A la yihad desde Ladbroke Grove
Una decena de vecinos musulmanes del céntrico y cosmopolita barrio de Londres se ha unido al islamismo más radical durante la última década
Una señora con chilaba negra y hiyab entra por una gran verja metálica azul al bloque de viviendas Princess Alice House.
—¿Conoce usted a Tarik Hassane?
—No... pero sé que es un buen chico, verá cómo no encuentran nada —responde mientras cierra la verja en la cara del periodista.
La madrugada del 7 de octubre la policía entró por esta misma verja, subió a la primera planta y derribó la puerta del piso donde vivía, con su madre y su hermana, Tarik Hassane. El joven de 21 años, según la policía, ofreció resistencia, pero lo redujeron con una pistola eléctrica y se lo llevaron preso. Hassane sigue detenido, acusado de pretender cometer actos terroristas o asistir a otros para cometerlos.
Esto es Dalgarno Way, una tranquila calle residencial en la zona de Ladbroke Grove, en los límites de Notting Hill. Hay una iglesia y bloques de pisos cuyo precio medio ronda los 360.000 euros, la mitad de la media del distrito de North Kensington, al que pertenece. Es un barrio cosmopolita, con la mayor concentración de población marroquí de Inglaterra. Pero no es Lavapiés, ni el Raval, ni la banlieue parisina. No se ven teterías, locutorios, ni carnicerías halal. 500 metros más abajo, en la calle de Kingsbridge, está la casa donde vivía David Cameron antes de trasladarse a Downing Street.
Scotland Yard ha detenido a 218 personas este año por terrorismo
Mohamed Ali Ahdash es director del centro de cultura islámica y mezquita Al Manaar, en Ladbroke Grove. Recibe a EL PAÍS en las instalaciones de un centro que ha asistido a un goteo de fieles que han sucumbido a la llamada del extremismo. Dos de ellos, también de Dalgarno Way, participaron en los atentados de 2005, que causaron más de 50 muertos. Otros dos fallecieron en Siria en 2012. Otro fue capturado en Afganistán. Así, hasta al menos una decena en 10 años.
Hassane jugaba al fútbol en el equipo de Kensington. Le apodan el cirujano porque siempre quiso ser médico. Al terminar la escuela solicitó una plaza en King's College, pero la nota no le llegó y se fue a estudiar a Sudán. El domingo 5 de octubre volvió a Londres para celebrar el Eid al Adha (la festividad mayor de los musulmanes) con su familia. El lunes, horas antes de su detención, publicó un misterioso tuit: "Eh, colegas... huelo a guerra".
Según la policía, Hassane y cuatro amigos arrestados el mismo día habían jurado fidelidad al Estado Islámico (EI). Descargaron y distribuyeron la fatua que llama al asesinato de civiles en Occidente. Desarrollaron un método secreto de comunicación y adquirieron una pistola. Recogían fotografías de agentes de policía en Instagram y usaron Google Street View para localizar una comisaría y un cuartel del Ejército. "Un caso bastante serio", según la policía, que sumado a otras detenciones recientes aumentan la preocupación.
El nivel de alerta terrorista es "severo", el segundo más alto, y la actividad policial para prevenir un ataque es la mayor desde los días posteriores a los atentados de 2005 en Londres. La radicalización de jóvenes musulmanes británicos, según expertos antiterroristas, ha crecido a medida que los extremistas se han hecho fuertes en Irak y Siria.
Reino Unido escuchó con horror el marcado acento londinense del encapuchado que amenazaba a Occidente después de la decapitación a cuchillo de un periodista norteamericano. Ciudadanos y autoridades se preguntan qué puede llevar a actuar así a un vecino de una de las capitales del mundo con más tradición de tolerancia e integración.
Mark Rowley, máxima autoridad de Scotland Yard en lucha antiterrorista, aseguró la semana pasada que se han frenado varios planes este año para asesinar a personas en Reino Unido. Ha habido 218 detenciones relacionadas con el terrorismo, según Rowley, un número excepcionalmente alto. Hay 66 personas desaparecidas sobre las que sus familias han expresado a la policía su preocupación de que puedan haberse ido a la yihad en Siria. Se calcula que 500 británicos han viajado a aquel país a luchar con el EI. "La radicalización vía Internet de jóvenes es un riesgo creciente", dice Rowley. "Los extremistas utilizan las redes sociales de formas altamente sofisticadas para reclutar a individuos".
El temor a la radicalización lleva al Gobierno a pedir más poderes
La ministra del Interior, Theresa May, defendió la necesidad de "dar más poderes a la policía" para investigar la actividad en Internet de los ciudadanos. "La capacidad para obtener los datos que necesitamos decrece peligrosamente. Caminamos hacia una sociedad en la que el crimen no puede ser investigado y los terroristas pueden tramar sus maquinaciones sin freno".
Ahdash, el director del centro islámico, apunta a Internet y a la educación como claves de un problema complejo. "Si tienen alguna pregunta, van a Google. No acuden a un estudioso. Por otro lado, las escuelas imparten el conocimiento islámico tradicional en un sentido restringido, y el mensaje no conecta con la juventud. ¿Quién llena ese hueco? Aquellos que ofrecen una mala interpretación del islam. A la juventud le gusta retar las normas. Y ese discurso extremista atrae, sobre todo cuando asesinos son retratados como héroes".
Para Ahdash, la solución pasa por un "acercamiento inclusivo" con todos los implicados. "Hay que contar con la comunidad musulmana", opina, "y esta tiene la responsabilidad de trabajar con el Gobierno y con toda la sociedad. Así se combatirá la raíz del problema. Hace falta comunicación: entre generaciones, entre toda la sociedad. Tenemos que escucharlos y conocerlos. Es una carrera de fondo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.