Voluntarios para proteger Ucrania
El Gobierno entrena a miles de reservistas para vigilar las fronteras Kiev denuncia una “invasión” militar rusa en el sur
Un antiguo ministro de Defensa exponía esta semana en los pasillos del Parlamento ucranio la situación desconcertante que afronta el Ejército en Crimea: “Están ante un ataque, pero no pueden responder”, comentaba. El titular de la cartera, Igor Teniuj, ha pedido a los ucranios sangre fría y realismo. Lo primero para no caer en una “batalla provocada por el enemigo”, dijo en la cuenta de Facebook del ministerio la semana pasada. Lo segundo, para subrayar la inferioridad militar ucrania frente a Rusia, motivada, dice, por sus predecesores, Víctor Yanukóvich y compañía. “Destruyeron sistemáticamente los recursos y las posibilidades de defensa del Ejército. Vendieron las propiedades militares, no tuvieron en cuenta a los especialistas, desmoralizaron a los oficiales y, en la práctica, desarmaron a nuestro Ejército”, acusa.
Kiev ha mantenido una actitud contenida en esta crisis porque dice temer darle un pretexto a Rusia para ampliar su presencia militar en Ucrania. Ayer el Ministerio de Exteriores denunció en un comunicado una “invasión” de Rusia en la región de Jerson, al sur del país, lindando con Crimea. Exigió a Moscú la retirada de los soldados —80, según Kiev, más cuatro helicópteros y tres vehículos blindados— y dijo reservarse el derecho a “emplear todas las medidas necesarias para frenar la invasión”.
Entre tanto, Kiev ha ido pintando esta semana un cuadro militar calamitoso —el presidente, Alexander Turchínov, ha dicho que hay que reconstruir las Fuerzas Armadas “desde cero”— y ha decidido recurrir a voluntarios ante la amenaza del Kremlin. Las nuevas autoridades han creado a toda velocidad un nuevo cuerpo militarizado, la Guardia Nacional, que tendrá hasta 60.000 miembros. Entre ellos habrá reservistas, pero también grupos de autodefensa del Maidán, esos civiles uniformados que patrullan las calles de la capital desde las protestas.
Viktoria Siumar no para de hablar por teléfono. Es la mano derecha del secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa. Los funcionarios entran y salen del gran despacho enmoquetado en la sede de este organismo que asesora al presidente en la protección del país, y donde están representados Defensa, Interior y Asuntos Exteriores, entre otros ministerios. Hay tensión. “La Guardia Nacional tendrá tareas diferentes al Ejército. Lo principal es reforzar las fronteras”, contesta tajante subida a unos altos tacones blancos. Hasta hace tres semanas, Siumar era periodista y activista del Maidán. Su jefe, Andreiy Parubi, era el líder de las Autodefensas, el comandante de las protestas, quien dos días antes anunció que ya se han presentado en las oficinas de reclutamiento 40.000 voluntarios. En la calle se nota que patriotismo no falta. Los miembros de la Guardia recibirán formación militar y armas. ¿Le preocupa que no sean fuerzas regulares? “¿Y…? Esto es una emergencia. Nunca hemos estado en una situación similar”, dice Siumar en pleno ajetreo.
Un ayudante suyo, ya en otra sala, saca un mapa de Ucrania rodeado de flechas que apuntan a su territorio. Evolución de la situación a las 5.00 del día 13 de marzo, se titula. Preocupa más el Este, pero el país está rodeado de recuadros donde figura la estimación de fuerzas que, según Kiev, estaría concentrando el Ejército ruso a lo largo de los miles de kilómetros de límite con Ucrania. En total, calculan que habría, como había anunciado antes Paruby y se lee en el mapa: “Soldados: unos 80.000. Tanques: hasta 270. Carros de combate: 1.980. Piezas de artillería: Hasta 380. Aviones de combate: hasta 140. Helicópteros de guerra: hasta 90. Barcos: hasta 25”.
El Ejército ucranio tiene un armamento obsoleto, heredado de la época soviética, y está concentrado en la zona centro y oeste del país. Su presencia está muy mermada en las regiones del este, donde los enfrentamientos entre manifestantes prorrusos y partidarios de Kiev se intensifican. El ministro de Defensa informó esta semana de que solo tenía 6.000 soldados de infantería preparados para entrar en combate. El principal cometido pensado para la Guardia Nacional es que se pueda desplazar a los puntos fronterizos clave y reforzarlos hasta que llegue el Ejército si fuera preciso, explica el funcionario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa. “El plan es que funcione como una fuerza de contención”, añade y repite la advertencia de Parubi horas antes: “Desde el norte, los rusos podrían llegar en cuestión de tres o cuatro horas a Kiev”.
En las escaleras de la sede de las Autodefensas, junto al Maidán, un grupo de chavales toma café en vasos de plástico. El viernes salió el primer grupo de voluntarios rumbo a una localidad a 50 kilómetros de la capital donde ya reciben adiestramiento militar. Andreiy Martinov, de 18 años, se ha apuntado para la siguiente remesa. “Seguramente me llamarán la semana que viene. Nos han dicho que el entrenamiento dura 18 días, y luego ya te dan las armas”, cuenta. Habla español porque vivió cinco años en Zaragoza. Ahora estudia para cocinero. Desde hace tres meses participa en las protestas y dice que tiene “un poco de miedo”, pero “menos que antes, porque ya he luchado contra las Berkut [los antidisturbios]”. Martinov no entiende por qué no actúa el Ejército. Una colega suya le da una respuesta similar a la que daría el presidente o el ministro de Defensa: “La culpa es de Yanukóvich”.
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