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Tribuna
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Mentiras sobre el amor

"Cuando alguien te para en la calle para preguntarte la hora, en realidad te está pidiendo que le mires en los ojos, que le ames"

Juan Arias

¿Se puede aún escribir algo nuevo sobre el amor, la más manida de las palabras en todas las lenguas del mundo? Difícil. Pero sí se puede hacerlo sobre las mentiras del amor. Sobre la mentira, por ejemplo de que amamos poco a los otros porque nos amamos demasiado a nosotros mismos.

El drama, me decía una psicóloga italiana, es que el ser humano, contra todo lo que se piensa, “ha tenido siempre una dificultad atávica para amarse y aceptarse a sí mismo como es”, con sus virtudes y defectos, con su cuerpo y las marcas dejadas en él por el tiempo. Dificultad de sentirse en paz consigo mismo.

Todo parecería hoy indicar que la psicóloga se equivocaba, ya que en nuestra sociedad lo que parece sobrar es amor propio, autoestima, el sentirse superior a los demás, como el fariseo de la parábola evangélica que se jactaba diciendo: “Yo no soy como ese…”. Se creía mejor y superior.

¿Ese creerse superior no será sin embargo un espejismo, una mentira del amor que nos contamos a nosotros mismos, ya que la realidad es que somos más frágiles de lo que pensamos? El exceso de autoestima es muchas veces un pararrayos contra nuestra inseguridad. Podemos hasta aparecer ante los otros con un ego gigante mientras en el silencio de nosotros mismos sabemos que la verdad es otra.

Nos mecemos en las mentiras del amor para protegernos. ¿El que más grita, el que más amenaza, el que impide a los otros de dialogar, es también el más seguro de sí mismo? La mayoría de las veces, no.

El jefe que humilla al empleado refleja una fuerte inseguridad.

Los Napoleones de la Historia suelen aparecer en sus biografías muy frágiles dentro de ellos mismos, los que menos se aman. ¿Por qué se suicidan tantos famosos, en apariencia realizados y endiosados? Envidiados por los otros, en verdad eran unos solitarios incapaces de amarse a sí mismos.

Estamos iniciando un nuevo año y por convencionales que sean estas fechas hacen parte de nuestra cultura y son días de reflexión.

Se nos dice y repite que el mundo empeora cada vez más – cosa que yo no creo pues la Humanidad fue mucho más cruel antes- y que eso ocurre porque no sabemos amar a los demás.

¿Y si fuera al contrario, que las cosas no mejoran porque no sabemos amarnos a nosotros mismos, con serenidad, sin cargarnos de complejos de culpa judeocristiana?

Las cosas no progresan porque nos creemos o nos hacen creer que somos peores de lo que en realidad somos. El mundo es menos amado porque deberíamos amarlo como a nosotros mismos, pero ¿cómo hacerlo si somos incapaces de autoamarnos, envidiosos de los otros que nos parecen siempre mejores y más premiados por la suerte?

El amor empieza con un acto de egoísmo. Primero necesitamos amarnos, mantener viva la llama de nuestra estima, estar seguros de que somos capaces de querernos y que poseemos un corazón capaz de generosidad.

Sólo después, sin miedo, sin angustias, seremos capaces hasta de llegar a ser más felices dando que recibiendo.

Puede ser cierto que el mundo viva una orfandad de amor, pero lo que más le falta es empezar a amarse a sí mismo, sin despreciarse, sin sentirse infeliz por no ser capaz de poseerlo todo o por no ser alguien que sobresalga en la sociedad. ¿Por qué esa fiebre de selfies con los importantes y famosos? El poder o la gloria nos les hace ser mejores que nosotros. Cada persona es un artista de la creación. Yo admiro al panadero que mientras yo duermo se sacrifica para preparar el pan caliente de nuestros desayunos. Y a los trabajadores que en la oscuridad de la noche recogen nuestra basura del día. Cada músico de la orquestra es tan importante como el mejor de sus directores. ¿Cómo se cubriría él de gloria si los músicos desafinaran?

Se ha dicho que en el amor y en la felicidad menos es más, que la filosofía de lo esencial es el despojarse de lo superfluo.

Amarse a sí mismo supone no anhelar más de lo que necesitamos y somos, ni tampoco menos. Quien menos tiene porque no quiere poseer más de lo que le sirve para su serenidad, sentirá menos el desgarro del desprendimiento.

Una buena receta para este 2015 sería la de empezar a despojarnos de las mentiras forjadas sobre el amor, a amarnos a nosotros mismos sin miedo y sin complejos de culpa. Sentirnos una pieza indispensable en el concierto de la sociedad sin idolatrar al poderoso de turno.

Así, todos acabaríamos ganando: nosotros y los que pasan a nuestro lado, generalmente en busca de amor, aunque a veces ni ellos mismos lo sepan. Decía el Nobel de Literatura francés, Francois Mauriac, que "cuando alguien te para en la calle para preguntarte la hora. en realidad te está pidiendo que le mires a los ojos y lo ames".

Feliz 2015 pues, sin mentirnos sobre el amor y sin miedo a amarnos.

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