Obama pide al Congreso de EE UU que no apruebe nuevas sanciones contra Irán
El presidente defiende la diplomacia frente al grupo de senadores que prepara una ley con nuevos castigos si Teherán no cumple con el acuerdo de Ginebra
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha pedido al Congreso de su país que dé “una oportunidad a la diplomacia” y que se abstenga de aprobar nuevas sanciones contra Irán mientras dura el proceso negociador sobre su programa nuclear. El mandatario ha sido muy claro este lunes a la hora de defender el diálogo y la vía pacífica frente a la senda de las penalizaciones por la que abogan los halcones del Capitolio, como la mejor estrategia para ganar tiempo, mantener la confianza del régimen de los ayatolás y lograr un acuerdo definitivo -más allá del compromiso interino al que se llegó en noviembre del año pasado con el Gobierno de Teherán-, que permita alejar de manera definitiva la amenaza que su plan de enriquecimiento de uranio supone para la región y recomponga las relaciones bilaterales entre ambas naciones.
“Mi predisposición por la paz y la diplomacia es una de las razones por las que he enviado al Congreso el mensaje de que ahora no es tiempo para imponer nuevas sanciones, sino que es el momento para que los diplomáticos y los técnicos hagan su trabajo”, ha señalado Obama a la prensa tras su encuentro con el presidente de España, Mariano Rajoy. Sin embargo, en el Congreso son muchos quienes prefieren mantener e incrementar el duro régimen de sanciones impuesto a Irán, convencidos de que esa es la única vía para garantizar el cumplimiento de Teherán de su compromiso de reducir el enriquecimiento de uranio y desmantelar varias de las plantas que permiten esa práctica.
El núcleo duro del Congreso sostiene que un alivio de las sanciones solo favorece a Irán, porque le permite mitigar el ahogo económico al que lo habían sometido las medias de castigo, pero no garantiza que su gobierno vaya a cumplir con su parte del acuerdo
En la actualidad, un grupo bipartito de senadores, entre los que se encuentran más de una decena de demócratas, muchos, políticos muy influyentes como el presidente del Comité de Relaciones Exteriores, Bob Menéndez, preparan un proyecto de ley que contempla la aplicación de sanciones a entidades financieras y empresas que ayuden a Irán a exportar petróleo y la inclusión en su lista negra de la industria minera, de ingeniería y de la construcción iraníes, siempre y cuando Teherán incumpla el Plan Conjunto que se firmó en Ginebra el pasado 24 de noviembre.
El núcleo duro del Congreso sostiene que un alivio de las sanciones a cambio de la suspensión del enriquecimiento de uranio, solo favorece a Irán, porque le permite mitigar el ahogo económico al que lo habían sometido las medias de castigo, pero no garantiza que su gobierno vaya a cumplir con su parte del acuerdo. “Los estadounidenses no confían en el régimen iraní. Yo tampoco”, señalaba Menéndez en un editorial publicado en The Washington Post la semana pasada en el que explicaba la eficacia de la legislación que están preparando. “Esta norma obligará a los iraníes a negociar de manera honesta y seria”, aseguraba el senador.
El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif. ya ha advertido en varias ocasiones de que el “acuerdo moriría” si esa legislación prospera en el Congreso de EE UU. Para la Casa Blanca, la aplicación de nuevas sanciones equivaldría a poner en jaque un proceso de diálogo todavía muy endeble y lleno de suspicacias y desconfianza por parte de todos los actores implicados. “El Congreso debería esperar y evaluar la seriedad de Irán antes de poner en peligro todo el curso de las negociaciones”, ha advertido este lunes el portavoz de la presidencia, Jay Carney.
Para la Casa Blanca, la aplicación de nuevas sanciones equivaldría a poner en jaque un proceso de diálogo todavía muy endeble y lleno de suspicacias y desconfianza por parte de todos los actores implicados
Desde que EE UU y las potencias europeas comenzaran el diálogo para sentar a Irán en una mesa de negociación y discutir su programa nuclear, aprovechando el talante conciliador y aperturista del nuevo presidente iraní, Hasan Rohani, la Casa Blanca ha mantenido un duro pulso con los halcones del Capitolio reacios a suavizar las penalizaciones al régimen de los ayatolás. En septiembre, en plena recta final de las conversaciones, el secretario de Estado, John Kerry, y el vicepresidente, Joe Biden, lograron aplazar en el Senado la votación de uno de los paquetes sancionadores más duros contra Irán que la Cámara de Representantes aprobó a finales de julio. Tras la firma del Plan Conjunto, y pese al alegato a favor de la vía diplomática que realizó Obama en ese momento, los senadores de ambos partidos comenzaron a trabajar en un anteproyecto con nuevas sanciones en el caso de que Irán no cumpliera con su parte del trato.
Obama anunció el fin de semana que vetará cualquier disposición que incluya la adopción de nuevas sanciones contra el país asiático. Este lunes, el presidente ha insistido en que es la comunidad internacional la que debe verificar que Irán cumple con su parte del trato. “Si no lo hacen, estaremos en una posición de fuerza para responder. Pero antes es necesario dar una oportunidad a la diplomacia y a la paz”. Una declaración de intenciones que, por el momento, Obama defiende en solitario pero con la que espera vencer las reticencias republicanas y de buena parte de su partido y culminar un acercamiento con Irán a través del diálogo, la vía por la que ha apostado desde que llegó a la Casa Blanca.
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