El asesinato de la miss venezolana adelanta el plan de seguridad de Maduro
El presidente de Venezuela prioriza tras el doble asesinato atajar la inseguridad en el país y desarmar a la ciudadanía
A principios de semana parecía imposible una cita entre el presidente Nicolás Maduro y su rival en las elecciones presidenciales de abril, Henrique Capriles, pero un doble asesinato, el de la exmiss Venezuela Mónica Spear y su pareja Thomas Henry Berry, ha precipitado los acontecimientos. Ambos líderes abandonaron sus irreductibles posiciones y se estrecharon la mano durante la reunión convocada la víspera por el jefe del Estado con gobernadores y alcaldes de los 79 municipios más peligrosos del país en respuesta a la crisis desatada por este caso. Han transcurrido 48 horas y los venezolanos no salen de su asombro por el cruel destino que le ha tocado a esta pareja y a su hija de cinco años, que se recupera de la balacera en una clínica del sureste de Caracas.
Fue tan solo un apretón de manos, menos trascendente sin duda que el que protagonizaron en diciembre Barack Obama y Raúl Castro durante las exequias de Nelson Mandela, pero lo suficientemente significativo para sellar un compromiso nunca antes contraído por el Ejecutivo y la oposición en tres lustros de revolución bolivariana. Maduro pareció no prestar importancia a la presencia del gobernador Capriles y se centró en el tema que los convocaba. Durante una hora y media de exposición, con retransmisión televisada obligatoria a todo el país, el mandatario disertó sobre lo ocurrido a la actriz y presentó sus propuestas.
Gobierno y oposición se han comprometido en un “cronograma de trabajo para combatir la inseguridad” en todos los estados del país, según afirmó el vicepresidente Jorge Arreaza en su cuenta de Twitter a la salida de la cita. Será el ministro del Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, el encargado de coordinar los planes con los responsables policiales de las provincias.
Arreaza reconoció lo que ayer, en medio de la ola de indignación que cubrió al país, era obvio. El Gobierno venía trabajando en planes de seguridad, pero el proceso se aceleró tras conocerse el doble asesinato y pasó a ser la prioridad en la agenda. Antes que el combate contra la inseguridad Maduro y su equipo parecían tener otras metas: profundizar las medidas contra lo que han llamado “guerra económica” y la fijación de un límite a las ganancias no mayor del 30%.
Ese tema ha sido apenas mencionado desde la noche de Reyes. Siguiendo esa línea el gobernante venezolano propuso a los asistentes a la cumbre una ley de pacificación nacional, que pretende aprobar con los poderes que le confirió la Asamblea Nacional a principios de diciembre. En su intervención, aunque sin proporcionar cifras, el gobernante reconoció “un incremento peligroso de la violencia” en las últimas semanas de 2013. La ONG Observatorio Venezolano de la Violencia calcula que el año pasado asesinaron a unas 25 mil personas, 79 por cada 100 mil habitantes, una cifra que se supera año a año de acuerdo con los especialistas. Las cifras del gobierno no son tan escandalosas, pero no niegan lo que luce como el principal problema que agobia a los venezolanos
Maduro insistió en la necesidad de desarmar a la ciudadanía. “Tienen que entregar las armas. Nadie puede quedarse con armas”, expresó, y agregó que sólo las fuerzas militares y policiales del país pueden estar armadas.
Entretanto el Ministerio Público informó que ha capturado a siete de los presuntos responsables del doble crimen y que serán presentados en tribunales en las próximas horas. Son cuatro hombres, una mujer y dos adolescentes, entre los cuales “están los autores materiales” del hecho, según aseveró en su cuenta de Twitter el ministro Rodríguez Torres.
En un comunicado de prensa la Fiscalía agregó que se encontraron pertenencias de la pareja en los allanamientos practicados a los sospechosos. Y un grupo de actores venezolanos caminó hasta la Asamblea Nacional para entregar a su directiva un documento que exige “un plan de seguridad serio”. En el sitio donde se reunieron antes de marchar, la plaza Alfredo Sadel del sureste de Caracas, muchos de los que compartieron el reparto de las novelas de Spear lloraban al recordar lo ocurrido.
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