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Tribuna
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Una masacre hija del odio

En un país donde el discurso oficial destaca la palabra amor, es el resentimiento el que está gobernando a todos los niveles

19 de julio del 2014. Iban de Managua a Matagalpa, al norte de Nicaragua, regresando de celebrar el 35 aniversario de la victoria de la Revolución Popular Sandinista, cuando un grupo armado atacó a la caravana de buses, dejando cinco personas fallecidas y más de 24 heridos. Cinco nicaragüenses inocentes asesinados por otros nicaragüenses que pensaron que estaba bien disparar contra quienes cargaban una bandera con la que no comulgan. No sabemos con certeza quienes son los responsables; aparentemente los atacantes son grupos armados que se están organizando en la montaña y que el Gobierno ha subestimado.

Siento que estoy oyendo una noticia de hace 35 años. Leo y siento como el dolor de una Nicaragua polarizada me entra en todo el cuerpo. Pareciera que el proyecto del canal interoceánico que promete partir el país en dos es casi una metáfora sobre este paisito dividido.

Fue también un 19 de julio cuando la dignidad de un pueblo venció a la dictadura somocista. Cuando los y las nicaragüenses sintieron que tenían en sus manos la libertad y el futuro, y se abrazaron reconociéndose -sin conocerse- como iguales. Era 1979, la alegría invadía y unía al país; la Revolución no había sido traicionada por quienes hoy concentran el poder.

Leo y siento como el dolor de una Nicaragua polarizada me entra en todo el cuerpo

Al igual que la mayoría de los países latinoamericanos, Nicaragua tiene una historia de violencia y resistencia. La guerra es parte de nuestro pasado reciente y no hemos sanado los más de 50 mil muertos de los enfrentamientos entre quienes defendían el proyecto de la Revolución Sandinista y la Contra (grupo militar entrenado, armado y financiado por el gobierno de los Estados Unidos). Cargamos como sociedad muchos resentimientos y no hemos trabajado procesos reales de justicia y reconciliación. La memoria está absorbida por el discurso oficial, está guardada al fondo de un baúl cerrado con llave y es muy peligroso intentar abrirlo.

En un país donde el discurso oficial destaca la palabra amor, es el odio el que está gobernando a todos los niveles. Desde los poderes del Estado, hasta las organizaciones barriales, pasando por la familia, las aulas de clases y las calles. Odiamos. Odiamos al que piensa diferente, a los sandinistas comunistas, a los orteguistas vende patria, a la oposición culo rosado, a los ricos oligarcas, a los estudiantes de derecha, a los pobres que no quieren trabajar, a las mujeres provocadoras, a las feministas abortistas.

Estamos cargados de odio al otro en un sistema político que le conviene ese odio. Divide y vencerás. Porque el dialogo y el trabajo en conjunto es peligroso para quienes quieren perpetuarse en el gobierno. Conocen bien la historia y saben que este pueblo unido puede vencer a quienes quieren acaparar el poder.

En un país donde el discurso oficial destaca la palabra amor, es el odio el que está gobernando 

Todos somos parte de este odio que se alimenta de la historia, de la búsqueda de identidad, de la necesidad, de la exclusión social y de la pobreza. Hoy la ola nos ha alcanzado y muchos luchamos contra ella porque también somos parte de la gran familia de nicaragüenses víctima de la impunidad y la violencia política. No queremos más masacres y no creemos que el odio sea el camino. Porque el odio genera violencia. Y la violencia mata. Ya suficiente sangre hemos derramado para seguir matándonos entre compatriotas.

La masacre del 19 de Julio no es el primer ataque contra simpatizantes del partido en el poder. Asimismo, en los últimos años ciudadanos y ciudadanas, periodistas y organizaciones civiles han sufrido la violencia e intolerancia política liderada por el gobierno de Daniel Ortega. Ha habido intimidaciones, golpes, detenciones ilegales, torturas policiales y asesinatos. Muchas veces ha sido violencia orquestada por el Estado contando con la complicidad y presencia de la Policía Nacional.

Ninguna agresión justifica la de este 19 de julio. Nada justifica atentar contra la vida de otras personas. Nicaragua está de luto, hubo una masacre injusta e inaceptable, una masacre hija del odio. ¿Por qué atacar a ciudadanos por su afiliación partidaria? ¿Por qué agredir a quienes piensan distinto? ¿Por qué recurrir a la violencia y a las armas? ¿Cómo promover valores que construyan una cultura de paz con un gobierno que no está abierto al dialogo? ¿Cómo promover justicia para todos los crímenes políticos? ¿Cómo promover el respeto de los derechos humanos?

Este luto nos deja muchas preguntas y el inicio de la respuesta: algo no está bien y no podemos seguir en el círculo vicioso de violencia. Sólo el dialogo, el debate de ideas y el reconocimiento de los otros y las otras puede construir sociedades libres y justas. Tuvimos una Revolución, pero hicieron falta muchos cambios revolucionarios. Construir democracia y dejar a un lado una cultura política de caudillismo y el autoritarismo sigue siendo una utopía para las nuevas generaciones.

Quienes tienen más poder tienen más responsabilidad, porque tienen mayor capacidad y alcance para acabar con la cultura del odio y evitar otra masacre. Quienes tenemos menos, nos toca reinventarlo y fortalecerlo desde los valores colectivos donde un fin justo elija siempre medios justos.

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