El caos arabo-africano
Las explosiones interconfesionales y étnicas destruyen progresivamente los Estados heredados de la colonización
Egipto, 24 de este mes, atentado con coche bomba en Dakahliya: 15 policías muertos. Desde el golpe de Estado de julio de 2013, la represión contra los islamistas egipcios ha causado más de 1.000 muertos y miles de prisioneros; los militares reinstauran, sin prisa pero sin pausa, la dictadura; el Sinaí se convierte, por primera vez en la historia de este país, en zona de guerra abierta entre islamistas y militares. Sudán: a la disgregación de la unidad territorial del país, que ha generado, bajo la presión de los occidentales y especialmente de EE UU, la creación de un Estado independiente en el Sur, le sigue la guerra dentro del nuevo Estado por el control de los campos petrolíferos. La ONU se ve obligada a enviar otros 6.000 soldados, añadidos a los 7.000 ya en la zona, para evitar masacres interétnicas. Siria: cada bombardeo sobre Alepo mata a centenares de civiles. Desde comienzos de 2013, se cuentan miles de muertos en el país. Ninguna solución a la vista. Palestina: parálisis del proceso de paz; atentados y asesinatos periódicos provenientes de ambos contendientes. Irak: guerra civil total, secesión progresiva del norte kurdo, expansión de las bases de Al Qaeda.
Libia: el país es ya ingobernable, las tribus se devoran entre sí, los terroristas de Al Qaeda, bajo diversos nombres, controlan segmentos completos de territorios en el sur. Las potencias occidentales, al igual que en Irak, concentran sus fuerzas en la defensa de los campos petrolíferos. Jamás las mafias de la droga, del tráfico humano (incitación a la inmigración), habían proliferado tanto. Túnez: después de acaparar el poder, los islamistas, sorprendidos por la firme reacción de la sociedad civil, aceptan nuevas elecciones en el marco de un diálogo nacional. Pero el país se hunde en una recesión económica dramática, que la constitución de un Gobierno tecnocrático tendrá dificultades para yugular. Mientras tanto, al sur y al norte del país, arraigan las guerrillas islamistas.
Como trasfondo de este arco de crisis árabes, un verdadero cinturón de fuego recorre el sur de Mauritania y Sudán, pasando por Malí, Níger, Somalia y, más lejos aún, Centroáfrica. Las explosiones interconfesionales y étnicas, afiladas por las desigualdades, destruyen progresivamente los Estados nación heredados de la colonización. Por su parte, Occidente, cuando interviene, lo hace de forma cada vez más militar, y no solo para defender sus intereses, sino, a menudo, para evitar genocidios. En 2014, esta situación será tanto más inquietante, puesto que no habrá solución, ni ahora ni en un futuro próximo. El despertar del odio identitario, ya sea confesional o étnico, genera monstruos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.