Una telenovela contra el califato
‘Estado Mítico’, una serie de la televisión iraquí, ridiculiza los abusos del Estado Islámico
¿Se le ocurre alguna razón por la que un pepino no debiera mostrarse junto a un tomate en televisión? Al guionista de Daulat al Jurafe (Estado Mítico), sí. En árabe, pepino es masculino y tomate femenino, así que se sirve de ello para criticar la implacable segregación de sexos que impone el grupo Estado Islámico (EI) en las regiones de Irak y Siria que controla.
Es difícil imaginar el humor cuando se habla de esa hueste de islamistas radicales que cortan cabezas, anulan a las mujeres y prohíben cualquier pasatiempo que distraiga del rezo. Sin embargo, Thaer al Hasnawi los ha convertido en materia de chirigota en Estado Mítico, una serie de la televisión estatal iraquí que ridiculiza las pretensiones de los iluminados y los abusos que cometen contra quienes viven bajo su férula.
“Hacer que los televidentes se rían del EI les ayuda a superar el miedo”, ha declarado Al Hasnawi en una entrevista con la NBC. Para el guionista, su trabajo equivale a combatir a los yihadistas en el campo de batalla.
A lo largo de 30 capítulos, para los que ha contado con un presupuesto de 600.000 euros, la sátira consigue transformar en personajes cómicos a unas figuras que en la realidad causan pavor. En consonancia con el anacronismo de las normas que impone en la vida real, la parodia de Abubaker al Bagdadi, el autoproclamado califa del EI, prohíbe el hielo o el uso de la navaja para el afeitado porque tales modernidades no existían en tiempos de Mahoma. Con su turbante negro y su barba de un puño de largo, casi da el pego.
En el cafetín que constituye el centro de todas las historias, los clientes son un calco de los prototipos habituales: el barbero, el dependiente de la tienda de al lado… También hay un doctor en teología a quien los parroquianos consultan ante la insensatez de los preceptos que proclaman el alter ego de Al Bagdadi y sus secuaces. La trama es sencilla, casi ingenua. Sea cual sea la atrocidad ideada por los malvados, el sentido común del iraquí de a pie les da el contrapunto con gestos de astucia o generosidad, según sea el caso.
En el capítulo titulado Desplazar a los cristianos, Al Bagdadi se reúne con sus hombres y les ordena que echen a los cristianos. Varios de ellos recorren el barrio buscando las casas de estos y las marcan con la letra nun, la n del alfabeto árabe, que es la inicial de nasrani, cristianos en ese idioma. Asustada, una cristiana llama a la puerta de un vecino musulmán en busca de ayuda. Este le ofrece ocupar la casa de su hijo que está en el extranjero y envía a su hija a limpiarla.
Aunque en Irak no faltan historias heroicas, cuando el EI avanzó sobre Mosul y el resto de la provincia de Nínive el pasado verano la realidad fue bastante más cruel. Muchos de quienes lograron huir han contado historias de delaciones y chivatazos. Algunos denunciaban a sus vecinos cristianos, yazidíes, chiíes o kurdos por venganza, otros para protegerse a sí mismos y sus familias, pero también por el mero hecho de que no compartían sus creencias.
“La serie intenta contrarrestar con el humor la propaganda del EI, que usa las redes sociales para atemorizar a la gente; es un arma frente a los extremistas”, interpreta un profesor universitario iraquí que ha visto alguno de los episodios. No está claro que lo haya logrado, pero lo que sí ha conseguido es arrancar sonoras carcajadas a sus numerosos seguidores. Aunque ya se ha emitido el último capítulo (en el que Al Bagdadi es capturado), la telenovela se mantiene viva en la web, donde el número de visitas continúa aumentando.
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