La Padania, una nación imaginaria
La Liga Norte pretendió incluir al próspero norte de Italia en una región separatista
La Liga Norte nació y se hizo fuerte cuando, a principios de los años noventa, los partidos italianos tradicionales, podridos de corrupción, se desplomaron bajo el peso de la operación Manos Limpias. Umberto Bossi, mal estudiante, peor cantante y comunista por despiste, supo sacar provecho de aquella debacle diciendo, en los mítines primero y después en el Parlamento, lo mismo que mucha gente bramaba en los bares de Milán: que Roma era una ladrona —entendiéndose por Roma los cenáculos del poder donde se malgastaba la riqueza que llegaba del próspero norte de Italia—, que había que colgarlos a todos —llegando a exhibir cuerdas de horca— y que el entonces emergente Silvio Berlusconi era simplemente un mafioso. El tal Bossi se sacó de la manga un neologismo, la Padania, un territorio idílico bañado por el Po y poblado por gente laboriosa, y acuñó un lema que, vociferado en camiseta de tirantes de mitin en mitin, reivindicaba —de forma chabacana— el carácter fanfarrón de la Liga y de su política: “¡La tengo dura!”.
De aquellos tiempos, lo que son las cosas, solo queda en pie la expresión. La palabra “celodurismo” —proveniente de la frase italiana “ce l’ha duro”— fue adoptada por el periodismo y, desde hace dos años, por el diccionario para expresar esa forma “radical e intransigente” de hacer política. Lo demás, simplemente, o no existía —como la Padania en sí, un territorio imaginario en el que la Liga incluye a todo el norte próspero de Italia— o se perdió por el camino, como la inicial intransigencia contra la corrupción. Por un lado, Umberto Bossi se prestó —para mayor rentabilidad de su nacionalismo económico— a sostener a los Gobiernos cada vez más agónicos de Berlusconi. Y, por otro, permitió que su propia familia cayera en los mismos métodos corruptos y ventajistas que había criticado.
El más sonado fue el de su hijo Renzo, conocido en Italia como el Trucha, un apodo que le colocó su propio padre cuando le preguntaron si veía en él a su delfín. “No, como mucho, veo a una trucha”. En 2012 se descubrió que Renzo Bossi, su madre y sus hermanos se habían quedado con cinco millones de euros de los 63 que la Liga Norte recibió en los últimos años como reembolso electoral. Fue la puntilla para el patriarca, ya muy debilitado desde que en 2004 sufrió un infarto cerebral que, sin embargo, no le impidió —cuatro años después— aceptar de manos de su amigo Silvio Berlusconi el ministerio para el Federalismo. Durante la toma de posesión, Bossi repitió uno de sus gestos preferidos ante la bandera italiana: enseñarle el dedo medio.
Con estos mimbres no es difícil adivinar que, aunque sus dirigentes hagan esfuerzos en compararse, la situación de la Liga Norte no se parece demasiado a los movimientos independentistas de Escocia, Quebec o Cataluña. “La diferencia fundamental”, explica Roberto Biorcio, profesor de sociología política en la Universidad Milán Bicocca, “es que la Padania no tiene una lengua, una cultura o una identidad política. La Liga Norte inventó en 1996 esta especie de nación ficticia y lo escribió en su estatuto, pero desde luego no tiene nada que ver con Escocia o Cataluña, que tienen una lengua, una cultura y una identidad política e histórica.
El territorio carece de lengua, identidad política o cultura propias
El único elemento que pueden tener en común es la reivindicación de las regiones más ricas del norte de no pagar tantos impuestos al conjunto del país, de tener autonomía fiscal. De todas formas, la estrategia de la Liga ha dado importancia a la independencia de la Padania hasta solo algunos años después de 1996, pero siempre de modo simbólico, sin profundizar en reivindicaciones concretas. Y, de hecho, en las últimas europeas, han desplazado en su discurso la autonomía con respecto a Roma por la autonomía con respecto a Europa. Es curioso, pero han terminado pidiendo más la independencia de Italia que la de Lombardía o la Padania. Han pasado de ser un partido autonomista a un partido nacionalista italiano”.
El partido, antes autonomista, ahora es nacionalista, dice un politólogo
Attilio Fontana es uno de los hombres de la Liga sobre el terreno. Alcalde de Varese desde 2006 y presidente, hasta el pasado sábado, de la sección de Lombardía de la Asociación Nacional de Ayuntamientos Italianos. Dice que la independencia de Lombardía es factible porque “Italia no ha sido jamás un pueblo”. Y se explica: “Italia está unida desde hace solo 150 años. Antes siempre estuvo dividida y por eso no tiene una identidad precisa, unos valores fundacionales en los que los ciudadanos se vean representados. De ahí viene, en gran parte, el problema de la corrupción”.
—¿Y usted cree en serio que la gente del norte es más trabajadora?
—La gente del norte es la única que trabaja. Aquí un tercio mantiene a los otros dos.
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