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Tribuna
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Morir (atroz y criminalmente) en Isla Vista

La ficción pasó a la realidad el viernes pasado en la matanza de la villa de la Universidad de California

¡Quién me hubiera dicho cuando escribía, a fines de los años 90, Morir en Isla Vista que, y pasando de la ficción a la realidad, esto se iba dar, atroz y criminalmente, el viernes pasado en esta villa universitaria, adyacente al campus de la Universidad de California en Santa Bárbara!

Como saltó a las noticias mundiales, un joven, de 22 años, estudiante del City College, aunque no asistía a las clases, totalmente enajenado (de esos que, últimamente, van siendo legión en el país, y por la facilidad que hay de compra de armas y cargarse de municiones), en unos diez minutos dejó un reguero de cuerpos ensangrentados y muertos en su piso y por las calles: seis muertos y 13 heridos.

¡Mis calles de Isla Vista!, como al poblado universitario, parece que fue un profesor de español el encargado de darlas nombre, quizá entre los vahos de algún porro: Camino Pescadero, Sabado Tarde, Sueno Road, Trigo, Del Playa, Picasso y nombres de ciudades españolas, Madrid, Seville. Con mis hijitos pequeños, me sentaba en la acera de la calle Madrid y les decía “Mirar, estamos en Madrid”, mi ciudad natal.

Durante el Memorial Day, me hago un recorrido por ellas, en memoria de estos jóvenes, abatidos, tan inesperadamente y sin sentido, en la flor de la vida, por la mano criminal de otro de su misma edad, pero ya muerto en vida. Eludo pasar por la calle, Seville, donde vivía, también decir su nombre y de lo que él se dice (pues parece ser que esta especie de plaga de jóvenes que tratan de asesinar en masa, y, que viven humana y socialmente en total alienación, mucho de lo que pretenden con sus crímenes es copar, con sus nombres y acciones, los titulares de los periódicos y las noticias de televisión, y que otros los imiten). También esquivo el piso, donde dejó muertos a puñaladas a sus dos compañeros de piso, Chen Yuan, Hong de 20 años, y George Chen, de 19, y a un amigo de ambos que estaba con ellos, Weihan Wang, de 20.

Subiendo por Embarcadero del Norte, y entre las calles Cordoba y Segovia, me detengo ante la Alpha Phi Sorority, a cinco cortas cuadras de la calle Seville, adonde enfiló el desalmado criminal en su lujoso negro BWM. Golpeó a la puerta de esta residencia y ninguna le abrió. Menos mal, pues de haberlo hecho, con sus pistolas automáticas y cargado de municiones, hubiera hecho una horrenda matanza de todas las jóvenes que estuvieran dentro. Su objetivo principal era la venganza contra estas jóvenes universitarias “que no sentían atracción sexual por él”, dejó escrito con su libido estrangulada por él mismo. Al no poder entrar, disparó contra tres jóvenes que pasaban por enfrente de la casa, matando a dos de ellas, Veronika Weiss, de 19 años, y Katherine Cooper, de 22. La otra quedó herida con varios disparos. Esto ocurrió a las 21.27.

Tres minutos después y dos cuadras más abajo, en Pardall Road, se bajó del coche en la frecuentada Delicatessen Delii Mart; disparó su ráfaga de balas contra la puerta de cristal, y siguió acribillando en el interior, haciendo saltar envases y paquetes de los estantes y clientes que se lanzaban al suelo o trataban de escapar por la puerta de atrás. Hirió a alguno y dejó muerto al joven Christophe Martínez, de 20 años, a las 21.30.

Me he detenido a las 15.00 y las 15.15 de esta soleada tarde, ante los dos lugares de los crímenes, enfrente de las puertas, hay extendidos ramos de flores, velas, y mensajes de solidaridad y gratitud. Me uno al grupito de estudiantes, que hay en cada lugar, honrando en silencio a quien la mano asesina arrebató la vida. En la aceras enormes camiones de televisión, y sus cámaras filmando.

Luego, en dirección inversa, al rodeo dado por el fugaz coche del criminal, lo recorro yo. Subo a la calle Segovia por Embarcadero del Norte, doblo a la izquierda y llego a Camino Pescadero. En el edificio de apartamentos de la esquina nació mi hijo Agustín, en el verano de 1965. Ahora se anuncia, One Bedroom Aparment to Rent. ¿Será el mismo en que vivimos entonces? Bajo por Camino del Sur, aquí, en la esquina de Trigo Road, vivió la familia de Francisco García-Lorca, el curso de 1965, pues él enseño un curso con nosotros. Con ellos vino, la ilustre anciana doña Gloria Giner de los Ríos, viuda de don Fernando de los Ríos, madre de Laura de los Ríos, esposa de don Francisco, y quien –como cuento en Morir en Isla Vista--, a su longeva edad, bordó un jerseicito de punto para el nacimiento de mi hijo. Un poquito más abajo en la siguiente corta cuadra, en la intersección de Camino del Sur y Sabado Tarde, la otra noche, el criminal cosió a balazos a ciclistas y peatones, dejando herido a tres. Luego dobló a la izquierda por Del Playa.

En la esquina de ésta, pregunto a un joven que sale de la casa que si sabe dónde, por fin, se estrelló. “Allí adelante”, me señala, y me dice que el coche, viniendo por Sabado Tarde --donde disparó a otra víctima-- y doblado por Del Playa, pasó por delante de su casa dos veces; la segunda ya en fuga de la policía. Sigo Del Playa adelante, y paso por un nuevo apartamento, edificado en donde estuviera la rústica casa en que vivió Aldous Huxley, en los años 40 o principios de los 50, en un montículo sobre la playa. “Aquí vivió Aldous Huxley –añadiendo—en seguida, algún día alguien dirá quizá tú: y aquí murió Víctor Fuentes”, se lee en Morir en Isla Vista Y aquí, en la cuadra 6600, el asesino atropelló a un ciclista.

En la esquina de Camino Pescadero y Del Playa, en un apartamento también dando a la playa, vivió varios inviernos José Luis Aranguren, quien enseñó en nuestro Departamento, entre 1968 y 1975. En la terracita, mirando en el misterio nocturno del océano, se tomaba sus whiskeys y meditaba sus pensamientos. Un poquito más arriba, en la misma calle, la otra noche, la Parca metía gas al coche del criminal --ahora en tiroteo con la polícía-- que se llevó por delante a otro ciclista, quedando atravesado en el parabrisas, y haciendo que se estrellará contra otro coche aparcado. Cuando la policía le sacó esposado del descompuesto auto lujoso, ya estaba muerto, pues él mismo se metió la bala en la cabeza. Eran las 21.36.

Victor Fuentes, un profesor de español en la Universidad de California en Santa Bárbara

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