El fin del gobernador ausente
Fausto Vallejo, mandatario de Michoacán, dimite por problemas de salud en medio de la sospecha de que su hijo tiene vínculos con el crimen organizado
Fausto Vallejo, el gobernador del Estado mexicano de Michoacán, ha dimitido. El mandatario estatal, del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), viajó a la Ciudad de México para anunciar que no podía más. “He sido recibido por el presidente Enrique Peña Nieto. Le he informado de que me retiro del Gobierno para poder atender mi salud”, escribió esta mañana en un par de mensajes de Twitter. El anuncio se produce cinco meses después de que el Gobierno federal pusiera en marcha una estrategia para mitigar la violencia en el Estado, al sur del país, y así debilitar al cartel de Los Caballeros Templarios, que ha asolado la región con la política de sangre y plomo.
Vallejo se entrevistó esta mañana con Miguel Ángel Osorio Chong, el secretario (ministro) de Gobernación. Fue él, el encargado de la política interior del país, el primero en saber que Vallejo abandonaba su cargo por problemas de salud. El político, de 65 años, llegó a la gobernatura en febrero de 2012. Desde entonces una enfermedad, que hasta el día de hoy no se ha hecho pública, lo fue mermando. Varias imágenes revelan el menoscabo físico que ha tenido desde entonces. Bajó súbitamente de peso y realizaba la mayoría de sus actividades con los tobillos permanentemente hinchados.
Hubiera sido un escándalo que en plenas funciones se iniciara una investigación en contra de su hijo por vínculos con la delincuencia
Silvano Aureoles, diputado PRD
En abril de 2013 el gobernador que había derrotado al PRD (la izquierda) después de diez años de Gobierno en Michoacán solicitó permiso al Congreso local para ausentarse del cargo por noventa días. Tres meses después, en julio, volvió a solicitar una licencia por más tiempo (180 días). En ese tiempo viajó a Estados Unidos a someterse a una operación médica. Le trasplantaron el hígado y un riñón. Cuando volvió encontró a Michoacán, que ya había abandonado siendo un polvorín, convertido en el campo de batalla que enfrentaba a los narcotraficantes con las autodefensas, grupos de civiles que se levantaron en armas para plantar ante los delincuentes.
A pesar de sus seis meses de ausencia, Vallejo trató de ser el hombre fuerte en un estado donde las autoridades se habían desvanecido. Trató de zanjar, siempre en contra de lo evidente, el tema de su salud. En una entrevista telefónica el pasado mes de mayo había dicho que su “deseo político” seguía “en pie y firme” para continuar al frente del Gobierno “con todo el entusiasmo”. A principios de junio había señalado a los periodistas locales que ya estaba harto de las especulaciones sobre su enfermedad. “No hay respuesta, ya chole con eso [una expresión mexicana de hastío]”, dijo.
La Presidencia emitió un escueto comunicado tras el encuentro del todavía gobernador con Peña Nieto. “Vallejo manifestó su decisión de separarse de la gobernatura para atender su salud, la cual requerirá de un tratamiento permanente y continuado”. El Congreso local deberá de elegir al sustituto de Vallejo con el voto de mayoría calificada (dos terceras partes de los legisladores). Las elecciones se efectuarán en las intermedias de 2015, donde Michoacán y otros ocho estados elegirán nuevas autoridades.
Pero el gobernador de Michoacán tiene otra dolencia. Desde hace algunos días una fotografía de Rodrigo, su hijo, se ha repetido una y otra vez en las redes sociales. En la imagen, de paupérrima calidad, que podría ser una fotocopia de un expediente judicial, se ve al hijo de Vallejo acompañado de Servando González, alias La Tuta, el único líder de los Caballeros Templarios que continúa a salto de mata. “En mi familia no hay criminales”, afirmó tajante Vallejo cuando se le preguntó por la imagen.
El caso de Rodrigo ha comenzado a cobrar importancia. El diputado del PRD, Silvano Aureoles, que perdió la elección de 2011 frente a Vallejo, ha afirmado que la dimisión está relacionada con la sospecha que se posa sobre la familia. “Estoy seguro de que el Gobernador debe tener información de primer nivel. Hubiera sido un escándalo que en plenas funciones se iniciara una investigación en contra de su hijo por vínculos con la delincuencia”, señaló al informativo de Joaquín López Dóriga. Autoridades de la Fiscalía y la Secretaría de Gobernación han señalado que “no habrá impunidad en el caso de Michoacán” y que se investigan todo tipo de señalamientos.
Jesús Reyna, el hombre que quedó al frente del Estado cuando Vallejo se ausentó, se encuentra hoy en prisión acusado de tener vínculos con el narcotráfico. La opinión pública se pregunta si el hijo de Vallejo correrá con la misma suerte.
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