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Elecciones europeas 2014

El Frente Nacional se convierte en la primera fuerza política francesa

Le Pen alcanza el 26% de los sufragios y se lleva un tercio de los escaños

Las elecciones europeas confirmaron este domingo en Francia que el escenario anunciado durante meses por los sondeos es aún peor de lo que previeron los grandes partidos. Los resultados oficiales colocaron al Frente Nacional de Marine Le Pen como la primera fuerza política de Francia por primera vez en la historia. Con un ligero aumento de tres puntos de la participación, que superó el 43%, el partido de ultraderecha consigue el 26% de los votos, frente al 20,6% de la UMP y el 13,8% del Partido Socialista, que se sitúa en el nivel más bajo de su historia.

Las listas del FN lograron hace cinco años un millón de votos, el 6% del total, y tres europarlamentarios. Los primeros resultados estiman que el partido de Le Pen cuadruplica sus resultados de entonces y pasa a tener 24 diputados en el Parlamento Europeo, un tercio de los 74 que aporta Francia.

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En 2009, Francia eligió 72 diputados y el partido más votado fue la Unión por un Movimiento Popular (UMP, centroderecha) que obtuvo el 27% y 29 escaños, seguido de los socialistas (16,4%, 14 diputados) y Los Verdes (16,2%, 14 escaños).

El impresionante éxito de Le Pen no solo golpeó con dureza a los socialistas, que pierden dos puntos y uno o dos diputados; el primer partido de oposición salió aún peor parado y pasará de tener 29 eurodiputados a tener 19. La ola bleu Marine se lleva también por delante a Los Verdes, que se dejan en las urnas la mitad de sus 14 diputados. A nivel nacional, la mayoría que sostiene al Gobierno (PS + Verdes) solo suma el 23,4% de los votos.

El escrutinio supone un espaldarazo político de primera magnitud para Marine Le Pen, que tres años después de llegar a la presidencia del FN ha conseguido la primera victoria nacional del partido fundado en 1972 con su renovado discurso patriota, xenófobo y populista.

Le Pen, de 44 años, fue la primera líder en comparecer en televisión; en una corta alocución, más institucional que eufórica, pidió al presidente de la República que tome “las disposiciones que se imponen para que la Asamblea siga siendo Nacional y represente al pueblo”. La frase fue una llamada a François Hollande para que disuelva el Parlamento y convoque nuevas elecciones legislativas.

El Elíseo respondió al segundo desastre electoral de los socialistas en un mes con una escueta nota en la que afirmaba que es preciso “extraer las lecciones de este acontecimiento mayor”. Hollande convocó una reunión con el primer ministro y otros miembros del Gabinete para el lunes por la mañana. La situación del presidente es catastrófica, porque cambió su equipo de Gobierno en abril. El dirigente centrista Hervé Morin pidió la dimisión de Hollande.

El presidente francés, François Hollande, sale de una cabina de votación en la ciudad de Tulle.
El presidente francés, François Hollande, sale de una cabina de votación en la ciudad de Tulle.P. W. (AFP)

En su discurso, Le Pen achacó su triunfo al “inmenso deseo de libertad del pueblo francés” y exigió al Gobierno que haga “una política para los franceses, que no sea dirigida desde fuera por comisarios que no se han sometido al sufragio universal, y que defienda los intereses y la identidad de Francia”. La líder de la ultraderecha afirmó que los electores “habían castigado duramente a los partidos de la renuncia”, les acusó de haberse rendido a Alemania y a la oligarquía financiera, y dijo que el cambio de Francia promoverá una oleada soberanista en toda Europa.

En los últimos meses, Le Pen ha puesto al día al FN mezclando propuestas clásicas de la ultraderecha, como el cierre de las fronteras comerciales y el férreo control de la inmigración, con proclamas de un antieuropeísmo primario e ideas antiglobalización tomadas de la extrema izquierda.

Su campaña ha actualizado el mensaje xenófobo tradicional quitándole buena parte de su impresentable carga racista, aunque hace solo unos días su padre, Jean-Marie Le Pen, reelegido anoche como eurodiputado, no pudo evitar soltar una de sus famosas bromas y afirmó que “el señor Ébola podría arreglar el problema demográfico de África”.

Su hija ha preferido presentar a los grandes partidos como un pelele que acepta sin rechistar “las recetas neoliberales de Bruselas”, y a la UE como la fuente de todos los males con eslóganes fácilmente comprensibles: “Cero empleo, cero crecimiento”, “Feudo de burócratas y tecnócratas”...

La ironía es que este nuevo FN, más articulado que el anterior, ha contribuido más que sus deprimidos rivales a recordar la importancia crucial de las elecciones europeas, y es el único que ha propuesto un debate de ideas sobre el futuro de la UE y del euro. Le Pen preconiza un referéndum para aprobar la salida de Francia de la moneda única y la devolución de la soberanía presupuestaria, fiscal y monetaria a los Estados nación. Sus ideas, según el análisis del voto realizado anoche por Ipsos France, calan sobre todo entre quienes más están sufriendo la crisis: los menores de 35 años y las clases populares. Le Pen obtuvo el apoyo del 30% de los jóvenes y del 43% de los obreros. Mientras tanto, los socialistas solo recogen el voto del 8% de los obreros.

Valls: “No es una alerta, es un terremoto”

El histórico resultado de Marine Le Pen, indiscutible estrella emergente de una clase política cada vez más alejada de la calle, diezmada por los escándalos de corrupción, por su promiscuidad con la prensa y por el estilo aristocrático que atesora la casta bipartidista francesa, supone un nuevo y colosal revés electoral para el presidente François Hollande, y el primer revolcón serio para el primer ministro, Manuel Valls, que ha sido el rostro visible de los socialistas durante la campaña.

Las críticas internas de los socialistas por la debacle más que anunciada no tardaron en salir a la luz. El 14,5% de los votos totales es un resultado irrisorio para el PS, el peor de su historia. El partido que hace solo dos años ganó las elecciones presidenciales y las legislativas está roto, fracturado y sin rumbo.

Manuel Valls salió a la palestra poco después de Marine Le Pen e hizo un discurso grabado y leído. En tono grave y circunspecto, Valls dijo que el resultado de las elecciones “no es una alerta, sino un terremoto para todos los responsables políticos” y añadió que el momento “es grave para Francia y para Europa”.

El primer ministro recordó que lleva en el cargo solo unas semanas, defendió que la política del Gobierno es coherente y aseguró que seguirá por el mismo camino. Le Pen replicó diciendo que Valls había liderado la campaña socialista y debería obrar en consecuencia. Su padre Jean Marie, fundador del partido, menos diplomático, pidió la dimisión de Valls.

El primer secretario del PS, Jean-Christophe Cambadélis, se mostró más autocrítico que Valls. Tras definir la jornada como “un día oscuro para Francia y Europa”, señaló que las políticas europeas han alejado a los franceses de la UE, y advirtió que “sin una política de crecimiento, empleo y transparencia política, la Unión Europea se deshará”. Cambadélis subrayó que “todos los partidos bajan, salvo el FN”, y concluyó que “Francia entra en una zona donde todo es posible”. La retórica recordó mucho a la empleada por los partidos en 2002, cuando el Frente Nacional se coló en el segundo turno de las presidenciales. Ese es, sin duda, el próximo objetivo de Marine Le Pen.

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