El Papa escribe a los obispos: “No hay sitio en la Iglesia para los pederastas”
Bergoglio será el primer obispo de Roma en dirigirse al Congreso de los Estados Unidos. Será el 24 de septiembre.
Quienes lo conocen bien aseguran que el papa Francisco sabe adónde quiere llegar, por dónde y cuánto tiempo debe emplear. Y lo cierto es que Jorge Mario Bergoglio no pierde un segundo ni tiene previsto perderlo. Ayer, por ejemplo, además de levantarse al alba como suele y decir la misa de siete en la capilla de Santa Marta, envió una carta a todos los obispos del mundo en la que vuelve a llamarles la atención sobre la lucha sin cuartel a la plaga de la pederastia –“no hay sitio en la Iglesia para los que abusan de los niños”--, se reunió por vídeo conferencia con menores discapacitados de España y Brasil, regaló a los vagabundos de Roma –donde ayer se produjo una réplica muy lograda del diluvio universal-- 300 paraguas que los turistas se olvidaron en el Vaticano, firmó un acuerdo educativo con el Barcelona, animó a los obispos griegos a que tiendan puentes con el Gobierno de Syriza y, finalmente, confirmó que el próximo 24 de septiembre se convertirá en el primer obispo de Roma que se dirige en sesión solemne al Congreso de los Estados Unidos. Y no hay que descartar que lo más importante del día fuera justo lo que no trascendió.
De todo lo anterior, cobra especial relevancia la carta a los obispos y a los superiores de las órdenes religiosas. No porque dijese nada nuevo, sino porque viene a confirmar que su cruzada contra la pederastia va más allá de los gestos. En la circular deja claro tres puntos: no hay “absolutamente” lugar en la Iglesia católica para los que abusan de los menores, no se pueden escatimar esfuerzos para erradicar “la plaga” de la pederastia y no es de recibo esconderse en el silencio con la consabida excusa de “evitar el escándalo”.
“Las familias”, escribe el Papa, “deben saber que la Iglesia no escatima esfuerzo alguno para proteger a sus hijos, y tienen el derecho de dirigirse a ella con plena confianza, porque es una casa segura. Por tanto, no se podrá dar prioridad a ningún otro tipo de consideración, de la naturaleza que sea, como, por ejemplo, el deseo de evitar el escándalo, porque no hay absolutamente lugar en el ministerio para los que abusan de los menores”.
En una misiva corta, clara y directa, Jorge Mario Bergoglio recuerda a los obispos que, en marzo de 2014, constituyó la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores, que ha incluido en ella a expertos de todo el mundo que dentro de unos días se reunirán por primera vez en el Vaticano. “Durante la reunión que mantuve en julio con algunas personas”, explica Francisco, “con algunas de las personas que han sido objeto de abusos sexuales por parte de sacerdotes, me sentí conmovido e impresionado por la intensidad de su sufrimiento y la firmeza de su fe. Esto confirmó una vez más mi convicción de que se debe continuar haciendo todo lo posible para erradicar de la Iglesia el flagelo del abuso sexual de menores y adultos vulnerables, y abrir un camino de reconciliación y curación para quien ha sufrido abusos”.
Pero, como se encarga de advertir Bergoglio en su carta, no es esa una misión exclusiva del Papa: “Corresponde al Obispo diocesano y a los Superiores mayores la tarea de verificar que en las parroquias y en otras instituciones de la Iglesia se garantice la seguridad de los menores y los adultos vulnerables. Como expresión del deber de la Iglesia de manifestar la compasión de Jesús a los que han sufrido abuso sexual, y a sus familias, se insta a las diócesis y los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica a establecer programas de atención pastoral, que podrán contar con la aportación de servicios psicológicos y espirituales”. Lo que, en resumen, parece claro es que una carta así no tendría sentido si no fuese porque un buen número de obispos –por no decir una silenciosa mayoría— se están haciendo los longuis en un asunto de extrema gravedad.
Esta y otras batallas son las que han convertido al Papa en una líder mundial más allá de la religión. De ahí que, como anunció ayer John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes de EE UU, la visita de Francisco al Capitolio el próximo 24 de septiembre será un evento histórico: “En un momento de agitación global, el mensaje del Santo Padre de compasión y dignidad humana ha emocionado a gentes de todas las creencias y orígenes. Sus enseñanzas, oraciones y su propio ejemplo nos recuerdan las bendiciones de las cosas sencillas y nuestras obligaciones con el prójimo”.
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