Los avances de Hamás ponen al 80% de los israelíes bajo amenaza
Los palestinos han usado su primer misil antiaéreo de corto alcance
Cohetes en Tel Aviv, en Jerusalén. Cohetes casi en Haifa, pleno norte, también cerca del reactor nuclear de Dimona, al sur, en el desierto del Negev. Y a un ritmo endiablado, a veces uno cada minuto en las ráfagas intensas a la hora en que los palestinos musulmanes han terminado la cena de Ramadán. Los civiles israelíes están asistiendo a una nueva manera de replicar de las milicias palestinas de Gaza, más intensa, más amplia incluso que la de 2012, durante la anterior gran ofensiva militar. Su reacción ante la nueva andanada es calmada. Hay más cansancio que miedo ante la ruptura de la rutina. Sirena. Correr al refugio. Esperar hasta que pase la alarma. Así están más de cinco millones de ciudadanos, el 80% de la población, que vive bajo la amenaza de los proyectiles.
Por tierra o por mar, ni un rincón de su tierra estará en paz Portavoz de las Brigadas Al Qassam, brazo armado de Hamás
El primer ministro, el conservador Benjamín Netanyahu, ha dado orden de “intensificar más aún el ataque a Hamás” y ha pedido a sus tropas que estén “preparadas para todas las posibilidades”, para una campaña “larga y dura”. La situación preocupa al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que se reunirá este jueves de forma urgente para analizar la escalada de hostilidades entre Israel y Palestina.
Kiriat Malaji, a 30 kilómetros de Gaza, es una de las ciudades que sufre los proyectiles. Caen dos muy seguidos y empiezan las carreras, la gente sale del coche y se acurruca en las cunetas. Silencio, dos, cinco minutos. Pasa la amenaza y los cafés, el dentista, el supermercado… todo vuelve a latir tras la imagen congelada. Radios y televisiones interrumpen sus emisiones para avisar de los cohetes. Se han cortado las líneas de tren más al sur, se han anulado campamentos de verano y conciertos —6.000 personas fueron desalojadas de un recital en Jerusalén el martes—, y también exámenes de fin de curso en la universidad del Negev. No obstante, la Bolsa de Tel Aviv cerró al alza. “Estamos acostumbrados”, resume la jubilada Anat Deri sobre la creciente tensión.
En Dimona, el funcionario municipal Simon Giladi resopla al teléfono: “Intentan llegar al reactor. No es nuevo. ¿Recuerda el dron aquel de Líbano? [que hizo fotos del recinto en otoño de 2012, supuestamente enviado por Hezbolá e Irán]. Pero estamos bien protegidos. Israel no va a permitir que le hagan daño”, explica.
El analista y general retirado Avi Mandelblit cree que los grupos armados de Gaza han afinado su estrategia para hacer más daño a Israel, no solo por el material más sofisticado con que cuentan, sino por las técnicas de ataque que emplean. Por ejemplo, deciden lanzar “decenas de cohetes a la vez”, algo que ocurrió las noches del lunes y el martes. La Cúpula de Hierro se “satura” y no puede responder a todas las amenazas. Si golpean a la vez objetivos alejados entre sí, hay que abrir el abanico del radar, lo que acaba por hacerlo menos efectivo, añade.
El jefe del Estado Mayor, el general Benny Gantz, reconoció que esta proliferación de amenazas puede traer “sorpresas”. Una de ellas ha sido el empleo, insólito hasta ahora, de un misil antiaéreo de corto alcance por parte de los islamistas, que no dañó al caza al que perseguía.
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