Beppe Grillo radicaliza su discurso de cara a las elecciones europeas
El líder populista lanza una campaña de acoso machista en el debate público
En Italia, insultar sale gratis, aunque esos insultos incluyan ofensas machistas o racistas de alto voltaje. De estas últimas puede dar fe la ministra de Integración, Cécile Kyenge, acosada una semana sí y otra también por los representes de la Liga Norte, a quienes exaspera el color negro de su piel. La nueva víctima del pimpampum infame está siendo la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, contra quien el excómico Beppe Grillo y su Movimiento 5 Estrellas (M5S) han dedicado en los últimos días invectivas rayanas en la apología de la violencia: “¿Qué harías si te encontraras con la Boldrini de noche en un coche?”, escribió Grillo en su blog después de que diputados de su formación la insultaran y boicotearan una sesión parlamentaria.
La gravedad del problema radica en que, tal y como se han desarrollado los hechos, no se trata ni mucho menos de un calentón pasajero del excómico, cuyo éxito electoral en las pasadas elecciones se debió en gran parte a su habilidad para conectar con la rabia del electorado, sino a una estrategia muy bien urdida para hacer saltar los plomos de la política con vistas a las próximas elecciones europeas. Tras el bloqueo de la Cámara —mamporrazos incluidos— y la incitación de Grillo a sus seguidores, la presidenta Boldrini, ex portavoz en Italia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), advirtió de que los insultos sexistas que está recibiendo, primero por los parlamentarios y luego por Beppe Grillo y los seguidores e su blog, suponen una peligrosa invitación a "violadores potenciales". A lo que, para terminar de arreglarlo, respondió el diputado del M5S Claudio Messora diciéndole despreciativamente a través de un mensaje de Twitter que no se preocupase, que aunque los miembros de su formación fuesen "violadores potenciales", ella no correría "ningún peligro…".
Ese, y no otro, es el nivel que el Movimiento 5 Estrellas (M5S), en el que muchos italianos pusieron una esperanza sincera de ruptura con los privilegios del poder, ha decidido aportar al debate político italiano. En principio, no hay que llamarse a engaño por cuanto el objetivo declarado de Beppe Grillo es el de mandar "a todos" —un todos en el que incluye a todo el arco político italiano, incluido el presidente de la República y los medios de comunicación salvo algunas excepciones— "a casa". El problema son los métodos. Y, ya no cabe duda, Beppe Grillo está dispuesto a utilizar todos los recursos posibles. Desde acusar a Giorgio Napolitano de perpetrar "un golpe de Estado" -a veces lo rebaja a "golpecito"-para dejarlos fuera de la política a publicar en su blog una lista de los periodistas que considera indeseables. A este respecto, no deja de ser curioso que, si bien la relación de Grillo con la prensa italiana es tormentosa, buena parte de su éxito se debe a la sobreexposición que cada una de sus ocurrencias encuentra en los medios.
De ahí que el profesor Luciano Canfora, prestigioso filólogo clásico e historiador, se haya dirigido a los grandes medios para que dejen de dar pábulo a Grillo y los suyos: "No son una fuerza política. Es un grupo que carece totalmente de cultura política. Es un grupo de ignorantes. Es doloroso decirlo, porque los han votado millones de italianos, pero es así". Además de pedir que no se convierta en un símbolo el militante del M5S que quemó un libro del periodista Corrado Augias, editorialista del diario La Repubblica, y lo colgó en la red, el profesor Canfora dice: "Debería intervenir la magistratura".
Y ahí Canfora pone el dedo en una llaga dolorosa. El insulto, incluso el más soez y peligroso, se ha convertido en una moneda común de la política italiana. Los insultos de algunos altos representantes de la Liga Norte a Cécile Kyenge —la llegaron a comparar con un orangután y le tiraron plátanos— solo suscitan tímidas reacciones de apoyo por parte de su entorno político. La reacción del primer ministro, Enrico Letta, compañero de partido de Kyenge y aun de Boldrini, suele ser la de llamar "bárbaros" o "fascistas" a los autores de los ataques, pero sin promover acciones judiciales. La decisión sin duda valiente y pionera de nombrar a una ministra negra y de colocar al frente de la Cámara de Diputados a una mujer joven y capaz tendría que se secundada por un mensaje claro: los más bajos instintos racistas y de ataques a las mujeres no son una opción política, sino, simplemente, un delito.
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