La ejecución de una mujer en Texas eleva a 15 el total desde la legalización
Desde que en 1976 se declarara constitucional la máxima pena, casi 1.400 personas han visto cumplida la cita que esperaban en el corredor de la muerte.
Agotados todos los recursos judiciales, Lisa Coleman, 38 años, era ejecutada el miércoles con una inyección letal en la penitenciaría de Huntsville. Según el Departamento de Prisiones de Texas, Coleman moría 12 minutos después de que se le inyectara una sola dosis de pentobarbital, un barbitúrico que se suele usar para sacrificar animales y que se ha convertido en la alternativa al triple cóctel de medicamentos del que originalmente se componía la inyección letal. Como viene siendo norma habitual dentro del secretismo que rodea a la pena de muerte en los últimos años, la penitenciaría se negó a informar sobre el laboratorio origen del medicamento, su fecha de caducidad o sus componentes.
En el verano de 2012, Texas ejecutaba por primera vez a un preso con una sola dosis de medicamento. Todas las ejecuciones que ha llevado a cabo este Estado este año han sido realizadas con pentobarbital. En total, nueve personas han sufrido homicidios legales, siendo dos de ellas mujeres. Coleman ha sido la segunda mujer ejecutada en Estados Unidos en lo que va de año y la número 15 desde que el Tribunal Supremo de Estados Unidos restableciese la pena de muerte en 1976.
Desde ese año, en EEUU se han ejecutado a 1.389 personas. Las mujeres cometen aproximadamente un 10% de los homicidios totales y un 1% de ellas acaba en los corredores de la muerte, según cifras del grupo Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC, siglas en inglés). Tan solo siete Estados –Texas; Florida; Oklahoma; Alabama; Carolina del Norte; Arkansas; y Virginia- han ejecutado mujeres en los casi 40 años de vigencia de la máxima pena.
Texas sigue detentando el triste honor de ser el Estado de la Unión que más gente tumba en la camilla de la muerte, 517 personas desde su declarada constitucionalidad. Esa cifra representa un 37% del total a pesar de que Texas solo engloba a un 8% de la población de Estados Unidos. En la actualidad, otras siete mujeres esperan su turno con la inyección letal en los corredores de la muerte.
Texas sigue detentando el triste honor de ser el Estado de la Unión que más gente tumba en la camilla de la muerte, 517 personas desde su constitucionalidad
En el uso del pentobarbital como único componente de la inyección letal Texas se ha unido a Estados como Alabama; Arizona; Delaware; Florida; Georgia; Idaho; Misisipi; Ohio; Oklahoma; Carolina del Sur; Dakota del Sur; Texas; y Virginia. Como establece Robert Perkinson en su libro Texas Tough: The Rise of American´s Prison Empire, el Estado de la Estrella Solitaria es “el mejor de la nación” a la hora de matar gente de forma legal y su cámara de la muerte es “una máquina perfectamente engrasada”.
De hecho, tanto es así que a la penitenciaría de Huntsville –considerada la capital de la pena de muerte por el gran número de ejecuciones que se practican- llegan funcionarios de prisiones de otros Estados para aprender y observar cómo se llevan a cabo las ejecuciones en Texas. En ocasiones, incluso trabajadores de Huntsville han viajado hasta otros Estados para practicarlas ellos mismos.
De alguna manera, Texas está siendo el Estado hacia el que vuelven la vista otros corredores de la muerte, el modelo a seguir dentro de este nuevo escenario que cuestiona el método, no por inhumano, sino por desabastecimiento.
La muerte de Coleman puede ser considerada rápida y tranquila si se compara con anteriores casos en los que el reo ha sufrido agonías de más de 40 minutos, como sucedió con Clayton Lockett en Oklahoma el pasado mes de abril. Tras ser conducida a la sala donde se encuentra la camilla, Coleman uso el derecho que tenía a decir unas últimas palabras. “Sólo quiero decirle a mi familia que la quiero, que quiero a mi hijo. A las muchachas en el corredor de la muerte, que las quiero y que mantengan alto el ánimo”.
El caso de Coleman dio en los días anteriores a su ejecución titulares espeluznantes al recordar el caso por el que había sido condenada a muerte. Coleman fue considerada culpable de dejar morir de hambre en 2004 al hijo de nueve años de su pareja, Marcella Williams, quien hoy sirve cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional en 2044.
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