Empresarios cubanoamericanos piden a Obama que levante el embargo a la isla
Los inversores mantienen conversaciones de alto nivel con las autoridades de La Habana
Menos interesados en la democracia que en los negocios, los empresarios de la coalición estadounidense que promueve la atenuación del embargo a Cuba aceleran sus gestiones ante las administraciones de Barack Obama y de Raúl Castro para evitar que China, Rusia, Canadá, México, Brasil o Europa tomen la delantera en la modernización de la isla caribeña, que necesitará miles de millones de euros para salir del subdesarrollo. Los hombres de negocios más activos del grupo lobista se apresuran porque parecen conceder credibilidad al viraje del régimen cubano hacia el liberalismo económico y niegan efectividad al embargo comercial y financiero aprobado en 1960 por Dwight D. Eisenhower para estrangular hasta la asfixia a la revolución de partido único establecida por Fidel Castro en 1959.
Transcurridos más de medio siglo y 10 administraciones norteamericanas sin conseguirlo, el mundo del dinero y el realismo político piden a Obama que utilice las prerrogativas del poder ejecutivo para introducir cambios más inteligentes en su relación con Cuba, ante la imposibilidad de levantar el embargo, que no depende del Gobierno sino de una mayoría cualificada de demócratas y republicanos en el Congreso. Ricky J. Arriola, presidente del poderoso consorcio Inktel; los magnates del azúcar y del sector inmobiliario Andrés Fanjul y Jorge Pérez; el empresario Carlos Saladrigas, y el petrolero Enrique Sosa, además de otros emprendedores multimillonarios, figuran entre los activistas del acercamiento binacional. Muchos son de origen cubano, pero todos tienen la ciudadanía estadounidense, por lo que no pueden hacer negocios con Cuba por imperativo del embargo.
Hillary Clinton, ex secretaria de Estado y una de las candidatas presidenciales favoritas de los demócratas para 2016, se sumó a sus posiciones argumentando en sus memorias que el aislamiento de Cuba fracasó y complica la agenda política de Estados Unidos en América Latina, mayoritariamente contraria a las medidas coercitivas. Las conversaciones se suceden. Varios plutócratas viajaron a La Habana para entrevistarse con Raúl Castro y sondear la sinceridad y alcance del aperturismo aprobado hace tres años por el del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). A la inversa, mensajeros castristas se reúnen en Miami con detractores y partidarios de la avenencia de dos países situados a 145 kilómetros de distancia pero sin relaciones diplomáticas desde 1961.
“La confrontación y el embargo han sido extremadamente útiles para el Gobierno cubano (… ) le han ayudado a obtener una legitimidad que no ha podido obtener por otras formas”, declaró Saladrigas en varias entrevistas. La tesis de la inutilidad del embargo aparece en el libro de memorias de Clinton, Hard Choices, y en la carta a Obama de 46 personalidades del empresariado, y ex altos funcionarios encargados de los asuntos latinoamericanos en varias Administraciones, entre ellos John Negroponte, que fue jefe de Consejo Seguridad Nacional con George W. Bush. La mayoría son ahora consultores de grandes firmas norteamericanas y adivinan en Cuba un voraz mercado de consumidores.
La relación de capitanes de empresa movilizados ante las potencialidades de los cambios en Cuba es amplia: toman posiciones David Rockefeller, George Weiksner, Alan Stog y Eduardo Mestre, Pedro Freyre, Ralph Patino, entre otros exponentes de la economía y las finanzas.
Pero no todos aprueban la rescisión del embargo. Hijo de cubanos, Robert Menéndez, presidente del comité de Relaciones Exteriores del Senado, dijo que es inmoral firmar contratos con una dictadura que reprime las libertades fundamentales.
Los promotores de la relajación abogan por estrechar lazos y estiman que el período adecuado para reducir las medidas punitivas desde el Ejecutivo, sin que se necesite la aprobación parlamentaria, sería el comprendido entre las elecciones legislativas de noviembre y el primer trimestre de 2015.
Cercano al posibilismo, actúa otro poderoso lobista, Thomas Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de EE UU, que agrupa a tres millones de empresas, y que viajó en mayo a La Habana. Se reunió con Raúl Castro para buscar certidumbres e instar a la ampliación de las reformas de libre mercado.
Previamente a la visita, Cuba había promulgado, en abril, una nueva ley de inversión extranjera autorizando las inversiones de los empresarios de origen cubano residentes en el extranjero. “Está aclaro que cualquier solución a largo plazo en Cuba pasa por Miami”, dijeron fuentes oficiosas.
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