Líbano da a luz un Gobierno de unidad nacional tras 10 meses de consultas
La celebración de elecciones legislativas y presidenciales este mismo año fuerza un acuerdo de los partidos
El primer ministro libanés, Tamam Salam, ha anunciado este sábado la formación de su nuevo Gobierno “de unidad nacional”, diez meses después de ser designado con esa tarea por el presidente, Michel Suleiman, y tras un sinfín de vaivenes protagonizados por las diferentes fuerzas políticas del país. “Llamo a todos los líderes a unirse y a hacer concesiones por el bien del proyecto de Estado”, ha declarado tras conocerse el nombre de los 24 ministros que constituirán el nuevo Ejecutivo.
“Tras diez meses de intensos esfuerzos”, ha expresado Salam en declaraciones a la prensa, “el Gabinete de interés nacional ha nacido”. “Es un Ejecutivo integrador (…) que permitirá a Líbano afrontar los desafíos políticos, de seguridad y socioeconómicos“, ha recalcado. El nuevo Gobierno, de carácter transitorio, tiene por delante no pocos retos. En primer lugar, deberá aprobar una nueva ley electoral que permita convocar elecciones legislativas este mismo año, además de sacar adelante los comicios presidenciales, previstos para mayo. La presión ante la cita electoral es lo único que ha posibilitado la formación del Ejecutivo ante el continuo saboteo por parte de todos los partidos.
Líbano ha vivido en un limbo político desde la dimisión, en marzo de 2013, del ya ex primer ministro Nayib Mikati (en funciones hasta la firma del decreto presidencial este mediodía). La renuncia de Mikati provocó la caída en bloque de su Gobierno ante la incapacidad de sacar adelante una ley electoral que permitiese convocar las elecciones parlamentarias, previstas para junio de 2013. Dos semanas más tarde, el presidente encargaba a Tamam Salam, político independiente y moderado, la formación de un nuevo Ejecutivo. La imposibilidad de llegar a un acuerdo en el reparto de las carteras provocó la suspensión, por primera vez desde la guerra civil (1975-1990) de los comicios legislativos, aplazados hasta noviembre de este mismo año.
La fórmula de Gobierno ha sido la razón principal del enquistamiento. El actual reparto de carteras consolida una distribución equitativa de los cargos entre las dos principales alianzas políticas, fuertemente enfrentadas, en detrimento de la representación parlamentaria, y otorga ocho ministerios a la coalición 8 de Marzo, liderada por el partido-milicia chií Hezbolá, y otros ocho al 14 de Marzo, encabezado por el suní Movimiento del Futuro del ex primer ministro Saad Hariri. Los otros ocho cargos han sido elegidos por el propio primer ministro Salam, el presidente, y el político druso independiente Walid Jumblatt, cuya formación ostenta los escaños bisagra en el Parlamento.
Casi un año de parón político ha debilitado a Líbano mientras la amenaza del terrorismo llama a sus puertas
Desde abril de 2013, Salam se ha visto obligado a lidiar con no pocos inconvenientes. Su propuesta inicial de nombrar un Gobierno “técnico” (no ajustado a la representación parlamentaria) fue inmediatamente descartada por todos los líderes políticos, cuya supervivencia arraiga en el equilibrio sectario sobre el que se levanta todo el sistema libanés (todas las instituciones deben observar un equilibrio porcentual entre las 18 confesiones reconocidas en la Constitución). La alternativa que finalmente se ha impuesto (la fórmula del 8-8-8) encontró inicialmente el rechazo de Hezbolá y sus aliados (el también chií Amal, del presidente del Parlamento, Nabih Berri, y el Movimiento Patriótico Libre del cristiano Michel Aoun), que ostentan la mayoría en la Cámara y a quien corresponde el nombramiento de nueve ministros.
Más tarde, fue Hariri quien se opuso a la inclusión de ningún miembro del partido-milicia en el Ejecutivo, después de que la Unión Europea incluyese a su brazo armado en la lista de organizaciones terroristas internacionales. El visto bueno del Movimiento del Futuro a la inclusión de dos ministros de Hezbolá (Industria y Asuntos Parlamentarios), abrió la veda a las demandas e intereses personales. La última concesión de Hariri, que ha permitido finalmente desbloquear las negociaciones, ha sido la renuncia al nombramiento del polémico Ashraf Rifi, ex jefe de la Policía, como ministro de Interior. Rifi, a cuya renovación al frente de las Fuerzas Internas de Seguridad se oponía Hezbolá en marzo, ocupará la cartera de Justicia.
Casi un año de impasse político ha colocado a Líbano en una situación de máxima tensión, con la guerra siria llamando a las puertas y una crisis humanitaria de dimensiones inmanejables, que ha dejado más de un millón y medio de refugiados, según reconoce el propio Gobierno libanés, en un país con menos de cuatro millones y medio de habitantes. A ello se suma la amenaza terrorista, con Hezbolá como principal objetivo. Desde el pasado 2 de enero, seis atentados suicidas reivindicados por las marcas libanesas de Jabhat al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) han dejado más de 20 muertos en Beirut y Hermel, ambos feudos del partido-milicia cuyos combatientes luchan en Siria en apoyo del régimen de Bachar el Asad.
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