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Columna
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Berlusconi, “el padre de la patria”

Una nueva ley electoral consagraría aI Cavaliere como líder de la derecha

Antonio Elorza

“Le aprecio, porque se me parece”, fueron las palabras de Silvio Berlusconi sobre el futuro líder del Partido Democrático (PD), Matteo Renzi, tras una cena en 2010. Ahora todos los medios que le están directa o indirectamente sometidos cantan las excelencias del joven político de centroizquierda. Solo hace unas semanas declaraba la muerte política de Berlusconi por su justa expulsión del Senado tras la condena judicial, y ahora, con todos los honores, apadrina su resurrección. El director de Il Giornale, Sallusti, que en noviembre hablaba de golpe de Estado del presidente Giorgio Napolitano por no indultar a su jefe, se entusiasmaba el viernes ante un Renzi “bravo, molto bravo”; al dar prioridad a un acuerdo con Berlusconi demuestra ser discípulo suyo. Después de la reunión del sábado, el mismo Berlusconi se deshace en elogios: para él, desde siempre, la oposición de izquierda encarnaba el odio, frente a su política fundada sobre el amor; ahora eso acabó y en la isla del amor berlusconiano ha entrado Renzi. Entre ambos, hay “una sintonía perfecta”. Excesivo, advierte el presidente del PD, Gianni Cuperlo, último superviviente del antiguo Partido Comunista Italiano.

El valor de un acuerdo tanto tiempo esperado es la principal baza para Renzi: ley electoral a la “hispánica”, modificada para mal en nombre de la “gobernabilidad”. En principio, todo bien, salvo que la ley electoral consagraría a Berlusconi como líder indiscutible de la derecha, aplastando el intento de renovación de su exdelfín Angelino Alfano, quien ve premiado el salvamento del Gobierno de Enrico Letta por su grupo en octubre con la calificación de “partiditos que chantajean”.

El estilo de Renzi tiene tres rasgos: la promoción de sí mismo como líder carismático según el principio de “yo o el caos”, una exhibición permanente de tecnócrata agresivo (avalado por la brillantez de sus propuestas) y, como Berlusconi, el menosprecio de las reglas del juego y de la verdad cuando se trata de consolidar el poder. Contra el Gobierno de Letta, maniatado durante meses por el cerco político berlusconiano, su acusación de pasividad —curiosa pues Letta es de su partido— coincidía plenamente con la de Forza Italia. Su enemigo no era esta, sino la autonomía del gobierno.

Personalización del poder y exhibición mediática: Renzi sigue la línea trazada antes por Berlusconi, confiemos que con un contenido democrático y reformador, apreciable ya en su proyecto de ley de trabajo. La larga marcha de la izquierda clásica, iniciada con Enrico Berlinguer, llega así a su desenlace, tal vez hoy, con el fracaso de Cuperlo en la reunión del PD.

Y en cuanto a Berlusconi, ¿quién va a hablar ahora de su condición probada de delincuente o de sus impedimentos morales y legales, una vez consagrado como salvador del orden democrático? En la “profunda sintonía”, bien pudo existir parte secreta, cuando Berlusconi se presenta de cara al futuro como “el padre de la patria”. Ser presidente de la República era su sueño.

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