Los ucranios del Este votan pese a las amenazas de los separatistas
Los prorrusos logran bloquear todos los colegios electorales en la ciudad de Donetsk Solo el 16% del censo de la provincia pudo ejercer su derecho al voto
Los separatistas prorrusos que desde principios de abril desafían al Gobierno de Kiev habían prometido machaconamente que harían todo lo posible para impedir que las elecciones presidenciales de este domingo se celebraran en Donetsk y Lugansk, las dos provincias que controlan, y en gran parte lo lograron, mostrando una actitud más agresiva que en días previos y bloqueando, por ejemplo, todos los colegios electorales de la ciudad de Donetsk (un millón de habitantes). Pero en algunas partes del este de Ucrania la votación se ha desarrollado con toda la normalidad que permiten la masiva presencia de hombres armados —los soldados del Ejército y la Guardia Nacional o los batallones del Ministerio del Interior que participan en la “operación antiterrorista”— y un ambiente de miedo y amenazas que numerosos ciudadanos fueron capaces de conjurar.
En las provincias rebeldes solo abrió el 20% de los colegios electorales. Eso quiere decir, por ejemplo, que en la de Donetsk únicamente pudieron ejercer su derecho al voto el 16% de los 3,3 millones de votantes potenciales (Donetsk, Lugansk y la ‘rusificada’ Crimea constituyen el 15% del censo nacional). Es decir, de un total de 2.430 colegios electorales, funcionaron 514, en su mayoría en zonas controladas por el Ejército o, como Mariúpol, pacificadas por patrullas ciudadanas promovidas por el magnate Rinat Ajmétov; esta ciudad del mar de Azov fue, precisamente, la que más lugares de voto habilitó, 203, según el grupo de observadores local Comité de Votantes de Ucrania. En Lugansk, donde una persona murió en un tiroteo, solo operaron dos de las 12 circunscripciones, y ninguna en la capital. A media tarde, cerca del 11% del censo había votado en Donetsk, frente al 17% en Lugansk, según la Comisión Electoral Central.
En Donetsk permanecieron cerrados a cal y canto todos los colegios, y a primera hora de esta mañana era bien visible la presencia de patrullas de milicianos prorrusos armados con fusiles y palos en torno a alguno de ellos, como el número 5, que intentó vanamente abrir sus puertas. No fue esta la única demostración de fuerza nerviosa. A la misma hora, alrededor de 50 separatistas irrumpieron en un hotel de la ciudad donde el gobernador, Serguéi Taruta, ha trasladado parte de sus oficinas tras la ocupación de la Administración Provincial, aunque lo abandonaron poco después. A mediodía, unos 2.000 prorrusos intentaron romper la verja de acceso a la mansión del oligarca Ajmétov, a las afueras de Donetsk, al grito de “Ajmétov es el enemigo del pueblo”. El hombre más rico de Ucrania se alineó esta semana con Kiev y en contra de los “bandidos” que gobiernan las autodeclaradas repúblicas de Donetsk y Lugansk.
“Que controlen localidades de unos pocos miles de habitantes, se puede entender, pero ¿Donetsk, una ciudad tan grande?”, se preguntaba este domingo en el colegio 141184 de Krasnoarmisk Galina Burakova, observadora del grupo local Apora; la OSCE decidió el sábado retirar a todos los extranjeros por la “atmósfera de terror” que se vive en la región. Krasnoarmisk (70.000 habitantes) se halla desde el pasado 11 de mayo —fecha del referéndum separatista— bajo control del Batallón Dnipro del Ministerio del Interior, omnipresente este domingo, lo que permitió a muchos vecinos votar en alguno de los 55 colegios electorales abiertos en el distrito. “No me da miedo votar, lo he hecho por [el independiente Serguéi] Tigipko porque es el único capaz de unir las dos partes de Ucrania”, explicaba a la puerta del palacio de cultura local, habilitado como colegio, Vladimir Kolesnik, ingeniero en una mina cercana. “No es bueno tener a gente con pasamontañas paseando por tu calle, pero tampoco vivir bajo el despliegue del Ejército. No defiendo la República de Donetsk, pero sí apoyo una solución federal”.
A la puerta de otro de los colegios de la ciudad, Nikolai, pensionista, y Alexander, un joven minero, compartían charla y reflexiones sobre su voto, en ambos casos a favor de Yulia Timoshenko. “La hemos apoyado porque queremos vivir en un lugar civilizado y ser parte de Europa, es decir, gente normal, no separatistas con pasamontañas. Hemos votado para que no haya ni separatistas ni soldados en las calles”, coincidían los dos vecinos.
Las irregularidades derivadas del práctico estado de guerra que vive la región fueron moneda común
Las irregularidades derivadas del práctico estado de guerra que vive la región fueron moneda común. Algunas mesas se constituyeron con menos miembros del mínimo requerido por ley (9); en otros lugares, los desplazados por los combates o desde zonas bajo control rebelde no pudieron votar. El joven Evgeni T., vecino de Kramatorsk, recorrió decenas de kilómetros hasta Drobopolye (oeste de la provincia de Donetsk) para ejercer su derecho (“me reservo mi opción; el voto es secreto”). Fue en vano. “Estos tipos de la República de Donetsk son llamados separatistas, pero son simple y llanamente terroristas. Soy ciudadano de Ucrania, aunque hable ruso, y por eso he venido hasta aquí para votar. Por desgracia, no he logrado reunir mi documentación en Kramatorsk, porque está bajo control rebelde, y por eso no puedo hacerlo”.
Ni en esa localidad, ni en el bastión rebelde de Slaviansk, donde el sábado murieron por fuego de mortero un fotógrafo italiano y su traductor, y otras más bajo control de los milicianos prorrusos, como por ejemplo Dokuchaevsk —la última en caer en sus manos, este mismo domingo—, se celebraron unas elecciones que las autoridades rebeldes consideran ilegales. Su mayor victoria, hasta el momento, ha sido el bloqueo total de la votación en Donetsk, sobre la que a partir de este lunes se cierne la amenaza de un asalto del Ejército. El Servicio de Seguridad Interior (SBU), que comanda la operación militar contra los separatistas, declaró el sábado a última hora una especie de tregua oficiosa durante la jornada de hoy para no interferir en la votación.
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