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El ‘Sarkoleaks’ o la deslealtad de un maniaco del espionaje

Nicolas Sarkozy y Carla Bruni piden a la justicia que impida la publicación de las cintas con sus charlas privadas

El expresidente Nicolas Sarkozy en Berlín en febrero pasado.
El expresidente Nicolas Sarkozy en Berlín en febrero pasado.C. B. (AFP)

Furiosos por la traición de su consejero más escuchado, Nicolas Sarkozy y su esposa, Carla Bruni, anunciaron el jueves que emprenderán acciones legales contra todo aquel que difunda los centenares de horas de conversaciones privadas grabadas en secreto por Patrick Buisson, el politólogo y periodista de extrema derecha que ayudó al exlíder de la UMP a vencer las elecciones presidenciales de 2007 y que, tras asesorarle durante cinco años, no pudo evitar la derrota de Sarkozy en los comicios de 2012.

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El escándalo generado por la grabación y la publicación de cinco conversaciones que el exjefe del Estado mantuvo en 2011 con la primera dama y su equipo de asesores más cercano pone en serio peligro el esperado regreso a la política de Sarkozy de cara a las elecciones de 2017.

Al tratar de parar su difusión, el expresidente intenta limitar los daños que podría causar la aparición de revelaciones más comprometedoras, un riesgo nada improbable dado que Buisson era, según le definió ayer su hijo, Georges, "un maniaco del espionaje", y visto que, según enfatizó un excolaborador, "tenía montado un sistema industrial de grabaciones secretas desde hace años".

El exconsejero político y de comunicación de Sarkozy presentó por su parte una denuncia por el robo de las cintas, en un intento de sacudirse la responsabilidad de la filtración y de impedir que salgan nuevas conversaciones a la luz. Su letrado, Guilles-William Goldnadel, aseguró que el equipo del presidente sabía bien que su cliente grababa todo con su dictáfono digital, y acusó a Sarkozy y a su entorno de "montar una comedia" al mostrarse escandalizados por la aparición de las transcripciones.

Algunos amigos del maurrasiano y monárquico Patrick Buisson contaron también que el periodista, que hoy es director del canal Historia de la cadena privada TF1, registró cada minuto de su trabajo junto a Sarkozy en el Elíseo para "levantar el acta oficial del mandato y porque es un amante de la Historia".

Claude Guéant, que fue mano derecha del expresidente, secretario general del Elíseo y ministro del Interior durante el pasado quinquenio, negó de plano que Buisson mostrara sus intenciones al resto de consejeros: "Nunca oí hablar de grabaciones oficiales ni vi una grabadora sobre la mesa", declaró Guéant.

Según los medios que han publicado las cintas, Le Canard enchaîné y Atlantico, el asesor salía de casa con el magnetofón encendido en el bolsillo y grababa horas y horas de conversaciones, incluso las más nimias. Le canard detalló que en una de las cintas se oye a Buisson hablando con el taxista que le llevaba al Elíseo, canturreando una canción —comunista— por un pasillo del palacio y conversando con alguien por teléfono al volver a casa.

Pero la intervención más asombrosa fue la del hijo único de Patrick Buisson, Georges, que apenas se habla con su padre desde que el joven se casó con una mujer malgache, y que salió a escena disparando a diestro y siniestro contra su progenitor. El hijo, que niega ser el autor de la filtración, retrató a Buisson como "un enfermo del espionaje desde hace mucho tiempo", y enfatizó que tiene "la casa llena de grabadoras".

Georges acusa también a su padre de haberle utilizado como testaferro al convertirle en gerente y accionista de la empresa de sondeos Publiopinion, que con otra anterior llamada Publifact facturaron entre 2007 y 2012 nueve millones de euros a la presidencia de la República. La justicia investiga desde 2009 ese exorbitante sobreprecio, abonado sin adjudicación previa. Aquel año Buisson puso la sociedad nueva a nombre de su hijo y siguió cobrando.

El Sarkoleaks esconde otros misterios y ramificaciones apasionantes. Las cintas contienen necesariamente montañas de información confidencial y potencialmente explosiva, ya que relatan desde la cúpula de la República cinco años muy controvertidos, con escándalos como las acusaciones de financiación ilegal del coronel Muammar el Gadafi a Sarkozy antes de la invasión de Libia; el caso L'Oreal, en el que los jueces llegaron a imputar y desimputar al presidente por abusar de la confianza de la anciana heredera del imperio de cosméticos, Liliane Bettencourt, o el escándalo Bernard Tapie, quien recibió 403 millones de euros del Estado gracias a un arbitraje privado decidido por el Elíseo.

En una de las conversaciones filtradas, Buisson queda comprometido al decir que Guéant "conocía bien los dosieres" y "se mojaba un poquito", "especialmente en los escándalos ante la fiscalía". La implicación del consejero áulico hace pensar que no fue él quien filtró las cintas. ¿Quién lo hizo, pues? Algunas miradas se dirigen hacia los investigadores del caso de los sondeos millonarios, pero estos negaron ayer haber visto siquiera las transcripciones. La garganta profunda más probable es un ajuste de cuentas, aun no se sabe si político o privado.

Según Marine Le Pen, el escándalo revela sobre todo la torpeza de Sarkozy, "que se deslumbró con Buisson hasta el punto de olvidar que siempre fue un mercenario". "De los mercenarios", concluyó, "cabe esperar eficacia, pero nunca lealtad".

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