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La inmigración ensancha la brecha entre Reino Unido y la Unión Europea

Cameron rechaza participar en misiones de rescate de sin papeles

Primero fue la amenaza de veto de Downing Street al nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Después la inadmisible petición de establecer cuotas para impedir la entrada de inmigrantes europeos al Reino Unido, minando el principio de libre circulación. El pasado viernes, el primer ministro David Cameron se lió a golpes con un atril en Bruselas para tratar de convertir en una disputa política un cambio técnico marginal, que le obliga a pagar 2.100 millones de euros extra a los presupuestos europeos. Esa cadena de gestos culminó este martes con el anuncio de que Reino Unido no participará en las operaciones de búsqueda y rescate para evitar que emigrantes y refugiados del Norte de África mueran en el mar Mediterráneo, según informó el Ministerio de Exteriores británico. Esas operaciones, apuntaron fuentes del ministerio, animan a la gente a emprender peligrosas travesías con la esperanza de ser rescatados.

El anuncio se produce cuando está a punto de finalizar una operación italiana, bautizada como Mare Nostrum, que ha contribuido durante un año al rescate de cerca de 150.000 personas, después de las tragedias de Lampedusa, que costaron la vida a tres centenares de emigrantes en octubre de 2013. A pesar de los esfuerzos, cerca de 3.000 personas han muerto este año ahogadas. Italia ha asegurado que ya no puede permitirse dedicar nueve millones de euros mensuales a la operación, en la que participa una parte importante de las unidades navales de su Ejército.

Esta será sustituida por una iniciativa europea mucho más modesta, de “protección de fronteras”, con patrullas en las primeras 30 millas de la costa italiana, que en principio no incluirán labores de rescate y que contará solo con una tercera parte del presupuesto actual. Reino Unido ya ha anunciado que tampoco participará en la nueva misión —Tritón—, más allá del envío de un solo agente de inmigración para realizar labores de inteligencia.

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Bruselas reaccionó airadamente a ese anuncio. Fuentes diplomáticas explicaron que Londres sigue alejándose de la Unión, tras unos últimos años en los que se dedica a torpedear cualquier acuerdo en lugar de tratar de influir, como antaño, en la toma de decisiones. “Ese asunto no admite simplificaciones. A la larga hay que apoyar medidas económicas en los países de origen de los inmigrantes. Pero a corto plazo, además de luchar contra las mafias, hay que respetar escrupulosamente los derechos humanos: es obligatorio rescatar a los inmigrantes, esa no es una opción, por mucho que algunos países argumenten desde hace tiempo que eso intensifica el efecto llamada”, explicaron las citadas fuentes.

Ese es el motivo al que se agarra Downing Street. La secretaria de Estado británica Joyce Anelay explicó que el Gobierno considera que los rescates provocan “un involuntario efecto llamada, animando a los migrantes a embarcarse en estas peligrosas travesías, y conduciendo a más muertes trágicas e innecesarias”. La posición de Londres, dijo Anelay, ya se había anunciado en la respuesta a una pregunta en la Cámara de los Lores el pasado 15 de octubre. “El Gobierno cree que la manera más efectiva de prevenir que los migrantes y refugiados traten de cruzar”, según la secretaria de Estado, “es centrar la atención en los países de origen y tránsito, y combatir a los traficantes que ponen en riesgo las vidas de los migrantes al meterlos en inseguras embarcaciones abarrotadas".

Diversas organizaciones de derechos humanos han criticado la negativa británica, lamentando que contribuirá a aumentar las historias de muertes trágicas en las puertas de Europa. La directora de Amnistía Internacional en Reino Unido, Kate Allen, niega el efecto llamada de estas operaciones. “Este es un día oscuro para la posición moral de Reino Unido”, criticó. “Cuando llega la hora de actuar, este país da la espalda a la gente desesperada y deja que se ahoguen”. Maurice Wren, director del Refugee Council, una de las principales ONG británicas en el trabajo con los refugiados, lamentó que el Gobierno británico “parece ignorar el hecho de que el mundo está ante la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial”.

Hay otro efecto llamada, el de UKIP, que explica buena parte de la deriva del partido conservador de David Cameron, que ha naufragado en las últimas citas electorales pese a haber radicalizado su mensaje contra la Unión Europea. Curiosamente, el apoyo a la Unión sube ligeramente en las encuestas, casi en paralelo al hecho de que el Gobierno de Cameron haya situado el freno a la inmigración en el centro de su agenda de negociación con Bruselas sobre el encaje de Reino Unido en la UE. Detrás está la presión que ejerce el imparable ascenso del partido antieuropeísta y xenófobo UKIP.

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