_
_
_
_

Erdogan somete a plebiscito en las municipales sus once años en el poder

El voto de castigo en Turquía planea sobre unas elecciones marcadas por las protestas

Juan Carlos Sanz
Mitin del principal partido de la oposición CHP este sábado en Estambul.
Mitin del principal partido de la oposición CHP este sábado en Estambul. BULENT KILIC (AFP)

Son solo unas elecciones locales. Pero los medios de comunicación las viven como un plebiscito en un clima de alta tensión política marcada por las protestas populares y los escándalos de corrupción. Muchos en Turquía se preguntan si se ha agotado el ciclo de poder del islamista Recep Tayyip Erdogan. Si sus 11 años de gobierno, jalonados por tres mayorías absolutas consecutivas, superarán este domingo el examen de las urnas en grandes urbes como Ankara y Estambul. Estas son algunas de las claves de la batalla electoral.

» La explosión de descontento. Una cuestión tan municipal como la demolición del parque de Gezi, en el centro de Estambul, desató en mayo del año pasado la mayor ola de protestas contra el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) de Erdogan. Cientos de miles de personas se echaron a la calle por todo el país en unos disturbios que acabaron cuestionando el liderazgo del primer ministro en una polarización sin precedentes. “La mayor parte del electorado está dividido”, destaca el columnista de Today´s Zaman Yavuz Baydar. “Eso implica una mayor disensión social, menos puentes que antes (…) y votar contra Erdogan más que a favor de otros”.

» La deriva autoritaria. Elegido alcalde de Estambul en 1994, Erdogan supo granjearse la fama de buen gestor de la ciudad. Como gobernante desde 2003, ha llevado a Turquía a las puertas de la Unión Europea, con la que negocia su adhesión desde 2005, y casi ha triplicado durante su mandato la renta per cápita de sus 77 millones de habitantes. Fue ratificado en las urnas por última vez en las legislativas de 2011 con el 50% de los votos. Pero sus detractores insisten en que pretende imponer a los sectores laicos de la población su visión islámica.

» La ruptura con su principal aliado. Desde su llegada efectiva al poder, Erdogan no ha dejado de ser acusado de tener una “agenda oculta” de reislamización de la República fundada por Atatürk. Pero su verdadera directriz secreta parece haber sido el nacionalismo autocrático. Preocupados por la gestión intolerante del primer ministro ante la explosión de ira popular de Gezi, algunos de sus partidarios, como el movimiento islámico Hizmet (Servicio, en turco) le dieron la espalda. Fundada por el clérigo Fetullah Gulen, esta cofradía musulmana bien implantada en la justicia y la seguridad del Estado contribuyó a privar a los militares de su tradicional tutela sobre el poder civil en Turquía.

» Los escándalos de corrupción. Más de ochenta personas, entre ellas los hijos de tres ministros, fueron detenidas el pasado 17 de diciembre durante una redada anticorrupción en la que muchos vieron la mano del movimiento de Gulen. Una semana después, Erdogan destituyó a la mitad de los miembros de Gobierno. Desde entonces, más de 6.000 funcionarios —jueces, policías, fiscales…— han sido apartados de sus cargos en una operación de purga de los seguidores de Hizmet infiltrados en la Administración.

» La mordaza. A partir de febrero, Internet y las redes sociales han entrado en ebullición en Turquía. Raro es el día en el que no se filtran grabaciones con escándalos que salpican al jefe de Gobierno y a su entorno, como su hijo Bilal Erdogan. En un nuevo giro autoritario, el Gobierno turco ha bloqueado el acceso a YouTube y a Twitter. Pero con escaso éxito. Hasta las estrategias secretas de Ankara frente al conflicto sirio acaban de ser aireadas en la red. “Se trata de una violación de la seguridad nacional”, advierte el analista político Akin Özcer, “que al final puede significar algún punto más en las urnas para el AKP”.

» Los sondeos. Cualquier resultado inferior al 39% de los sufragios nacionales que obtuvo el AKP en las municipales de 2009 será interpretado ahora como un castigo a Erdogan y condicionará su intención de presentarse a las presidenciales del próximo agosto, las primeras en las que los turcos elegirán directamente a su jefe de Estado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_