Maduro plantea una conferencia de paz para desactivar las protestas
La oposición venezolana considera fútil la convocatoria porque el Gobierno no se ha mostrado dispuesto a ceder en los puntos planteados para ayudar a conjurar la crisis política y económica
Mientras el presidente Nicolás Maduro ha convocado a una conferencia nacional por la paz de Venezuela, en el país crece la incertidumbre sobre la efectividad de esa iniciativa. Este martes la Asamblea Nacional aprobó un acuerdo respaldando la propuesta del gobernante, que se instaló en el Palacio de Miraflores en Caracas. Pero hay poca o casi ninguna esperanza de que esa proposición pueda prosperar y conjurar la actual crisis política.
Maduro concibe esa conferencia como la oportunidad para que su gobierno y la oposición debatan y elaboren “una agenda de paz política y social”. Es un propósito etéreo solo en apariencia porque el efecto que pretende es mucho más concreto: desactivar las protestas violentas, que ya duran casi tres semanas en Venezuela, convocando a aquellos sectores opuestos al régimen que no comparten la toma de las calles para presionar un quiebre. “Nadie puede pretender venir a derrocar violentamente a ningún gobierno en nuestro país", indicó el jefe del Estado el martes al anunciar la idea.
Uno de los líderes de la oposición, el ex candidato presidencial Henrique Capriles, ha calificado esta conferencia “como una comparsa” -que en el lenguaje local equivale a un acto sin transcendencia- en una entrevista con una radio local y anunció que no asistiría, al igual que la Mesa de la Unidad, la coalición de partidos que le respalda. Es tan solo una de las voces que señalan la futilidad de estos llamados. El Gobierno no se ha mostrado dispuesto a ceder en los puntos planteados por la oposición para ayudar a conjurar la crisis: que se desmonte el control férreo de la economía, que acabe la venta de la factura petrolera, especialmente a Cuba, en condiciones leoninas para el Estado venezolano y se desarme a las brigadas de choque del chavismo.
Estas peticiones se reiteraron ayer durante una movilización de mujeres opositoras en el Oeste de Caracas. Representan, además, una leve variante en el plan de todo o nada manifestado por el ala dura que tomó la calle desde principios de febrero para presionar la salida de Maduro, que ha dejado 14 fallecidos y decenas de heridos y detenidos. Frente a una oficial de la Guardia Nacional Bolivariana la diputada María Corina Machado, quien encabezó la protesta junto a la esposa del líder opositor Leopoldo López, preso en una cárcel de las afueras de Caracas señalado como principal responsable de los desórdenes, pidió el fin de la intervención de ciudadanos extranjeros en el manejo de asuntos estratégicos venezolanos. “Sólo entonces podremos hablar de paz”, dijo.
El chavismo asume su precaria mayoría -que en las elecciones presidenciales de abril fue de apenas 1,49%- como un mandato para avanzar a todo tren en la instauración de un modelo de inspiración cubana que coloca obstáculos al desarrollo de la empresa privada y aleja las inversiones. Hasta ahora el diálogo para ellos se reduce al intercambio de pareceres sobre asuntos administrativos. Mayor presupuesto para ejecutar obras en regiones opositoras o mejorar la dotación de sus policías. Lo más destacado de las últimas semanas en ese aspecto es la elaboración de un plan de seguridad nacional, que divide a las comunidades en cuadrantes con el objetivo declarado de responder mejor a los ataques de la delincuencia. Por primera vez en muchos años trabajaron en un mismo objetivo el ministro del Interior, Justicia y Paz Miguel Rodríguez Torres y varios alcaldes de la oposición.
No es la primera vez que Maduro invita a sus adversarios a conversar. Su joven mandato apela a esa estrategia cada vez que se siente acosado. Lo hizo en abril cuando era muy cuestionado por la pírrica victoria obtenida sobre Capriles y lo hace ahora, cuando las protestas que exigen su salida se han extendido a buena parte del país y a todos los estratos sociales. Hay en el gesto un retroceso táctico obligado por las circunstancias de las últimas semanas. En diciembre el gobierno sólo estaba dispuesto a conversar sobre la base del Plan de la Patria, el último plan de gobierno escrito por Hugo Chávez en vísperas de su muerte. Hoy todo es distinto.
Al aparente recule del chavismo se suma la movilización de sus simpatizantes en todos los sectores. El martes los motociclistas se reunieron con Maduro. Ayer los campesinos de todo el país que apoyan a la autodenominada revolución bolivariana caminaron hacia el palacio de Gobierno en rechazo a la violencia de los últimos días. Mientras tanto, en el Este de Caracas las calles estaban un poco más despejadas que a principios de semana, aunque permanecían los escombros y la basura regada en la calzada. Los venezolanos siguen en la calle.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.