“La política nacional está sobredimensionada”
El profesor de la Universidad de Georgetown publica 'El gobierno mundial de los expertos'
Existe un error de enfoque en la cobertura mediática de la actualidad, según el politólogo Josep Colomer. Las políticas nacionales monopolizan buena parte de las energías cuando, cada vez más, el poder está en otro lugar que en las sedes de gobiernos y los ministerios. ¿Dónde?
Colomer, profesor de economía política en la Universidad de Georgetown en Washington, responde a esta pregunta en su último ensayo, El gobierno mundial de los expertos (Anagrama, 2015). El título, seco y descriptivo, da la repuesta. El politólogo catalán sostiene que el gobierno mundial ya está aquí y que los expertos —no los políticos electos ni los partidos— tienen la llave.
Cuando Colomer habla de gobierno mundial, no se refiere a un poder en la sombra, ni a una instancia al estilo del Club Bilderberg u otras teorías conspirativas. El gobierno mundial, tal como él lo concibe, tiene múltiples facetas, carece de un líder único, y es generalmente benévolo, transparente y democrático. No es una utopía ni una distopía sino una realidad con la que cualquiera que viva y trabaje en Washington —la capital oficiosa de este gobierno mundial— se topa a diario.
“Hay más gobierno mundial, en gran parte de los expertos, de lo que se acostumbra a aceptar o a saber”, dice durante una conversación en su despacho de Georgetown. “Y esto, desde Washington se ve bastante claro”.
PREGUNTA: ¿Qué ha visto en Washington?
RESPUESTA: Llegó un momento en que estaba un poco cansado de hablar de lo que los estados ya no hacen, de que la soberanía ya no existe como antes, de que las políticas domésticas están sobredimensionadas porque muchas cosas se deciden en la Unión Europea y en instituciones globales. Y me dije: “Vamos a ver qué se hace realmente en el ámbito global”. Washington es el gran secreto, incluso para los americanos. La mayoría de americanos viene una vez en la vida a Washington para ver los monumentos, y piensa que esta es una ciudad de políticos y pundits [comentaristas, tertulianos, analistas] y abogados. Y, sobre todo, las instituciones globales, aquí, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), los bancos regionales son un gran misterio.
P: ¿Qué es el gobierno mundial?
R: El gobierno mundial, como superestado, no existe. No hay un superestado soberano de ámbito mundial ni seguramente existirá nunca. Y muy seguramente no es deseable que exista. Lo que sí hay es una red de instituciones diversas. He contado 36 que se pueden considerar de ámbito mundial. Cada una sobre diferentes temas, especializadas. Cada una con distintas reglas de representación de los países, porque cada tema requiere distintos procedimientos para ser eficiente.
P: ¿Quién controla al gobierno mundial?
R: Lo que me impresiona es la eficiencia interna del Banco Mundial y el FMI. La Organización Mundial del Comercio es un fracaso. Pero mi argumento es que es un fracaso porque tiene las reglas equivocadas. Por encima de esto, y de las Naciones Unidas, y de la Organización Internacional del Trabajo, está el G-8, que vuelve a ser G-7 [tras la marcha de Rusia]. El G-5 [formato original del foro] al principio era puramente para finanzas. Ahora hablan de todo: de finanzas, de enviar tropas a Libia o Oriente Medio, del cambio climático, de energía. Mi pregunta, cuando asistí a reuniones preparatorias del G-8 en Washington, era: “¿Cuál es la agenda del G-8, del G-7?” La respuesta siempre era la misma: “Cualquier problema doméstico se puede convertir en un problema global que nosotros tenemos que abordar”. Por tanto no hay límites. Es un gobierno mundial en el sentido de que incluye todos los temas.
P: El caso de Rodrigo Rato, ex director gerente del FMI, que se suma al de su sucesor, Dominique Strauss-Kahn, ¿no ponen en cuestión la eficacia en la selección de los organismos internacionales y su credibilidad?
R: Hablo de Rato en mi libro. Las dimisiones de Rato, junto con las de Paul Wolfowitz en el banco y de Strauss-Kahn en el fondo, son ejemplos de accountability o rendimiento de cuentas, de cómo los más altos directivos de las organizaciones globales pueden ser sustituidos por ineficiencia o deshonestidad. Muchos altos cargos de gobiernos estatales y locales deberían tomar ejemplo de esto.
P: ¿Existe la democracia fuera del estado tradicional?
R: Siempre he dicho que la democracia no es el estado. Una cosa es el estado, que puede ser democrático o no. Y otra, la democracia, que puede estar en un estado o en muchas otras cosas: en una ciudad, en una organización de vecinos o en un colegio profesional o en el Parlamento Europeo. La democracia es un principio muy general que puede ser compatible con muchas otras formas de organización política. La democracia significa libertad, cumplir la ley y un gobierno con consentimiento [de los gobernados]. Esta es la tradición más clásica. Si vas a Atenas, ahí no había partidos políticos, ni elecciones, y la gente decidía las cosas concretas en una asamblea, como una asociación de vecinos. Después se selecciona a unos delegados para cumplir las decisiones de la asamblea. Y la selección no tiene por qué ser con elecciones o partidos políticos. Y después esta gente rinde cuentas. En este sentido, la democracia moderna del siglo XVIII o XIX fue una pérdida, porque la gente ya no toma las decisiones: elige a unos representantes para que en nombre de los ciudadanos tomen sus decisiones, que no tienen por qué ser, y muchas veces no son, las de las campañas o promesas electorales. Hacen lo que quieren: no hay mandato imperativo [las promesas y los programas electorales no son jurídicamente vinculantes]. El único rendimiento de cuentas es postelectoral, a posteriori, a través de las siguientes elecciones, y entonces volverán a tener la misma libertad de acción. En el ámbito global, no hay partidos políticos pero sí mandato imperativo. Esto me parece importante. Los altos funcionarios de estas organizaciones sí tienen un mandato de la propio organización, de cumplir unos objetivos y unas políticas, y tienen que rendir cuentas.
P: ¿Es el gobierno mundial un retorno a la democracia griega?
R: Hay alguna conexión, porque hay una decisión previa sobre las políticas sustantivas y después un rendimiento de cuentas sustantivo sobre si se han cumplido o no, sin la confianza que se otorga a los representantes al darles la libertad para que actúen en nombre de los ciudadanos.
P: ¿Puede haber democracia sin elecciones?
R: Sin partidos políticos, seguro.
P: ¿Y sin elecciones?
R: Hay un apéndice en el libro sobre cómo sería una asamblea mundial, que creo que es viable, porque si miras la India, incluso el Parlamento Europeo o Estados Unidos, ahí hay centenares de millones de personas participando en unas elecciones. No sería tan difícil hacerlo. Sería viable, pero no suficiente. Sería una representación directa, pero la representanción indirecta evidentemente es muy importante y es la que existe más o menos con los votos ponderados de diversos países según la población, la contribución y el interés en el tema. En los últimos veintipico años ha mejorado mucho: las organizaciones globales son mucho más potentes, más eficientes y más transparentes en el sentido de rendir cuenta de lo que hacen, más que nunca. Y muchas veces más que los estados.
P: ¿Es deseable gobernar un estado democrático sin partidos, sin elecciones?
R: En un estado la agenda siempre está abierta. Sempre hay nuevos temas no resueltos, en los que el mandato imperativo no puede aplicarse porque no sabemos cuál es la política correcta: no hay consenso. Y hay que combatir la autoreproducción de la clase política para evitar que se convierta en una oligarquía. Por tanto debe haber una apertura a la competencia política. Incluso los representantes democráticos del G-7 y las juntas del banco o del FMI se basan en esto: han pasado por elecciones. Es básico en el sentido literal: es la base. Esto es la base, pero no la cúpula. Y la cúpula toma muchas decisiones sobre esta base pero va más allá.
P: Los estado-nación siguen fuertes y con ganas de ser fuertes. Ningún estado nación va con entusiasmo hacia un gobierno mundial.
R: Pero son los que participan en él: el G-7 son estados nación. La política nacional está sobredimensionada. Toda esta propaganda permamente, la campaña permanente, la obsesión mediática con la política de cada país, este tener cada 80.000 noticias sobre lo que hacen los políticos y los partidos, es desproporcionado respecto a la capacidad real de toma de decisiones importantes que tienen, porque es mucho menor que antes. Del gobierno mundial y de la Unión Europea hay mucha menos información de la que tendría que haber proporcionalmente a su importancia. La resistencia es en gran parte retórica, pero en la práctica ceden, han cedido los poderes de una manera impresionante.
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