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“La epidemia va a durar un año más”

Para tratar a los pacientes lo primero es alimentarles y animarlos a lucha por curarse

Xavier Trompette, responsable del centro de ébola en Donka, Conakry.
Xavier Trompette, responsable del centro de ébola en Donka, Conakry.ALICIA RIVERA

Xavier Trompette, francés, de 48 años, dirige el Centro de Tratamiento de Ébola (CTE) de Donka, en Conakry. ¿Médico? “No”, contesta escueto. “Geografía política. Estoy aquí porque ya tenía experiencia previa en otras epidemias anteriores, en Angola, en Chad, en Congo… y en esto la experiencia puede ser útil”. Con el mismo atuendo obligado de pantalones y camisola de loneta que debe ponerse, en lugar de su ropa, todo el que entra en el CTE de Médicos sin Fronteras (MSF), Trompette acompaña a tres periodistas (invitados a Guinea Conakry por la Comisión Europea) en la visita de las instalaciones. Pero sin acceder a la zona de enfermos o sospechosos de tener el virus.

Junto al ingreso al recinto donde se toma la temperatura a cada persona que entra, se firma un impreso de descarga de responsabilidades para la organización, se desinfectan los zapatos y se lava uno las manos con agua clorada, unas pocas personas aguardan bajo una lona habilitada como zona para las familias de los ingresados que acuden a recibir información. Allí hablan con los médicos sobre el estado de los pacientes. Ya dentro del hospital hay dos áreas de visitas, una para casos sospechosos y otra para confirmados, también bajo las lonas: por un lado entra en enfermo o la persona a la espera de que se confirme o descarte la infección, por el otro extremo, los familiares, y entremedias dos vallas de plástico separadas unos dos metros evitan la aproximación peligrosa. “Las visitas de los familiares y amigos de los pacientes son importantes para que los ingresados mantengan alta la moral”, explica Trompette. “No hay ni tratamiento de cura para el ébola, ni vacuna” continúa. “Así que lo que hacemos aquí es abordar los síntomas; lo primero es darles buena comida y apoyo para que tengan ánimos de luchar… hidratación y poco más… pero logramos que se curen más de la mitad”.

Es el primer brote en el país y lo que más necesitamos es personal

En el CTD de Donka, con una capacidad máxima de 90 camas, trabajan unas 180 personas, 24 horas al día, siete días por semana. “Ahora tenemos 47 ingresados… En total, desde que se abrió este CTE el pasado marzo, llevamos más de 1.200 casos”, continúa explicando el responsable del centro. “Y MSF tiene otro hospital como este en Guinea, de 99 camas, en Gueckedou , en el Sureste del país”.

Todo el recinto, instalado en un solar junto al hospital de Donka, parece un campamento improvisado de toldos multicolores y grandes tiendas de campaña, pero dentro (con un olor permanente a piscina por los omnipresentes depósitos de agua clorada para lavarse las manos) la organización y la eficacia es apabullante, aún con medios aparentemente tan limitados en comparación con los hospitales de cualquier país desarrollado. “No ocultamos este sitio, es un centro de tratamiento de ébola, no un lugar misterioso”, señala el responsable. Pero es importante mantener las instalaciones absolutamente separadas de hospital de Donka para evitar que la gente tema acudir a este último si llega a creer que pueda ser ingresada o tratada junto a víctimas de la terrible infección. “Y aún así ha disminuido la actividad del hospital”, dice Trompette.

Del CTE de Donka se escaparon hace un par de semanas dos pacientes, han sido los dos únicos casos, dice Trompette, pero no se ocupa MSF de detenerlos: este es un centro médico y quien ingresa lo hace voluntariamente, pero de los dos fugados se avisó a la policía.

“Ahora la situación está más calmada en Conakry, pero están llegando más y más casos de las zonas rurales, de otras prefecturas”, continúa el responsable del centro. “Y lo que más necesitamos es personal. Nadie tenía aquí experiencia con ébola, es el primer brote en este país, por eso nos ocupamos también de entrenar a personal sanitario”.

En una carpa está el dispositivo de acceso a la zona de pacientes, donde se visten los médicos, enfermeros y auxiliares con el traje amarillo de seguridad, gafas, guantes, etcétera.... siempre vigilados y asistidos. “Se preparan de dos en dos para ayudarse y controlar uno al otro que se sigue perfectamente todo el procedimiento; se registra la hora de entrada y la de salida de cada uno y nunca se trabaja más de una hora seguida en la zona de ingresados porque es tal el calor con el traje (más de 45 grados) que se pierde concentración, además se pierde un kilo y medio de peso en ese rato”, comenta Trompette.

A pocos metros, dos grandes lavadoras automáticas y decenas de pantalones y camisolas de loneta tendidas forman la zona de lavandería. De la desinfección de las botas de agua blancas se ocupa el higienista Kamara Amadu, que no teme identificarse, como muchos otros. “En la zona de consulta los médicos evalúan a la gente que llega para determinar si son posibles casos de ébola, siempre a una distancia de dos metros y medio; si los síntomas son compatibles con la enfermedad se admite al paciente y le hacemos las pruebas (tenemos laboratorio para sacar los resultados en cuatro horas)”, explica Trompette.

Bajo un frondoso árbol, junto a la carpa habilitada para los médicos, el director del CTE aborda cuestiones generales sobre la situación. “En noviembre hemos tenido un 25% más casos que en octubre, el ébola es así, sube y baja la incidencia…”, señala. Y alerta sobre necesidad apremiante de desarrollar tratamientos para curar la enfermedad y, de cara al futuro, vacunas. “En mi opinión personal, esta epidemia va a durar un año más. La gente se desplaza, los contagiados entran en contacto con otras personas… no hay suficiente información, sobre todo en el campo, y hay mucho miedo de ir al hospital”.

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