría que se interesaran.

P. Lo que han vivido los judíos es una más intensa expresión de la adversidad que han sufrido otros colectivos. ¿Conocer la historia de los judíos les puede ayudar a entender sus propias adversidades?

R. Los que fueron convertidos en humo volaron en el viento. Pero hay muchos testimonios del sufrimiento más extremo. La gran historia de los judíos es ser capaces de escribirla, ponerle forma, aunque sea insoportable. Es una manera bella de decir: “Viviré, resistiré”.

P. Había descartado el proyecto antes. ¿Qué le lleva a aceptarlo cuando se lo propone la BBC en 2009?

R. Recibí una llamada de un ejecutivo de la BBC y me dijo: “Tengo una idea que odiarás o amarás”. No le devolví la llamada, pero sabía que tenía que hacerlo. Fue como si mi madre, entonces muerta, me lo propusiera. Por complicado y doloroso que fuera, debía intentarlo. Las últimas palabras que me dijo mi padre antes de morir en 1978 fueron: “Sé valiente”. Yo no podía volver a mis creadores habiendo rechazado esto.

P. ¿Cree que hay un nuevo antisemitismo en Europa?

R. Es diferente en cada lugar. En Reino Unido, entre los intelectualoides es un problema. Han transformado su odio a Israel en un odio a los judíos que controlan los medios, los lobbies, etcétera. Pero no es el caso de la inmensa mayoría de la gente en Reino Unido. Ni siquiera en comunidades islámicas. Francia es más difícil. Mucho tiene que ver con la culpa poscolonial.

P. ¿Es optimista sobre el futuro con cohabitación?

R. No, en absoluto. No creo que suceda en mi vida, pero ya tengo 70 años. Por defecto soy optimista, pero en esto no lo soy. Es maravilloso cuando cumples 70, que ya te importa una mierda agradar a nadie. Solo haces lo que está bien y lo que te da placer. Es como ser un adolescente de nuevo, aunque muchos de mis amigos dicen que no he dejado nunca de serlo.

P. ¿Qué son esas cosas que le dan placer?

R. Tengo un coche deportivo muy reprensible socialmente, naranja brillante. Solo escucho hard rock, que le jodan a la música de cámara. No juego a golf. Y me gusta bailar, lo cual da mucha vergüenza a mis hijos. ¡Qué demonios!

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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