Las peleas internas desgarran al partido euroescéptico alemán
Los encontronazos amenazan la credibilidad de Alternativa por Alemania
La sensación política de la temporada en Alemania pasa unos días revueltos. El líder del partido eurofóbo Alternativa por Alemania (AfD), Bernd Lucke, se ha visto obligado a poner orden entre sus primeros espadas después de que los simpatizantes de la formación asistieran a escenas tan edificantes como un vicepresidente diciendo que se le cae la cara de la vergüenza cuando oye lo que dicen algunos compañeros o a otro alto cargo que invita al anterior a irse a su casa. Los dos han enterrado esta semana el hacha de guerra, pero la disputa muestra las distintas almas de un partido que no llega a los dos años de vida. Y esta división puede comprometer el objetivo de establecerse como un partido relevante en todo el país.
“Es realmente difícil y va a más. Antes de entrar en el partido siempre pensé que era una exageración, pero es totalmente cierto. Las luchas internas son mucho peores que con los rivales ideológicos. Es francamente deprimente”, decía Hans-Olaf Henkel, vicepresidente y eurodiputado de AfD, al semanario Die Zeit. Henkel no se limitaba a reflexionar sobre la dureza de la política en abstracto: también echaba en cara a algunos compañeros —“los amantes de las teorías de la conspiración”, “los buscadores de oro” o “aquellos que dicen comprender tan bien a Rusia”— sus intentos de radicalizar a Alternativa. “Cuando alguien dice que se avergüenza del partido, entonces debe abandonarlo. No se puede injuriar así a gente que ha sido elegida”, le respondió el también vicepresidente Alexander Gauland en las páginas del tabloide Bild.
Un líder dice avergonzarse de sus compañeros y otro le pide dimitir
No es esta la primera pelea que vive el novísimo partido, en cuyas filas militan desde conservadores defensores del libre mercado hasta un diputado regional que colgó en Facebook dibujos antisemitas. El propio líder, Bernd Lucke, envió el mes pasado un correo electrónico a todos los militantes en el que arremetía contra los “buscapleitos” que se dedicaban a intrigar y a crear un clima de desconfianza interno.
En el fondo de la disputa late un debate sobre el modelo de partido que quiere ser AfD. Todos sus miembros unidos en el rechazo radical al euro y en ciertos valores conservadores, pero cada vez son más evidentes las diferencias en torno a asuntos tan importantes como el tratado de libre comercio que la UE negocia con EE UU o la actitud frente a Rusia en el conflicto de Ucrania.
En AfD conviven conservadores tradicionales con extremistas
Pese a un ligero descenso experimentado a lo largo del mes de octubre, las encuestas otorgan a Alternativa un nada desdeñable 7% de votos. Este porcentaje, el mismo que obtuvieron en las europeas del pasado mes de mayo, queda lejos del 10% logrado en las elecciones celebradas en septiembre en tres Estados orientales, pero es más que suficiente para entrar en 2015 en los parlamentos de Hamburgo y Bremen y lograr así el próximo objetivo de Lucke y los suyos: demostrar que son un partido de ámbito nacional y que también pueden obtener representación en la Alemania occidental.
Pero algunos recuerdan ya la experiencia del Partido Pirata, que en 2011 y 2012 entraron en cuatro parlamentos regionales y al que las encuestas llegaron a situar como la tercera fuerza política en Alemania. Dos años más tarde y tras un sinfín de luchas intestinas, pocos se acuerdan de ellos. Es pronto para firmar el acta de defunción de Alternativa. Sobre todo porque ocupa un amplio espacio electoral, que va desde los conservadores que se sienten huérfanos por el giro al centro de la CDU de Angela Merkel hasta antiguos simpatizantes del partido liberal pasando por los votantes más decepcionados que apoyan a todo lo que suene a antisistema. Pero precisamente es esa amplitud de espectro lo que puede acabar haciendo inmanejable un partido en el que cada líder tira por su lado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.