Migración de menores: la generación perdida de Centroamérica
Casi 70% de los jóvenes en edad laboral de Honduras, Guatemala y El Salvador emigran de sus países con un costo para los gobiernos de 80.000 millones de dólares
El éxodo de menores centroamericanos a Estados Unidos parece haberse acentuado de la noche a la mañana, pero en realidad tiene sustento en un dato demográfico que se ha estado forjando durante al menos una generación: más de la mitad de la población de Centroamérica tiene entre 15 y 24 años de edad, y cuenta con escasas oportunidades económicas – un círculo vicioso que se agrava con la propia migración.
En efecto, este éxodo no es sólo un drama humano de deportaciones y separaciones familiares, sino que además representa un duro golpe a las economías de los países involucrados. Aproximadamente el 67% de los jóvenes en edad laboral de Honduras, Guatemala y El Salvador dejan sus países, según cálculos del Banco Mundial.
Desde octubre de 2013, unos 52.000 menores no acompañados han sido detenidos en la frontera con México. En respuesta, Washington ha pedido al Congreso 2.000 millones de dólares para reforzar la seguridad fronteriza. Entretanto, en Centroamérica, la sangría de migrantes cuesta a los gobiernos un estimado de 80.000 millones de dólares, tanto por fuga de cerebros como por los costos de repatriación.
Susan Cruz, experta en migración del Banco Mundial, explica en esta entrevista cuáles son las causas de este incremento de migrantes menores, y qué alternativas tienen los gobiernos afectados para resolver la situación.
Pregunta. ¿A qué se debe este incremento de migrantes menores hacia EE.UU?
Respuesta. Efectivamente, el número de menores centroamericanos –especialmente de Honduras, El Salvador y Guatemala- que emigran burlando los controles fronterizos a EE.UU ha aumentado en los últimos años, y se ha acentuado en tiempos recientes. Inicialmente eran adultos hombres, luego se incrementó la migración de mujeres, y en estas épocas hay una mayor migración de jóvenes, muchos de ellos miembros de familias que ya emigraron y que ven el viaje a EEUU como la única oportunidad de reencontrarse con los suyos. En muchas ocasiones estos jóvenes son los hijos de las primeras generaciones de migrantes. De todos modos, se trata de una migración casi forzosa, pues estos niños son "expulsados" de sus comunidades por las condiciones de inseguridad, pobreza y violencia en que viven.
P. ¿Por qué hoy en día la mayoría de los migrantes son jóvenes o menores?
R. Además de las condiciones de violencia local en los países de origen y de la necesidad de reunirse con las familias que migraron, también hay una explicación demográfica. Las personas entre 15 y 24 años representan el mayor porcentaje de las poblaciones centroamericanas. Por ejemplo, en Honduras y El Salvador la pirámide poblacional muestra que más del 40% de la población tiene menos de 18 años. Y muchos de ellos no encuentran oportunidades en su país, por lo que optan por emigrar.
P. Los niveles de pobreza se redujeron en los países de origen, y también aumentaron las oportunidades laborales. ¿No debería esto implicar menos migración?
R. La pobreza sigue existiendo -sigue siendo alta- y las oportunidades laborales, aunque se han incrementado, todavía no se extienden a los sectores más vulnerables. Paralelamente, las principales oportunidades económicas de las poblaciones centroamericanas, especialmente en Honduras, El Salvador y Guatemala, llegan de las remesas desde Estados Unidos. Esto provoca que los jóvenes perciban al vecino norteamericano como el lugar de donde viene el dinero, el lugar donde sus familiares y conocidos están teniendo una vida mejor, y lógicamente quieran emularles.
P. ¿Qué supone esta migración para los países más afectados?
R. En Honduras, por ejemplo, aproximadamente 3.500 personas son reintegradas al país cada mes, según datos del Centro de Asistencia al Migrante Retornado. En El Salvador, son aproximadamente 2.400 por mes. Este alto número de personas, cuando llegan a su país se encuentran sin ningún soporte social, con el estigma de la deportación y probablemente forzados a involucrarse en actividades ilegales. Esto se convierte en el caldo de cultivo idóneo para que intenten cruzar la frontera, o para que se involucren en actividades delictivas. El costo del éxodo y repatriación para los países centroamericanos asciende a 80.000 millones de dólares.
P. ¿Qué medidas de corto y medio plazo pueden tomar los países para frenar este éxodo?
R. Un problema tan complejo requiere de soluciones complejas y multifacéticas. Por ejemplo, ¿cómo se ofrecen oportunidades atractivas para los jóvenes que quieren migrar? Una posible solución a este problema es lograr una colaboración entre la diáspora de estos países con sus gobiernos para que parte del porcentaje de las remesas familiares se pueda utilizar para generar programas de inversión local. Adicionalmente, urgen medidas para proteger a los niños y menores y evitar o disminuir el riesgo de que sean sometidos a situaciones de explotación o abusos de otro tipo. Esta es una responsabilidad tanto de los países de origen como de los países receptores de emigrantes.
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