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Inna Bogoslóvskaya | diputada del parlamento de Ucrania

“Yanukóvich puede convertirse en el Ceaucescu de Ucrania”

Abandonó el Partido de las Regiones, la formación del jefe de Estado, en protesta por la represión

Pilar Bonet
La diputada ucrania Inna Bogoslovskaya.
La diputada ucrania Inna Bogoslovskaya.Grigoriy Vasilenko (Cordon Press)

“El Partido de las Regiones se desintegra y en su forma actual dejará de existir este año”, afirma Inna Bogoslóvskaya, diputada de la Rada Suprema (Parlamento) y, hasta que abandonó ese partido, uno de los rostros más populares de la formación del presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich.

Jurista, y procedente de la ciudad de Járkov, Bogoslóvskaya fue el primer diputado de la Rada que dejó su militancia en el Partido de las Regiones (PR) tras la represión policial contra el Euromaidán en la noche del 29 al 30 de noviembre. “Para la oposición es clave conservar a toda costa el Parlamento como lugar para buscar una salida política a la crisis”, señala esta mujer que mantiene su escaño en calidad de independiente.

Bogoslóvskaya intenta convencer a sus excompañeros en el PR de que sigan su ejemplo y también de persuadir a la oposición para que sea acogedora con los tránsfugas. Hasta el fin de la semana pasada solo cuatro legisladores la habían imitado. Para obtener mayoría absoluta en la Rada (450 diputados), el Partido de Yanukóvich, que cuenta con algo más de dos centenares, tiene que aliarse con los independientes y los comunistas.

En entrevista con EL PAÍS, Bogoslóvskaya se muestra satisfecha porque “la oposición ha decidido dar garantías de seguridad y extender la mano a todos los diputados que salgan del PR”. “Cada persona necesita unas garantías concretas, por eso hay conversaciones privadas con cada diputado”, explica. “Hay que garantizarles que defendemos su propiedad, porque ese es un derecho tan sagrado como los derechos humanos, y también se necesitan ciertas garantías privadas, porque las autoridades emplean técnicas muy sofisticadas en la forma de asustar a cada cual”.

Durante esta entrevista, mantenida el pasado jueves, Bogoslóvskaya opina que el presidente Yanukóvich no había dormido bien la víspera porque los líderes de la oposición habían unido su destino personal al destino del Euromaidán. Ese “hermanamiento”, explica, había destruido la estrategia del presidente “consistente en provocar un alto nivel de tensión”. “Yanukóvich, que siempre se define como un jugador, no entiende que la época de los jugadores políticos ha sido reemplazada por la política real”, afirma.

“Yanukóvich no escucha a nadie, no entiende que hay gente real que le odia y que está dispuesta a desafiar a las balas sin cobrar por ello”, señala citando a fuentes del entorno del jefe del Estado.

“El Partido de las Regiones ha dado un giro en su táctica y estrategia, ya que antes se apoyaba en sus propias fuerzas y ahora lo hace en el Kremlin”, afirma. “El paquete de leyes aprobado el 16 de enero por el Parlamento es un calco de las leyes de Rusia para asegurar la dictadura”, afirma.

Según la diputada, eslabones de la cadena de transmisión desde Moscú son el nuevo jefe de la Administración presidencial, Andréu Kliúyev, y Víctor Medvechuk (otro antiguo jefe de la Administración), que tiene muy buenas relaciones con Putin, y que “participaba, sin tener estatus alguno, en las reuniones del Consejo de Seguridad antes del intento de dispersión del Euromaidán”.

Cree Bogoslóvskaya que los políticos de Ucrania no prestaron suficiente atención a las conversaciones de Yanukóvich con su colega Vladímir Putin en vísperas de la cumbre de Vilna, cuando parecía que el ucranio trataba de “suavizar” la reacción de Rusia ante la esperada firma del acuerdo de Asociación con la UE.

“Cuando Yanukóvich firmó los acuerdos por los que Rusia le concede créditos [la compra de obligaciones del Estado por valor de 11.000 millones de euros] tenía el mismo aspecto que [la encarcelada Yulia] Timoshenko al firmar los contratos de importación de gas”, declara refiriéndose a los gravosos acuerdos de 2009 por los que la ex primera ministra fue condenada a siete años de cárcel. “Ambos estaban terriblemente asustados. A Timoshenko le temblaba las manos y los hombros y a Yanukóvich, las mejillas y las rodillas”. “Ambos comprendían que estaban vendiendo el país a cambio del apoyo de Putin para las elecciones presidenciales”. “Yanukóvich teme morir de forma violenta y creo que este miedo es uno de sus principales instintos. Por eso, pienso que Putin pudo jugar con ese temor, al margen de la economía”, señala.

¿Cree que Yanukóvich fue amenazado? “Sí”, contesta. “Mi información es que, tras una de las entrevistas con Putin, Yanukóvich llegó terriblemente asustado. Creíamos que Yanukóvich hacía una maniobra de despiste para firmar el acuerdo de Asociación con Europa, pero por lo visto las conversaciones fueron muy serias”.

“Putin y Yanukóvich se odian”, asegura la diputada recordando una sesión interna del partido donde el presidente comentó lo difícil que le resultaba tratar con su colega ruso, circunstancia que, según ella, era aprovechada por los proeuropeos del Partido de las Regiones para impulsar el rumbo hacia la UE. Ahora las cosas han cambiado. En perspectiva hay “un gran negocio ruso al que prometieron permitir el acceso de la familia del presidente, si Yanukóvich es reelegido”.

¿Deben las garantías de seguridad que Bogoslóvskaya recomienda para los exdiputados del PR hacerse extensivas a Yanukóvich? “Si Yanukóvich se decantara por el estado de excepción y el arresto masivo de los líderes a todos los niveles, se transformaría en el Ceaucescu de Ucrania y nadie lo podría salvar”, dice refiriéndose al dictador rumano Nicolae Ceaucescu, fusilado durante la revolución de 1989. “Yanukovich creía que podía tender una trampa a la oposición y que los líderes de esta irían a unas sesión extraordinaria del Parlamento, teóricamente para abolir las leyes del 16 de enero, pero en realidad para votar el estado de excepción, tras lo cual serían arrestados al salir a la calle. Estaba convencido de que los líderes se asustarían y que ese sería el final de la historia”, dice.

La relación de Bogoslóvskaya con el PR ha sido agitada. A largo de su carrera la diputada dice haber encontrado en más de una ocasión el apoyo de Yanukóvich para una política de reformas destinada a “modernizar a Ucrania”. Pero “Yanukóvich ha cambiado y no lo reconocen ni sus allegados. Se comporta como un zar, se ha aislado de la información, y se ha manchado con el dinero”.El presidente se beneficia de un esquema que da “miles de millones de dólares en efectivo”, a saber la recaudación sistemática del impuesto de la corrupción sobre todos los tipos de la actividad económica”. “Ven el país como si fuera una fábrica. Calcularon la producción de todos los tipos de actividad e impusieron el impuesto de la corrupción. Antes, la corrupción era un contrato social y ahora es una directiva del poder. Nunca llegó a este nivel”, sentencia.

Opina Bogoslóvskaya que Ucrania corre el riesgo de desintegrase, y el riesgo existe en la ciudad de Járkov, la gran ciudad intelectual del Este, que según ella “se ha lumpenizado y donde las fábricas están paradas” y también en Donetsk. “Si Rinat Ajmétov [el oligarca más rico del país, que procede de Donetsk], vende sus negocios a los rusos, como intentan obligarle, la región pasará de hecho a Rusia y nadie luchara por ella.”.

La ex diputada ve tres posibles evoluciones de los acontecimientos: La primera, en la que Yanukóvich se arriesga a seguir los pasos de Ceaucescu, es que los intentos acabar con la oposición transformen Ucrania Occidental en un centro de resistencia ciudadana. La segunda, es una angustiosa prolongación de la crisis con un compromiso final que dé al jefe del Estado la posibilidad de huir. La tercera, y más deseable, es una nueva configuración del Parlamento para elaborar una Constitución que vuelva al sistema parlamentario-presidencial de 2004. En este modelo, Yanukóvich no querrá dar el poder, pero habrá una dualidad, y este es el escenario más humano y el menos sangriento, asegura.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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