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Alemania recuerda que Atenas deberá respetar los acuerdos previos

Una quita griega daría alas a los populistas antieuro opuestos a Merkel

Luis Doncel
Pintada en una calle de Atenas contra el FMI y a favor de reducir la deuda.
Pintada en una calle de Atenas contra el FMI y a favor de reducir la deuda. LOUISA GOULIAMAKI (AFP)

Angela Merkel encajó el domingo el segundo golpe de la semana. El primero llegó de Fráncfort el jueves, con la confirmación de que, a partir de marzo, el temido plan de compra de deuda del Banco Central Europeo será realidad. Y el segundo vino de Atenas, con la victoria del izquierdista Alexis Tsipras. Son dos amenazas a la política que el Gobierno alemán ha impulsado desde el inicio de la crisis del euro, pero hace tiempo que la canciller y su equipo daban ambas por prácticamente seguras y que se habían preparado para hacerles frente.

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“La señora Merkel es la responsable de las políticas de austeridad. No aceptaremos en ningún caso los puntos de vista de sus representantes”, dijo Tsipras en su último discurso antes de las elecciones. Las fuentes consultadas no ocultan su preocupación por las declaraciones del nuevo hombre fuerte de Atenas, pese a que en los últimos meses haya mostrado un tono más moderado. Pero también insisten en que habrá que esperar a la formación del nuevo Gobierno y ver qué reivindicaciones ponen sobre la mesa. La pelota está ahora en el tejado griego.

La victoria de Syriza inquieta en la cancillería alemana, pero nadie prevé una situación como la de 2012, cuando la ruptura de la eurozona y un terremoto económico parecía a la vuelta de la esquina. Pese a los globos sonda que, a principios de mes, sugerían que Merkel estaba preparada para dejar caer a Grecia, todo apunta a que nadie en el Gobierno se plantea ese escenario.

Hace tiempo que el secretario de Estado Asmussen mantiene contactos con Syriza

Wolfgang Schäuble, el ministro de Hacienda, que en las últimas semanas ha insistido en que Atenas debe mantener sus compromisos adquiridos independientemente del resultado de las elecciones, podrá abordar hoy mismo la situación griega en la reunión que mantendrá en Bruselas con sus colegas de la zona euro. Otro duro, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, reiteró ayer mismo que Grecia seguirá necesitando ayuda y que solo la obtendrá si cumple los acuerdos ya firmados. “Espero que el nuevo Gobierno no ponga en duda lo que se espera de él ni arriesgue los logros ya alcanzados”, aseguró a la televisión pública ARD.

Al tiempo que muestra firmeza, Berlín se prepara para los nuevos tiempos. Hace tiempo que el Gobierno —a través de Jörg Asmussen, secretario de Estado del Ministerio de Trabajo y antiguo miembro del comité ejecutivo del BCE— mantiene contactos informales con Syriza. Los portavoces niegan que Asmussen actuara de forma oficial, pero tanto Merkel como su número dos en el Gobierno, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, conocían estos encuentros.

Weidmann pide al nuevo Gobierno que no arriesgue los logros alcanzados

Merkel sabe que algo habrá que hacer, pero ve poco margen de maniobra para aligerar la deuda de 320.000 millones de euros —de los que Alemania ha prestado 65.000— que arrastra Grecia. La complicación no es solo económica, sino política. Tras una década en el poder, la canciller mantiene su popularidad en máximos porque ha logrado convencer a los alemanes de que pueden confiar en ella como gestora de su dinero. Pero una quita griega que perjudicara al contribuyente alemán haría las delicias de los sectores más populistas y, especialmente de Alternativa por Alemania. Este partido ultraconservador y euroescéptico aspira a entrar en el Parlamento de Hamburgo en las elecciones del 15 de febrero y demostrar así que es una fuerza con vocación nacional, y no estar recluida, como hasta ahora, a los Estados orientales del país.

El Gobierno insiste en que las elecciones de ayer son una cuestión interna en la que no debe inmiscuirse. Pero las declaraciones de distintos dirigentes de los partidos que forman la gran coalición muestran los matices de esta afirmación: los democristianos dijeron que ayer fue “un mal día para el euro y para Grecia”, mientras que los socialdemócratas, o al menos su sector más izquierdista, se mostró menos crítico con la victoria de Syriza. Mientras, Bernd Riexinger, el presidente de los poscomunistas de Die Linke, se congratulaba de que los griegos hayan echado del poder “a las dos fuerzas corruptas” que se repartieron el poder durante décadas, los conservadores de Nueva Democracia y los socialistas del Pasok.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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