Netanyahu se juega la reelección en un polémico viaje a EE UU
El primer ministro de Israel desafía a Obama con un discurso ante el Congreso en contra de un eventual acuerdo nuclear con Irán
Tocado con la kipá y apoyado con ambas manos en piedras milenarias, Benjamín Netanyahu oró la noche del sábado en el Muro de las Lamentaciones antes de viajar este domingo a Estados Unidos, donde el martes pronunciará un discurso ante el Congreso en contra de un eventual acuerdo nuclear con Irán que puede determinar su reelección como primer ministro de Israel en las legislativas del próximo día 17. Los partidarios del líder del conservador Likud –en el poder desde 2009, aunque ya fue jefe de Gobierno entre 1996 y 1999— confían en que, como hizo Winston Churchill en 1938 al anticipar la amenaza nazi, sabrá llegar al corazón de los congresistas estadounidenses con su mensaje de alerta contra el enemigo. Sus detractores creen que su intervención ante ambas Cámaras en el Capitolio, pactada con los líderes republicanos a espaldas de la Casa Blanca, amenaza la relación especial con un aliado estratégico. El único que le ha garantizado hasta ahora el veto en defensa de sus intereses en el Consejo de Seguridad de la ONU.
“No está claro hasta qué punto influirá su viaje a EE UU en las elecciones y si tendrá efectos positivos o negativos”, argumenta Gideon Rahat, profesor de Ciencia Política en la Universidad Hebrea de Jerusalén y experto analista electoral. “Pero de lo que no cabe duda es de que va a envenenar sus relaciones con el presidente Barack Obama y con el Partido Demócrata”.
Los sondeos no están sonriendo a Netanyahu. En el fraccionado mapa político israelí, el Likud sólo contaría con 23 de los 120 escaños en liza, frente a los 24 de la coalición Unión Sionista, encabezada por el laborista Isaac Herzog y la centrista Tzipi Livni. Del complicado juego de las negociaciones posteriores a los comicios, en las que los partidos de base religiosa pueden tener la última palabra, saldrá el próximo jefe de Gobierno. Los israelíes, mientras tanto parecen vivir la campaña con escaso interés a la espera de la intervención del primer ministro mañana ante el Congreso de EE UU, que irá precedida hoy de otro discurso ante la asamblea del Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC, en sus siglas en inglés), el principal grupo de presión proisraelí en Estados Unidos.
La Administración del presidente Obama ya ha dado buena muestra de que Netanyahu no es bienvenido. Su consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice, abrió el fuego al calificar de “destructivo para la esencia de las relaciones” entre ambos países el viaje del primer ministro israelí. Precisamente Rice y la embajadora de EE UU ante la ONU, Samantha Power, acudirán hoy a la sesión del lobby AIPAC para darle la réplica. Mientras, el secretario de Estado, John Kerry, considera que Netanyahu está cometiendo “un error de criterio” al analizar las negociaciones nucleares entre Teherán y las grandes potencias. Kerry ha pedido al jefe del Gobierno israelí, con el que conversó por teléfono el sábado, que conceda a la Administración estadounidense el “beneficio de la duda” a la espera del resultado de las negociaciones con Teherán.
Numerosos congresistas demócratas han anunciado que boicotearán el discurso de Netanyahu. Incluso el vicepresidente Joe Biden --que, en calidad de presidente del Senado, suele asistir a los discursos de los mandatarios extranjeros ante el Legislativo—ha anunciado que se ausentará a causa de un imprevisto viaje oficial.
“Para. Basta. Ya es suficiente Bibi [apodo del primer ministro]. No vayas”, le suplicó su rival electoral Herzog la pasada semana. “Vas a causar un daño estratégico a la posición de Israel y la relación con EE UU”. Pero el primer ministro del Likud se despidió este domingo en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv con un mensaje de corte visionario: “Voy a Washington en una misión que puede ser histórica. Me siento como el emisario de los ciudadanos israelíes, incluso de los que no me han votado, y de todo el pueblo judío”.
Aunque los puntos centrales de la negociación nuclear con Irán aún no han sido cerrados –el plazo dado por las grandes potencias vence el 30 de marzo---, el diario israelí Haartez citaba este domingo fuentes occidentales que apuntaban a la disposición de Teherán a cerrar una tercera parte de las centrifugadoras con las que lleva a cabo el proceso de enriquecimiento de uranio. Al mismo tiempo, el régimen iraní tendría que comprometerse a enviar a Rusia la mayor parte de su uranio para que sea transformado allí en combustible nuclear susceptible de ser utilizado en su reactor de Bushehr.
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