La Santísima Trinidad de la técnica periodística
El periodismo tiene algunas técnicas ineludibles en lo referente a la tersura de la frase, informativa por encima de todo
Normas pocas, pero de aconsejable cumplimiento. Esto no es un curso de anatomía, ni de Petrarca y el Renacimiento. Pero el periodismo tiene algunas técnicas ineludibles en lo referente a la tersura de la frase, directa, urgente, informativa por encima de todo. Cuando seamos grandes reporteros mundiales nos permitiremos audacias diferentes. De momento, el periodismo que inventaron los ingleses en sus expresiones más pied à terre es cristalino. Hay cosas que deben hacerse y otras no.
Tres grandes reglas: la teoría del marciano; soltar lastre; y no dejar cabos sueltos. Veamos.
Supongamos que un marciano aterriza un día en nuestro planeta; conoce el español o castellano a la perfección, pero no ha leído prensa en los últimos años. Quizá conoce la historia de los países en cuestión, pero en absoluto su actualidad. Y ese marciano ha de entender a la perfección todo lo que lee en el periódico. Puede no saber en concreto quién es o qué representan políticamente Cristina Fernández de Kirchner, o Nicolás Maduro, y mucho menos la inquina que se tienen Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, pero sí sabe que sus países respectivos son repúblicas de lengua castellana, nacidas de la independencia conquistada a España a comienzos del siglo XIX. Y así en cada información leeremos la primera vez que se los mencione "presidenta Fernández" (o Kirchner), "presidente Maduro", y las adjetivaciones que correspondan a los dos grandes representantes de la derecha colombiana. Creer que los diarios se siguen (tanto impresos como digitales) y que con lo ya publicado en días anteriores tenemos el contexto solucionado, es una presunción temeraria. Los periódicos nacen y mueren a diario, comienzan y acaban en ese periodo de 24 horas en el impreso, e instantáneamente en el digital, y ningún lector tiene la obligación de haber leído la crónica del día precedente. Hay que dejar asimismo constancia, bien que no necesariamente en el primer párrafo, de cuándo ocurren las cosas, en la mayor parte de los casos "ayer", y en el día de la semana o del mes correspondientes, cuando la actualidad inmediata no lo sea tanto. Hay quien sostiene que no hay que poner "ayer" porque todo o casi todo lo que contamos sucedió "ayer" y el lector ya lo sabe. Pero al lector no hemos de pedirle ningún esfuerzo y ha de poder leer el diario incluso en estado semi-letárgico, sonándose las narices o en medio de una discusión familiar. Sin ese contexto no hay periódico digno de tal nombre.
Tres grandes reglas para este oficio: la teoría del marciano, la de soltar lastre y no dejar cabos sueltos
La necesidad de "soltar lastre". A medida que avanzamos en la narración necesitamos repetir cada vez menos cosas. Así, el Hospital de Infecciosos del Niño Jesús, la segunda vez que se lo cite será únicamente el hospital, o la institución. Diría yo también que cuando el sujeto de la narración sea anodinamente largo como "el jefe de la Superintendencia de Policía, División de Asaltos con Premeditación y Alevosía" —es un decir— hemos de encontrar la manera de jibarizarlo, dejándolo "en la policía", y, si por razones de cultivo y masajeo de fuentes conviene dar el nombre completo, ya lo haremos en uno de los últimos párrafos de la historia. Mejor aún, en muchos casos basta y sobra con decir "fuentes oficiales", "fuentes de la policía" o similar. Podemos, igualmente, prescindir casi siempre de lo que una amiga uruguaya, Cecilia Bonino, llama los "conectores": sin embargo, no obstante, por otra parte, de otro lado, etc. Probemos a quitarlos y comprobemos que la información no sufre en la práctica totalidad de los casos un ápice y, especialmente, no arranquemos párrafo ni frase con un adverbio o una preposición, que demora el momento de comenzar a contar las cosas. La conexión en el texto se establece temáticamente y si lo hacemos bien la fluidez será perfecta, porque de una unidad informativa se desprenderá naturalmente la que le siga: "El presidente del Gobierno Mariano Rajoy (la primera vez, siempre nombre y apellido) afirmó ayer que la suerte del militante del PP Rodrigo Rato la decidirían los órganos competentes del partido. La secretaria general María Dolores de Cospedal añadió....". ¿Qué falta hace adjuntar "por su parte", Cospedal etc.? Y, por último, especialmente en la prensa centroamericana encuentro que se considera una deuda de honor dar la identificación por número y fecha de la ley o decreto con arreglo a lo cual se adopta una disposición, desde una detención a cualquier tipo de sanción administrativa, que me pregunto qué le importará al lector, y lo mismo pasa con los domicilios que son anormalmente prolijos con enumeración de localidad, barrio, bloque de casas, calle y hasta piso o puerta. Hay que encontrar fórmulas que aligeren la información de ese tipo de ganga o dormiremos al lector y no precisamente en los laureles.
Puede parecer elemental, pero si recorremos la prensa en español nos percatamos de lo mucho que se ignoran estos consejos
Esos cabos que quedan tantas veces sueltos.
En la narración creamos una serie de interrogantes a los que hemos de dar respuesta. Con las cifras hemos de ser especialmente cuidadosos. Si damos el porcentaje de crecimiento de lo que sea, aunque figure también ese crecimiento en términos absolutos, inexcusablemente tendremos que incluir la cifra a la que se refiere: el 3%, más la cantidad de la que es porcentaje. Decimos que España es el segundo país del mundo en lo que corresponda y eso nos obliga como mínimo a decir quién es el primero. En una información recientemente publicada en la prensa española se decía que una manifestación cultural "volvía" a España, pero no se explicaba desde cuándo no la veíamos por el país, dóinde habían estado en ese tiempo, por qué nos la habíamos perdido y demás. Para que una información esté completa, y todas, cualquiera que sea su extensión, han de estarlo, hay que cerrar esos orificios por lo que se cuelan los interrogantes.
Todo esto puede parecer harto baladí, elemental incluso, pero molestémonos en recorrer la prensa en español y percatémonos de lo mucho que se ignoran estos consejos, y aunque su inobservancia puntual es tema menor, un periódico en el que con alguna frecuencia el marciano no entienda todo lo que lee; la repetición de nombres, entidades, domicilios, cuerpos sociales sea moneda corriente, no es un buen periódico. El lector no notará cada una de estas insuficiencias, pero apuesto a que sufrirá una incomodidad. Una difusa insatisfacción que juega en contra de nuestros intereses.
Dar cumplimiento a esta Santísima Trinidad de la técnica periodística no hace como por arte de magia que un periódico sea bueno; pero su descuido sí impide que lo sea.
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