Rifles, veinteañeros y ‘Reaganmanía’
El congreso del CPAC es un mercado del sentimiento conservador en Estados Unidos
Ser conservador tiene recompensa: un rifle semiautomático por valor de 739 dólares o una escopeta de 1.139 dólares. Solo hay que rellenar un formulario con los datos de contacto y se entra en un sorteo. En el estand de Propietarios de Armas de América anuncian el ganador del rifle en el último día del congreso. A unos metros, en el de la Asociación Nacional del Rifle, el mayor lobby armamentístico de Estados Unidos, son más generosos: cada uno de los tres días sortea una escopeta o rifle.
Así es el CPAC, el congreso anual de la Unión de Conservadores Americanos, una asociación vinculada a la derecha estadounidense.
El CPAC se celebra en un lujoso hotel en National Harbor (Maryland), a las afueras de Washington. Durante tres días, hasta este sábado, desfilan políticos y analistas que debaten ante centenares de personas sobre los grandes retos de la derecha. La cita permite medir el músculo más ideológico del Partido Republicano. Al margen de los discursos, las dos plantas del hotel destinadas al congreso son un mercado del sentimiento conservador y sus preocupaciones: decenas de organizaciones que publicitan sus variopintas causas y buscan apelar al corazón del simpatizante.
El congreso anual de la Unión de Conservadores Americanos permite medir el músculo más ideológico del Partido Republicano
Por algunas zonas, parece casi un circo en que la prioridad es atraer la atención de los transeúntes, muchos de ellos jóvenes. Se venden camisetas personalizadas a diez dólares. El estand del portal Big Government Sucks (El Gobierno grande da asco) ofrece pósters, uno de ellos en que el presidente de EE UU, Barack Obama, y su fiscal general, Eric Holder, son los protagonistas de la película Fast and Furious. Otro vende libros conspirativos sobre la agencia fiscal del Gobierno. De fondo, se oye a un grupo de country tocando la canción Marry me (Cásate conmigo).
Un cartel en el puesto de la asociación Jóvenes Americanos por la Libertad lanza una pregunta: “¿Apoyas la libertad? Descúbrelo aquí”. El modo de descubrirlo es tirando dardos con una banderita estadounidense a un rombo en que hay colocados rostros de políticos repartidos en secciones según su posición ideológica. La sección de libertarios, con el rostro del senador republicano Rand Paul y posible candidato a las elecciones presidenciales de 2016, concentra la mayoría de dardos. Aunque también hay sorpresas: cuatro banderitas en la sección de izquierdistas con las imágenes de los presidentes demócratas Obama y John F. Kennedy.
El libertario Paul, el favorito
Cada año, los asistentes al CPAC pueden votar al político republicano que consideran debería ser candidato a las siguientes elecciones presidenciales, en este caso a las de 2016. Por tercer año consecutivo, ganó el senador Rand Paul, de ideología libertaria, con un 25,7% de apoyos, según anunció este sábado la organización.
En segunda posición, se situó el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, con el 21,4%. El año anterior, Walker había quedado en sexta posición. El por ahora candidato republicano favorito en las encuestas, el exgobernador de Florida Jeb Bush, quedó en quinto lugar con un 8% de votos. En los 41 años que lleva celebrándose el CPAC, solo tres de los ganadores de esta votación han acabado siendo candidatos oficiales del Partido Republicano a unas elecciones presidenciales.
Jason Stewart, estudiante de 19 años de Políticas Públicas en la Universidad de Delaware, explica al público cómo funciona el juego. Trabaja de voluntario en la asociación, que lo ha ayudado a pagar el coste del congreso -la entrada oscila entre los 60 y los 1.500 dólares- y su alojamiento. Es el primer año que acude al CPAC. Empezó a interesarse por el Partido Republicano en las primarias a las elecciones de 2012. Dice que su padre lo animó. Defiende la “libertad social y económica” y un “Gobierno pequeño”, pero le cuesta argumentar sus beneficios concretos.
Algo parecido le ocurre a Ben, de 17 años y estudiante escolar, que reparte en los pasillos unas pegatinas que rezan: “Frena la apropiación de poder de Obama”, en alusión a un supuesto abuso de autoridad del presidente. La Asociación Americanos para la Libertad del Gobierno le paga 60 dólares por repartir durante seis horas las pegatinas. “Soy un chico del Tea Party”, dice Ben, que consiguió el trabajo por un amigo. Tras subrayar que su padre es un “conservador muy tradicional porque no vivió con aire acondicionado hasta los 10 años”, recita una retahíla de motivos por los que él también lo es, entre ellos su oposición al aborto y al matrimonio homosexual.
En otro pasillo, Alicia Stetin, de 20 años, habla con más soltura y parece más convencida. Es el tercer año consecutivo que esta estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Suny Oswego en el Estado de Nueva York acude al CPAC. Trabaja de voluntaria de Turning Point USA, una asociación estudiantil. Reparte unos libritos titulados El capitalismo cura sobre un logotipo de una cruz médica. Y esgrime que la historia ha demostrado el fracaso de los gobiernos grandes, defiende las bondades del libre mercado y admite que el Partido Demócrata es más popular entre los jóvenes.
Tanto Jason como Ben y Alicia visten una camiseta roja e indumentaria deportiva. Hay centenares de jóvenes vestidos igual, que reparten papeles de organizaciones. Pero también hay otros tantos centenares de jóvenes que solo acuden a escuchar los debates. Es fácil distinguirlos: tienen entre unos 16 y 22 años, se mueven en grupos y van vestidos impecables. La mayoría están vinculados con asociaciones conservadoras o sus facultades universitarias les han ayudado a acudir al CPAC, algunos desde muy lejos. El resto del público lo integran personas de mediana edad.
También se ven a unas pocas personas disfrazadas. Algunas llevan chaquetas o incluso trajes enteros con la bandera estadounidense. Hay un hombre que emula a George Washington. La sensación, sin embargo, es que el presidente más admirado en el CPAC es el republicano Ronald Reagan (1981-1989), epítome para muchos del liberalismo a ultranza. Se venden camisetas con frases suyas y unos jóvenes reparten con éxito pósters con su imagen.
No hay rastro, en cambio, de los expresidentes Bush ahora que otro miembro de la dinastía, Jeb, medita optar a la carrera por la Casa Blanca en 2016. En cuanto a Obama, todo lo que se ve o se dice de él en el congreso son críticas feroces. Pero hay límites: el vestíbulo del hotel, ya fuera de las áreas dedicadas al CPAC, deja de ser un monopolio conservador. En una tienda, se venden libros. En el escaparate, los hay de políticos republicanos, pero también de Obama y su mujer Michelle.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.