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El Asad, lo malo conocido ante la amenaza del Estado Islámico

La sugerencia del secretario de Estado Kerry de negociar con el presidente sirio una salida política levanta una polvareda entre los rebeldes moderados y los aliados de EE UU

Juan Carlos Sanz
Una mujer ante un cartel de El Asad en Damasco.
Una mujer ante un cartel de El Asad en Damasco.L. B. (AFP)

Cuatro años después del estallido de la rebelión contra el régimen de Bachar el Asad, la guerra civil de Siria es ya un conflicto de alcance internacional. Más de 220.000 muertos. Cuatro millones de refugiados en los países vecinos. Unos 11 millones habitantes, casi la mitad de la población, desplazados de sus casas por los combates. Cerca de 650.000 atrapados en áreas asediadas por el Ejército o las milicias rebeldes… Esta es el paisaje del escenario trágico donde las naciones suníes y chiíes libran la batalla de la hegemonía regional. Al amparo de esta guerra entre las dos grandes ramas del islam ha surgido la amenaza del califato del Estado islámico (EI).

El terror yihadista desborda ya el espacio del conflicto y se proyecta su terror hacia el resto del mundo, como se comprobó en París en enero y esta misma semana en Túnez. Integradas por unos 50.000 combatientes --con auténticas brigadas internacionales de 12.000 extranjeros en sus filas (2.500 procedentes de países occidentales—las fuerzas del Estado Islámico controlan un territorio que se extiende desde el noreste de Siria hasta el vecino Irak.

“Por encima de cualquier otro asunto, el EI es la máxima preocupación ahora en la zona”, reconocen en Israel fuentes diplomáticas conocedoras de la situación en Oriente Próximo. Precisamente cuando se cumplía el cuarto aniversario de la guerra en Siria, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, declaraba hace una semana a la cadena de televisión estadounidense CBS que está trabajando para volver a poner en marcha una salida diplomática al conflicto en Sitia, pues “no hay una solución militar”.

---“¿Está dispuesto a negociar con él [El Asad]?”, le preguntó la entrevistadora.

---“Bueno, al final tendremos que negociar”, replicó el jefe de la diplomacia norteamericana.

La acción coordinada de los rebeldes kurdos y árabes consiguió desalojar a las fuerzas yihadistas de la ciudad de Kobane

Sus palabras levantaron de inmediato una polvareda internacional, sobre todo entre los sectores moderados de la oposición siria y los países aliados de EE UU. Poco antes, el director de la CIA, John Brennan, ya había advertido de que el colapso del régimen podría empujar al EI a ocupar el vacío de poder. Los portavoces del Departamento de Estado se apresuraron a matizar sus palabras y recordaron que Kerry había proclamado el pasado febrero: “No hay lugar para un dictador brutal como El Asad”.

¿Ha cambiado la posición de EE UU sobre el dictador? Al parecer, sólo se quería hacer hincapié en necesidad de presionar a Damasco para que acepte el diálogo. Los medios de comunicación no se hicieron eco de final de la declaración de Kerry, donde, según destaca el analista Aron Lund, se fija una clara condición. “La negociación se producirá en el marco del proceso de Ginebra”, había dicho el secretario de Estado, en referencia al comunicado de junio de 2012 suscrito en la ciudad suiza por las grandes potencias y el propio régimen de El Asad. En esencia, la salida política exige la creación de un órgano provisional integrado por representantes del Gobierno y de la oposición “recíprocamente pactados” para que asuma la presidencia de Siria. EE UU se acoge a esta precisión para dar a entender que El Asad nunca será aceptado como parte de una solución política.

El mismo Jaled Joya, presidente de la Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición (agrupa a la oposición moderada en el exilio respaldada por los países occidentales), que se indignó tras escuchar la declaración de Kerry –“ningún sirio aceptará estrechar la mano sangrienta de El Asad”— no ha tenido reparo en recordar: “Estamos dispuestos a negociar con el régimen la salida del poder de El Asad”.

Los precedentes son poco esperanzadores, ante un dictador que se siente plenamente respaldado por Irán. Anteriores iniciativas diplomáticas, como las que se emprendieron el año pasado en Suiza se cerraron con un fracaso. Pero el nuevo mediador de la ONU para el conflicto sirio, Staffan de Mistura, ha intentado ahora abrir un proceso gradual: negociar primero un alto el fuego en Alepo, en el norte, para extenderlo luego al resto del país controlado por el Gobierno y por la oposición moderada. Jaled Joya reconoce que hay negociaciones previstas en El Cairo y en Moscú el mes que viene, aunque aún no se ha fijado una fecha.

La oposición moderada parece estar debilitada frente al auge del Estado Islámico o del Frente al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria. Los rebeldes luchan entre ellos y contra las fuerzas leales a El Asad, para intentar consolidar sus zonas de influencia. EE UU, Turquía y países del golfo Pérsico han anunciado que van a adiestrar a unos 5.000 milicianos rebeldes al año. “El régimen permanece unido y tiene armas pesadas”, ha advertido el analista estadounidense Joshua Landis, “mientras los rebeldes están divididos y cuentan con escaso equipamiento”.

Los combatientes de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG, en su siglas en kurdo), que controlan el extremo noreste del país, son la única fuerza que parece enfrentado con éxito al Estado Islámico gracias a su alianza con otros grupos rebeldes árabes y al apoyo masivo de la aviación de la coalición internacional. La acción coordinada consiguió desalojar a las fuerzas yihadistas de la ciudad de Kobane tras más de cuatro meses de resistencia. Las YPG están estrechamente relacionadas con la guerrilla de Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, separatistas kurdos de Turquía), que se alzó contra el poder central de Ankara en 1984.

Desde septiembre del año pasado los bombardeos aéreos de una coalición árabe-occidental encabezada por Estados Unidos golpean las milicias del Estado Islámico. El régimen sirio admite que colabora de hecho con esta coalición. En una reciente entrevista con la BBC, El Asad reconoció que existen contactos con EE UU para evitar incidentes en las operaciones aéreas contra los yihadistas.”Pero no una cooperación directa, sino a través de terceras partes, Irak [que mantiene relaciones con Washington y Damasco] y otros países”.

“A veces transmiten un mensaje genérico sin información táctica. Pero no hay un diálogo”, reconoció El Asad para dar entender que se han producido comunicaciones directas para abortar en el último momento un enfrentamiento directo.

El régimen de Damasco parece haber trazado una línea roja al derribar el pasado martes un avión no tripulado Predator de EE UU en la provincia costera de Latakia, según informaciones recogidas por Reuters. En esa zona, en la que se encuentra la base naval rusa de Tartus, no suele operar el Estado Islámico, aunque sí se han producido ataques del Frente al Nusra.

Aunque el primer ministro francés, Manuel Valls, advirtió de inmediato a Kerry que “no puede haber ninguna solución política mientras El Assad permanezca en el poder”, un grupo de parlamentarios franceses se reunió el pasado martes con altos cargos sirios en Damasco, en el primer contacto de este tipo tras el cierre de la Embajada francesa en Siria en 2012. Francia, el primer país que se unió a la coalición internacional encabezada por EE UU contra el Estado Islámico, acaba de desplegar al portaaviones “Charles de Gaulle” en la zona, pero la aviación francesa sólo ha atacado hasta ahora a los yihadistas en Irak y ha descartado intervenir en Siria.

Mientras tanto, Siria se sigue desangrando. Varios ataques yihadistas coordinados se han cobrado este mismo fin de semana la vida de 70 miembros de las fuerzas del régimen, según la contabilidad del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en una oleada de coches bomba en las provincias de Hama y Homs. Un atentado suicida contra la minoría kurda en el noreste del país se ha saldado con otros 33 muertos, que incluían a mujeres y niños, en plena celebración del Nowruz, el año nuevo kurdo que coincide con el inicio de la primavera.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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