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Un abanico de nuevos partidos desafía cuatro décadas de bipartidismo

El Gobierno que salga de las urnas deberá vencer las resistencias de un sistema basado en el clientelismo y la corrupción

M. A. SÁNCHEZ-VALLEJO
Antidisturbios ante el Parlamento de Atenas, este lunes.
Antidisturbios ante el Parlamento de Atenas, este lunes.Kostas Tsironis (Bloomberg)

El 25 de enero, el partido de izquierda antirrescate Syriza puede ganar en las urnas —según todos los sondeos—, pero aún le quedará por delante una tarea más titánica, la de imponerse, en la medida de sus posibilidades, a las fuerzas del establishment, un entramado de poderes consolidado sobre el clientelismo, y minado por la corrupción. “Cuando hablamos de poder, hablamos de una amplia red de intereses: partidos políticos, bancos, canales privados de televisión, empresarios multimillonarios”, explica el profesor Pavlos Eleutheriadis, miembro del partido centrista To Potami (El río), con dos eurodiputados y una proyección de voto para enero del 5,6% (un porcentaje tal vez clave a la hora de forjar pactos poselectorales). “Una pequeña oligarquía ha controlado la vida política a través de canales de televisión privados insuficientemente regulados y en algunos casos ilegales. Incluso las críticas al sistema bancario no encuentran nunca reflejo en los medios de comunicación del mainstream”.

“Naturalmente, los electores no son tontos. La ciudadanía está muy cabreada con las viejas élites. Y esto ha alentado a fuerzas políticas que están contra el sistema de una forma tan indiscriminada que amenazan a la misma democracia, sean los populismos antieuropeos de Syriza o Griegos Independientes o el neofascismo de Aurora Dorada”, añade quien fuera candidato al Parlamento Europeo, muy crítico con el partido de Tsipras.

La encarnación de este sistema de clientelismo y nepotismo han sido, durante cuatro décadas, los dos partidos cuyo reinado toca ahora a su fin, la conservadora Nueva Democracia, de Andonis Samarás, y el socialista Pasok, al que algunas encuestas ven incluso fuera del Parlamento el 25 de enero. En torno a ellos se ha generado una corrupción rampante, que ha mandado a la cárcel a algunos de sus cuadros, como el exministro socialista de Defensa Akis Tzojatzópulos, por evasión fiscal y cobro de sobornos, o el de Finanzas, Yorgos Papakonstantinu, cuyo proceso judicial por ocultar datos sobre evasión fiscal —la conocida como Lista Lagarde— se celebrará el 25 de febrero. El mismo Pasok, amenazado por la inminente aparición de un partido rival, liderado por el ex primer ministro socialista Yorgos Papandreu, tiene pendiente una auditoría de sus finanzas desde hace meses.

Las maquinarias de ambos partidos han infiltrado también las instituciones hasta el punto de “que en verano pasado el bipartito destituyó al supervisor jefe de Hacienda porque era demasiado independiente”, apunta Eleutheriadis.

Ni siquiera la quiebra del sistema ha acabado con los males tradicionales. Una periodista que solicita no ser identificada recuerda cómo fue el proceso de selección de personal para la televisión pública Nerit (antes ERT, cerrada por el Gobierno en junio de 2013). “En Atenas nos conocemos todos, y de los que nos presentamos a las pruebas de selección, ninguno entró. Todos los puestos fueron para hijos, amigos, novias o conocidos de la dirección, con conexiones directas al Gobierno”.

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