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Cae el narco más buscado

Diez días de cerco para aprehender al Chapo Guzmán

Antes de la detención del capo la Armada de México se había incautado de arsenales, detenido sicarios y capturado operadores del primer círculo del cartel de Sinaloa

Luis Pablo Beauregard

El criminal más buscado del mundo fue capturado en un apartamento de tres habitaciones de un cuarto piso. En la recámara principal, una desordenada cama matrimonial tenía sobre ella una maleta rosa y ropa desperdigada. Medicinas para el estómago, champú y otros artículos de belleza para mujer tirados sobre el colchón revelaban la ajetreada mañana en el departamento 401 del condominio Miramar en Mazatlán, Sinaloa (noroeste de México).

El narcotraficante más rico del mundo según la revista Forbes, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, vivió sus últimas horas de libertad en un apartamento de piso blanco propio de la clase media mexicana. “Es un complejo residencial habitado en su mayoría por estadounidenses”, señala un mazatleco. En la cocina quedó un plato de fruta y, sobre la estufa, una sartén con frijoles. En las habitaciones, cada una de ellas con una televisión y con ventiladores, quedó ropa sobre el piso, muestra del paso de los marinos de la Armada de México. Los periodistas locales, que entraron al apartamento horas después del operativo, encontraron bolsas con camisetas nuevas de la marca Calvin Klein y pantalones de mezclilla. Nada aquí revelaba lujos excesivos y toques de excentricidad que se relacionan al narcotráfico mexicano.

El líder del poderoso cartel de Sinaloa estaba resguardado por una sola persona, que fue sometida por las autoridades. Cuando los marinos entraron al apartamento Guzmán trató de alcanzar sin éxito lo que tenía a su lado, un rifle AK-47, conocido como cuerno de chivo, según el diario Milenio.

El cerco a uno de los líderes del poderoso cartel de Sinaloa se había ido cerrando desde el pasado 12 de febrero. Desde ese entonces, el Gobierno mexicano había descubierto casas de seguridad usadas por la organización, capturado a operadores importantes del primer círculo y mermado la capacidad de respuesta de los sicarios con incautaciones de armamento realizadas por la Armada. Y, a pesar de eso, nada preparó a los mexicanos para la noticia del sábado 22, cuando un despacho de la agencia Associated Press acabó con el mito de que el Chapo era imposible de capturar.

El procurador (fiscal), Jesús Murillo Karam, reveló este sábado en una conferencia de prensa que las autoridades militares tuvieron conocimiento de uno de los paraderos del hombre más buscado entre el 13 y el 17 de febrero. Desde ese entonces comenzaron las acciones para penetrar el círculo más cercano del capo.

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La ruta de la caída del Chapo quedó trazada en una casa de seguridad ubicada en la colonia Libertad, de Culiacán, capital del Estado de Sinaloa. Los marinos mexicanos hallaron túneles debajo de las tinas del baño. Unos pasillos de metal conducían a un oscuro ducto cuyas paredes estaban reforzadas con madera, como se solía hacer en las minas. El pasadizo, lo suficientemente amplio para que un hombre camine de pie y lo suficientemente ancho para transportar una carretilla, conducía a una escotilla que estaba comunicada con el sistema de desagüe pluvial de la ciudad. El sistema era usado como “vía de escape y para la transportación de productos”, según las autoridades.

Desde el 16 de febrero el hostigamiento de la Armada en la ciudad de Culiacán, la capital de Sinaloa, se intensificó. El operativo no pasaba desapercibido para nadie en la ciudad de 600.000 habitantes. Ni siquiera al capo, que sintió cómo aumentaba la temperatura con la presencia de los militares que le seguían la pista sin que él lo supiera. De acuerdo con el diario Reforma, el lunes 17 Guzmán utilizó un teléfono satelital para pedir ayuda para salir de Culiacán. Con la llamada fue ubicado. Aún pasarían cinco días más para su detención. La cacería de 13 años estaba cerca de llegar a su fin.

Dos días después, la Procuraduría General de la República (PGR, Fiscalía) anunció la captura de Mario Hidalgo Argüello, “perteneciente al primer círculo de la organización”, y de Mario López Osorio. En la rueda de prensa se dieron a conocer detalles que resultaron notables. Se mostró armamento en un número poco usual en las conferencias de prensa del Gobierno de Enrique Peña Nieto, que ya no recurre a la presentación de presuntos criminales. En esta ocasión, sin embargo, en las pantallas de televisión y en las páginas de la prensa se mostraron rifles de alto poder, granadas de fragmentación y un lanzacohetes RPG con dos misiles. Se dijo también que se había detenido a Joel Sandoval, alias El 19, uno de los jefes de sicarios de El Mayo Zambada.

El 19 y el 20 de febrero siguió la operación quirúrgica para desmantelar al cartel. Se detuvo a tres personas con 17 equipos de comunicación y, lo más importante, se incautaron 14 vehículos blindados, una granadas y once armas cortas.

Todo esto se llevó a cabo únicamente por elementos de la Secretaría de Marina, nunca se involucró a la policía estatal ni a ninguna otra corporación para evitar filtraciones. Posteriormente se supo que la Armada de México trabajó con la DEA (Agencia Antidrogas de EEUU, por sus siglas en inglés). El intenso movimiento de las autoridades en la capital provocó en Sinaloa reuniones para prevenir el efecto cucaracha, el desplazamiento de criminales que huyen de la ley a otras ciudades.

La información relacionada con el cartel de Sinaloa en los últimos meses indicaba que se intentaba cazar a Ismael Mayo Zambada. Se detuvo a uno de sus hijos en Estados Unidos, que está a la espera del inicio de su juicio. En Holanda se capturó al Chino Antrax, jefe de pistoleros de una importante célula de la organización. Y en diciembre de 2013 fue abatido por elementos de la Marina y la Policía Federal en Sonora, Gonzalo Inzunza, conocido como El macho prieto, uno de los más relevantes jefes de sicarios de la organización. No fue el Mayo quien cayó este sábado, sin embargo, sino su socio, el Chapo Guzmán, el criminal más buscado del mundo. Cayó el mito después de diez días de cerco.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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